El Iraq de posguerra puede transformarse en una federación binacional si prospera el plan kurdo de formar en el norte de ese país de mayoría árabe una entidad propia que incluiría a una de las mayores reservas de petróleo del mundo.
Para lograr ese objetivo histórico y estratégico, los kurdos, un grupo étnico y lingüístico sin patria, se proponen capitalizar su papel de aliados de Estados Unidos en el derrocamiento del presidente iraquí Saddam Hussein.
El plan fue reflotado inesperadamente el mes pasado luego de la reconciliación de dos grupos rivales, la Unión Patriótica del Kurdistán, encabezada por Jalal Talabani, y el Partido Democrático del Kurdistán, liderado por Massous Barzani.
El primer grupo controla la provincia nororiental de Sulaimaniya, y el segundo, las noroccidentales de Arbil y Dohuk.
El plan kurdo dista de concebir la tierra independiente que ese pueblo ha soñado durante siglos, pero tiene la suficiente fuerza para causar alarma tanto dentro como fuera de Iraq.
El plan no indica ninguna división clara de tierras; sólo establece el principio de que Iraq sería una federación binacional entre los kurdos del norte y los árabes del centro y el sur.
La población iraquí, cercana a los 23 millones, es mayoritariamente islámica y de lengua árabe.
La mayoría de los musulmanes chiitas (62 por ciento de la población) viven en el sur del país, aunque también hay muchos en el norte. En el centro predominan los árabes sunitas (35 por ciento), que comparten su opción religiosa con los kurdos del norte (20 por ciento).
Además de Iraq, millones de kurdos viven también en el sudeste de Turquía y en Irán. Se estima que, incluyendo las comunidades existentes en Armenia, Georgia, Kazajistán, Líbano y Siria, suman más de 20 millones.
Durante siglos, los kurdos se organizaron socialmente en tribus. El jeque es la máxima autoridad que aún hoy día se reconoce, aunque ésta se ha desprestigiado en el seno de los grupos urbanizados.
En Turquía, el gobierno ha aplicado políticas discriminatorias con los kurdos, privándolos de su identidad y prohibiendo tanto su idioma como algunas de sus costumbres más características, además de intentar dispersarlos geográficamente y reprimir de forma sangrienta el separatismo en el sudeste.
En Irán, padecen la fuerte presión asimilacionista del gobierno y la persecución religiosa de la mayoría chiita.
En Iraq, tras el derrocamiento de la monarquía en 1958, los kurdos esperaron que se le reconociera su lengua y se les otorgaran mayores beneficios sociales, pero por el contrario, su situación fue de mal en peor.
El gobierno iraquí aplicó desde entonces una política de desplazamiento de sus poblaciones, generó confrontaciones armadas, y en los años 80, bajo el régimen de Saddam Hussein, llegó a lanzar armas químicas sobre poblaciones enteras. En 15 años hubo más de 400.000 kurdos muertos en Iraq.
El nuevo plan legalizaría un área kurda establecida de hecho desde la primera guerra del Golfo (1991). Desde entonces, los kurdos conducen sus propios asuntos en el norte, primero bajo la protección de los sobrevuelos de Estados Unidos y Gran Bretaña, y ahora más abiertamente.
Trascendió que los dos principales partidos kurdos acordaron el martes separar la administración regional entre las provincias que controla cada uno.
Las antiguas fuerzas militares kurdas, los "peshmerga", ya fueron incorporadas a la policía en Kirkuk. Esta ciudad de 3.000 años de antigüedad sería la capital de la proyectada federación kurda.
Las tierras alrededor de Kirkuk producen 40 por ciento del petróleo iraquí y contienen reservas conocidas de 10.000 millones de barriles. Los residentes árabes y turkmenos de Kirkuk ya están protestando contra la "kurdificación". Los turkmenos, el tercer grupo étnico iraquí después de los árabes y los kurdos, afirman ser mayoría en la ciudad. Ocasionalmente se producen violentos enfrentamientos étnicos.
La ciudad de 700.000 habitantes es un crisol étnico compuesto por kurdos, turkmenos, asirios y, últimamente, árabes empujados hacia el norte por el derrocado régimen de Saddam Hussein, en su campaña de "arabización" del norte.
Los turkmenos viven en áreas que quedarían comprendidas por la proyectada federación kurda, y se sienten más cercanos a Turquía por sus lazos étnicos y lingüísticos.
Un líder turkmeno advirtió que su pueblo formaría una entidad propia si los kurdos siguen adelante con sus planes.
Los árabes desconfían tanto de los kurdos como de los turkmenos, pero la dominación kurda tiende a acercarlos a los turkmenos.
Los kurdos también afirman ser mayoría en Kirkuk, y estarían promoviendo el retorno de otros kurdos expulsados de la ciudad por la campaña de arabización.
Por ahora, el plan kurdo está oficialmente en suspenso. Estados Unidos, que le debe un favor a los kurdos por su respaldo en el derrocamiento de Saddam Hussein, todavía no asumió una posición declarada. Todo lo que ha dicho el secretario de Estado (canciller) estadounidense Colin Powell es que el norte de Iraq seguirá siendo parte de Iraq.
Mientras, Turquía, temerosa de que la autonomía de los kurdos iraquíes sea un primer paso hacia la independencia y aliente a los kurdos turcos a tomar iniciativas similares, se opone a la división de Iraq, y ya obtuvo el apoyo de Siria e Irán.
Pero Turquía, que no participó de la coalición invasora de Iraq, "tiene poca influencia sobre las políticas estadounidense", señaló Omer Taspinar, codirector del proyecto turco-estadounidense de la Institución Brookings, de Washington.
"El hecho es que los kurdos iraquíes se han transformado en los mejores amigos de Estados Unidos en el terreno", agregó.