La corriente migratoria desde los países en desarrollo hacia la Unión Europea (UE) es estimulada por salarios mayores, pero también por mejores vacaciones o licencias laborales, permisos de maternidad y otros beneficios sociales.
Por ejemplo, en Argentina es necesario tener 10 años de antigüedad laboral para gozar de un mes de vacaciones, y en México los trabajadores podrían llegar a tener ese derecho de un mes anual después de 25 años de trabajo, si prosperase un proyecto de ley presentado el 29 de mayo por el opositor Partido de la Revolución Democrática.
En cambio, una directiva aprobada en 1993 por la UE establece que en los 15 países que la integran los trabajadores tienen derecho a un mínimo de cuatro semanas de vacaciones desde su primer año de trabajo en una empresa privada o en un organismo público.
Pero incluso esa directiva es superada en algunas naciones europeas. En Dinamarca, el mínimo vacacional al año es 40 días, en Finlandia 39, en Austria 38, y en España 36. Por debajo de 30 días sólo está Irlanda, con 29, de acuerdo a datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En otros países del Sur en desarrollo la situación es similar en cuanto a días de vacaciones, como en Cuba, Brasil o Uruguay, con cerca de un mes al año. En algunos es intermedia, tal es el caso de Chile y Venezuela, donde el régimen general establece el derecho a 15 días hábiles desde el primer año de trabajo.
Las licencias o vacaciones para los trabajadores reconocen su origen en 1872, cuando un convenio entre sindicatos y empresas las dispuso en Inglaterra. Para que el sistema se incorporase en América Latina tuvo que pasar medio siglo, ya que el primer país de esa región en establecer la obligatoriedad del descanso anual fue Brasil, por ley del 11 de noviembre de 1920.
Estados Unidos, la mayor potencia de América y del mundo, no presenta ventajas en la materia, sino todo lo contrario, ya que en ese país las vacaciones son de 10 días hábiles, que se incrementan anualmente hasta llegar a cuatro semanas con 15 años de antigüedad laboral.
Todo eso considerando que, según la OIT, el régimen para todos los países debería establecer al menos veinte días hábiles para el primer año de trabajo, 21 con cinco años de antigüedad y 22 con más de ocho.
Pero donde las diferencias se hacen más notorias es en el pago de las licencias. En ciertos países, como Chile, Cuba y Argentina, no existe una remuneración adicional, en tanto que en Uruguay la perciben los trabajadores de empresas privadas pero no los empleados públicos.
En Brasil, los trabajadores tienen derecho a un tercio de su sueldo mensual como paga extra para las vacaciones.
En todos los países de Europa existe esa paga adicional, y en España la diferencia es mayor aún, pues todos los trabajadores reciben desde el primer año de trabajo quince sueldos al año, incluido en ellos el salario vacacional. Si el período de trabajo es inferior a un año, ese salario vacacional correspondiente es proporcional al tiempo trabajado.
También hay diferencias en las licencias por maternidad. En Argentina y Chile el permiso por maternidad es de 90 días corridos, en Uruguay de 12 semanas y en Venezuela llega a 18 semanas, con seis antes de la fecha prevista de parto y doce después. En Europa la media es 16 semanas.
En algunos países, como España, el padre puede también beneficiarse de licencia por tener descendencia, pero al menos siete de las 16 semanas es obligación legal que no trabaje la mujer. Después ella también tendrá derecho a la reducción del tiempo de trabajo hasta dos años, pero por las horas (hasta tres por día) que disminuya su jornada laboral, no recibe pago.
En Cuba, la licencia por maternidad es de un año y puede ser disfrutada por la madre o el padre, pero sólo se recibe el salario completo por tres meses, y luego 60 por ciento.
Entre las diferencias que se anotan en ese país caribeño están los planes vacacionales que benefician a trabajadores que sus sindicatos califican de ”vanguardias” o ”más destacados”. Esas personas pasan sus vacaciones en hoteles exclusivos para el turismo internacional y vedados al común de los ciudadanos cubanos.
En la marea migratoria hacia la UE hay también numerosas personas procedentes del mundo árabe, Europa oriental, Asia y Africa, donde los trabajadores gozan de menos beneficios que en América Latina. De ahí el reclamo de la OIT para que se implanten normas internacionales que establezcan un mínimo para todos los países.
* Con aportes de Dalia Acosta y Patricia Grogg (Cuba), Gustavo González (Chile), Humberto Márquez (Venezuela), Darío Montero (Uruguay) y Marcela Valente (Argentina). (