John Lennon se levanta del banco de un céntrico parque de la capital cubana y se va a la casa de un hombre cuya única obsesión es reunir a su vieja banda de rock y tocar ante el ex Beatle.
La estatua en La Habana del autor de Imagine fue la inspiración inicial de El concierto, una pieza del dramaturgo Ulises Rodríguez que por estos días acapara la atención del público y de la crítica teatral en esta isla caribeña.
Más allá de Lennon y de la escena en la que un hombre se lleva una estatua de bronce a su casa para tocar ante ella, la obra promueve la reflexión sobre lo que significó en su momento la censura de los Beatles en Cuba.
Además de la prohibición de escuchar al cuarteto británico que revolucionó la música de Occidente y su área de influencia en los años 60, Ulises aborda las profundas huellas sentimentales y hasta familiares que dejó en algunos aquella atmósfera de prohibición y censura, dijo a IPS el dramaturgo y especialista en teatro Amado del Pino.
En los primeros años de la revolución cubana triunfante en 1959, los Beatles fueron identificados desde el gobierno como símbolos de la ideología imperialista de los enemigos del proceso liderado por Fidel Castro.
La censura duró hasta 1966, cuando un programa de radio emitió por primera vez una canción del cuarteto que Lennon integró junto con Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr.
Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años para que los adherentes a la cultura del rock, que por entonces incluía entre otras cosas la novedad de usar el pelo largo y jeans, dejaran de ser identificados por muchos en Cuba como elementos con serios problemas ideológicos.
Todavía puedes encontrarte un funcionario extremista que, en lugar de fijarse en si eres buen o mal músico, te evalúa por cómo llevas el pelo o si tienes o no tatuajes. Por suerte, ya no abundan, comentó Angel Fernández, bajista de un grupo de rock.
Según Del Pino, por encima de la pasión rockera, 'El Concierto' revela la intimidad de aquellos jóvenes antes censurados y que ahora son hombres adultos con una vida hecha o deshecha.
Uno de los cruzados, nombre que se daban los antiguos miembros de la banda, se dedica a vender carne de puerco, y ni su actual esposa sabía de sus pretensiones artísticas juveniles. Otro dejó el rock para dedicarse a géneros musicales mejor vistos en la isla.
Entre los personajes no falta el que justifica la censura por las amenazas externas a la revolución y varios recuerdan a un profesor que criticaba a los Beatles y ahora aparece aplaudiendo en los actos de homenaje a Lennon.
Tocar delante del gran Beatle (de su estatua) resulta como una salvación, un acto supremo de cura espiritual, afirmó Del Pino.
La escenografía se realizó con muchas piezas de bicicleta. El montaje parece subrayar la velocidad del paso del tiempo y crea una relación metafórica entre el movimiento de las ruedas y los tocadiscos de entonces, comenta el teatrólogo.
La figura de Lennon ha sido tema recurrente en la creación artística cubana desde comienzos de los años 90, cuando un grupo de músicos realizó un concierto de homenaje al ex Beatle en el mismo parque donde ahora se encuentra su estatua.
Coloquios teóricos, conciertos, obras literarias y canciones recrean una y otra vez el impacto que tuvieron en la cultura de la isla y en más de una generación la música de los Beatles y la política de censura de los años 60.
Los Beatles sufrieron incomprensiones, pero su legado artístico era muy fuerte y prevaleció sobre todos los prejuicios, opinó el escritor Francisco López Sacha durante la inauguración de la estatua de Lennon, el 8 de diciembre de 2000, cuando se cumplieron 20 años de que fuera asesinado en Nueva York.
La obra de tamaño natural pertenece al artista cubano José Villa, quien intentó perpetuar la imagen del músico británico como lo añoran sus seguidores: sin pedestales de mármol, con su pelo largo, el jean, las botas y las gafas de siempre.
Poco después de la inauguración del monumento, la noche del 21 de diciembre, alguien tomó como recuerdo las gafas de la estatua de bronce y obligó al escultor a hacer un segundo par. De ese singular robo nació la idea de El Concierto.
La obra de Rodríguez, estrenada el 17 de enero, recibió cinco días después el premio nacional Virgilio Piñera por el vigor de los personajes, la riqueza de las situaciones dramáticas y la profunda emotividad del argumento.
El reconocimiento, uno de los más importantes para la dramaturgia cubana, está dotado con 3.000 dólares e incluye la publicación del texto.
Lo que nos sedujo fue esa mirada impregnada de humanismo con la que el autor hurga en la manera en que la intolerancia con los sueños puede trastocar la realización personal, afirmó el dramaturgo Gerardo Fulleda León, director de la puesta en escena. (