Canteros con coliflores, zanahorias, lechugas, pimientos, cebollas y pepinos se extienden al pie de uno de los mayores rascacielos de Caracas las torres gemelas de 60 pisos del Parque Central- y frente a una concurrida estación del metro, como vitrina de una apuesta gubernamental al autoabastecimiento de la población.
El huerto organopónico piloto instalado entre esas edificaciones íconos de la capital recuerda los tiempos de la Venezuela agropecuaria, hace más de 70 años, cuando granjas y huertos penetraban como una cuña en las ciudades.
La materia orgánica se obtiene al mezclar residuos de vegetales, después de su degradación, y estiércol de ganado o humus de lombriz.
"Esta materia se mezcla con capa vegetal y se coloca en contenedores, canteros, camas o barbacoas que se disponen en suelos improductivos", explicó a Tierramérica Caridad Vásquez, agrónoma de Cuba que asesora a los productores del huerto.
De la experiencia cubana tomó Venezuela el término "organopónico", que distingue esta agricultura orgánica dispuesta en espacios tan reducidos.
En media hectárea del huerto piloto, con canteros de 40 centímetros de profundidad y 120 de ancho por 40 de largo, las ocho personas de la cooperativa Trabajo y Tierra extraen desde hace un año entre 10 y 25 kilogramos de alimentos por metro cuadrado, que pueden totalizar una tonelada a la semana.
Detrás del colorido mostrador que allí mismo expende los vegetales, Noralí Verenzuela dijo a Tierramérica que el proyecto "es un plan innovador para que la gente adquiera la cultura de alimentarse mejor, al producir sus propios alimentos".
El huerto representa una opción para los habitantes de dos barrios cercanos, uno obrero y otro de clase media, y para los transeúntes que buscan precios económicos, dentro de los cuales se cuentan "hasta opositores al gobierno", según Verenzuela.
La novel agricultora reconoce que este plan ha sido vinculado con los intereses políticos del presidente Hugo Chávez."Por eso a veces es rechazado", reconoció.
El huerto inaugurado en marzo de 2003 es resistido por sectores de oposición, para los cuales los planes de agricultura urbana no solucionan el problema agrícola real.
La opositora Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios señaló que "ha habido improvisación en la política agrícola y mucho despilfarro de recursos. Se pasó de las buenas intenciones con los rubros bandera a un conjunto de folclóricas proposiciones, que dibujan el carácter decimonónico de la estrategia sectorial".
El gobierno considera rubros bandera, y los privilegia con apoyo técnico y financiero, al azúcar, el arroz, el cacao, la palma aceitera, la ganadería de doble propósito, la pesca y la acuicultura.
Los críticos también apuntan a los costos del huerto urbano que, aseguran, requirió una inversión de más de 300.000 dólares.
Aunque el gobierno no ha dado cifras de lo invertido, destaca que parte de los materiales y labores y la asesoría internacional fueron tomadas en préstamo de instituciones estatales, incluyendo las Fuerzas Armadas.
A fines de 2002, Chávez propuso a los venezolanos de las barriadas humildes crear "gallineros verticales en una esquina de la casa", para el consumo propio. E insiste en la importancia de cosechar en huertos urbanos, poniendo como ejemplo la experiencia cubana.
En la isla caribeña "cada barrio tiene un cultivo organopónico. En los patios y jardines de las casas cubanas hay desde plantas medicinales hasta condimentos frescos", dijo Vásquez.
"Cuba trajo a esta parte del mundo la idea, muy conocida en algunos países asiáticos, como China, Taiwán e Indonesia", dijo a Tierramérica Robert Torrealba, encargado de promover la técnica en el occidental estado de Lara.
Una de las ventajas de la huerta es el consumo de alimentos sin residuos químicos.
"No utilizamos plaguicidas ni fertilizantes. Nuestros productos son completamente sanos y más frescos, porque los sacamos de la tierra al consumidor. A veces vemos hortalizas bellísimas en supermercados, pero han sido tratadas con químicos o provienen de semillas manipuladas genéticamente", aseguró Verenzuela.
"En la medida en que la población venezolana tenga un sentido de lo que es ambiente, salud y calidad de vida, consumirá más productos organopónicos", estimó Vásquez.
Las semillas fueron proporcionadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, que asesora el proyecto como alternativa en la lucha contra el hambre en los países pobres.
Pese a su riqueza petrolera, Venezuela es muy dependiente de los alimentos importados. Diversos estimados calculan que los venezolanos traen del exterior la mitad de lo que comen.
El gobierno insiste en que el país no puede seguir importando grandes cantidades de alimentos y presiona para que las reservas del Banco Central se destinen en parte a financiar programas agropecuarios.
* La autora es colaboradora de Tierramérica. Publicado originalmente el 21 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (FIN/Tierramérica/yr/dcl/dv en/04)