LITERATURA-CUBA: Al rescate de La Peregrina

Poeta, narradora, ensayista, dramaturga y periodista, Gertrudis Gómez de Avellaneda suele ser mencionada entre las fundadoras del feminismo moderno en cuanto texto se publica en Cuba sobre arte y literatura.

El nombre de Gertrudis Gómez de Avellaneda se recuerda en una de las más importantes salas teatrales de La Habana y en una calle de su natal ciudad de Camagüey, a 570 kilómetros de la capital del país, pero su obra sigue siendo poco conocida y muchas veces mal valorada.

”A 190 años de su nacimiento, la crítica no le ha hecho justicia”, señaló a IPS el escritor cubano Roberto Méndez, uno de los jurados de la actual edición del Premio Casa, que cada año otorga la institución cultural cubana Casa de las Américas.

”Quien en un tiempo se firmó 'La peregrina', sigue hoy vagando en el camino, sin techo propio en las letras cubanas”, considera Méndez, autor de ”Viendo acabado tanto reino fuerte”, el premio de Poesía Nicolás Guillén de 2001.

Mientras en España se reconoce a Gómez de Avellaneda como una de las voces más auténticas del romanticismo y como precursora del feminismo moderno, en esta isla caribeña donde nació ha acumulado las más severas críticas.

”Era demasiado mujer para su época y eso se asimiló en España, donde tuvo sus mayores éxitos, pero no en Cuba”, asegura Méndez, quien recuerda la frase de un contemporáneo de Avellaneda: ”es mucho hombre esta mujer”.

La Avellaneda o Tula, como suele llamársele, nació el 23 de marzo de 1814 en el seno de una adinerada familia española asentada en la entonces villa de Santa María del Puerto del Príncipe.

A los nueve años escribió sus primeros versos y a los 22 viajó a España con su familia. En 1839 se trasladó a Madrid, donde fue presentada en el Liceo Artístico y empezó a alternar con autores románticos como José de Espronceda y José Zorrilla

En España, la criolla (cubana nacida de padres españoles) vivió la mayor parte de su vida, hizo periodismo, teatro y escribió poesías y novelas hasta su muerte el 1 de febrero de 1873, víctima de diabetes.

El héroe nacional y literato cubano José Martí fue severo con ”La Peregrina”, como en el caso de la crónica publicada en 1875 en la que traza un paralelo entre Gertrudis Gómez de Avellaneda y la también poeta cubana Luisa Pérez de Zambrana, no muy beneficioso para la primera.

”La Avellaneda es atrevidamente grande; Luisa Pérez es tiernamente tímida”, afirma el también poeta, narrador y ensayista.

”No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda: todo anunciaba en ella un ánimo potente y varonil (à) no tuvieron las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de dominio: era algo así como una nube amenazante”, añadió.

Para Martí, los dolores de Pérez de Zambrana son lágrimas y los de Gertrudis fierezas. ”La Avellaneda no sintió el dolor humano: era más alta y más potente que él; su pesar era una roca; el de Luisa Pérez, una flor”, sostuvo en su crónica.

El paso del tiempo fue aún más implacable. En el libro ”Poetas cubanos del siglo XIX”, el escritor Cintio Vitier lamenta no tener nada que decir sobre la poesía de la camagüeyana.

”Confieso mi fracaso y doblo con pena la hoja de La Avellaneda sin haber podido recibir de ella ninguna enseñanza, como sea la del poder aniquilador que a veces tienen las más seguras y sólidas palabras”, asegura.

”Su teatro nada añade a nuestra escena”, afirmó por su parte el fallecido crítico de teatro Rine Leal en el libro ”La selva oscura” y el también crítico José Antonio Portuondo lanzó en 1973 su tesis sobre la ”dramática neutralidad de Gertrudis Gómez de Avellaneda”.

”Un análisis más sereno de su vida y obra nos lleva a constataciones más sólidas”, polemiza Méndez. A su juicio, la poesía de La Avellaneda es ”la más sólida y renovadora” de su época, después de la del también cubano José María Heredia, y ”cultiva de una manera muy virtuosa las métricas mas atípicas, anticipándose (al nicaragüense) Ruben Darío”.

Y añade: ”ella fue una de las figuras más autorizadas de la escena teatral española de aquellos tiempos y se desempeñó con éxito en todos los géneros teatrales: el juguete cómico, la tragedia, el drama de corte burgués”.

La idea de la ”neutralidad” también se desmorona, según Méndez, si se tiene en cuenta que cualquier análisis hay que hacerlo teniendo en cuenta el momento en que vivió la autora.

”La tragedia Baltasar” (1859) es un cuestionamiento de los mecanismos del poder y del esquema de confrontación entre la monarquía decadente y el pueblo esclavizado. A pesar de eso, hay quienes dicen que no se metió en política”, precisó.

En ese mismo camino se inscriben ”Sap” (1841), en la que critica la esclavitud a partir de los amores entre un esclavo negro y una joven blanca, y ”Guatimozín, último emperador de México” (1846), en la que aboga por la independencia amerana.

Méndez comentó que La Avellaneda ”vivió el romanticismo de una manera muy auténtica”. En una sociedad conservadora como la española, llevó una intensa vida amorosa que ni ocultó ni disimuló, y cuando quiso tuvo una hija fuera del matrimonio. ”La Peregrina no decía que era romántica, vivía el romanticismo a todo riesgo”, apuntó.

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