El recelo del gobierno y el pueblo de Japón hacia los extranjeros aumentó junto con el índice de delincuencia, imponiéndose a la demanda empresarial de mano de obra extranjera y a los llamados de activistas a una mayor integración social de los inmigrantes.
Una encuesta gubernamental reveló este mes que 32,4 por ciento de los japoneses no desean más turistas extranjeros en el país, y 92 por ciento de ellos citaron como razón el aumento de los delitos cometidos por extranjeros.
Por su parte, el Ministerio de Justicia informó esta semana que rechazó 400 solicitudes de ciudadanos chinos que pretendían estudiar en universidades de Japón.
A partir del próximo año fiscal, que comienza en abril de 2004, se reforzarán los controles sobre estudiantes extranjeros de universidades e institutos de japonés, en especial los procedentes de países que registran un alto índice de permanencia más allá del plazo permitido en las visas.
Funcionarios ministeriales señalaron que las medidas responden al aumento del número y la gravedad de los crímenes cometidos por algunos de esos estudiantes extranjeros, lo cual provocó un deterioro de la seguridad nacional.
Tokio decidió incrementar sus medidas de vigilancia de los extranjeros, que además de las restricciones de visas incluyen arrestos, después de una ola de crímenes cometidos por extranjeros, en especial luego del asesinato en junio de una familia japonesa por estudiantes chinos.
La ola de delincuencia agravó la tradicional xenofobia en el pueblo japonés, orgulloso de su homogeneidad y unicidad nacional.
Se está haciendo difícil promover un sistema jurídico para proteger a los trabajadores extranjeros, lamentó Katsuo Yoshinari, director de la Sociedad Popular de la Amistad, una organización popular que ayuda a asiáticos que trabajan en Japón.
La percepción negativa de los extranjeros aumentó debido a informes de prensa sensacionalistas sobre el arresto en septiembre de dos hombres chinos por los asesinatos de junio.
Ambos hombres, que tenían visas estudiantiles en Japón y habían huido a China, confesaron a la policía que habían entrado a la casa de la familia asesinada y que mataron a todos sus miembros, incluidos dos niños pequeños, porque precisaban dinero.
La reacción de la sociedad antes estos crímenes perjudicó los esfuerzos de aquellos grupos que intentan promover la aceptación de los extranjeros en este país, que en los últimos años se ha convertido en un imán para trabajadores empobrecidos de otras partes de Asia.
Los grupos señalan que es hora de que Japón se convierta en una sociedad multicultural, respete los derechos de las diferentes comunidades que viven en ella y se adapte a la rápida globalización de su economía..
Mientras, destacados empresarios urgen a aceptar la realidad y la importancia de la fuerza de trabajo de los inmigrantes en Japón, la segunda economía del mundo, después de Estados Unidos.
Los empresarios son partidarios de aliviar las restricciones a la inmigración como forma de reforzar a una envejecida fuerza de trabajo nacional. Nippon Keidanren, la poderosa asociación empresarial japonesa, describe a la inmigración como una forma de refortalecimiento de la economía nacional.
La asociación estima que, si Japón acepta 6,1 millones de trabajadores del exterior antes de 2025, será posible controlar el aumento de los impuestos al consumo y financiar los crecientes costos de los servicios sociales.
Debido a la baja natalidad de 1,3 por ciento, se prevé que la franja de población de 15 a 64 años se reducirá en 15 millones y la fuerza de trabajo en 6,1 millones, en una población total de 127 millones, según cifras gubernamentales.
Sólo 0,2 por ciento de todos los trabajadores del país eran extranjeros a principios de 2000, frente a 11,7 por ciento en Estados Unidos y 8,8 por ciento en Alemania.
El Ministerio de Justicia estima que hay cerca de 200.000 extranjeros que permanecieron en Japón más allá del plazo establecido en sus visas, principalmente de otros países asiáticos, como China, Corea del Sur, Bangladesh y Sri Lanka.
Las nuevas medidas de vigilancia y restricción contradicen el objetivo a largo plazo de recibir más de 100.000 estudiantes extranjeros para asegurar relaciones amistosas con los países asiáticos.
Paradójicamente, el Ministerio de Educación estimuló en los últimos años el ingreso de extudiantes de otros países. Como consecuencia, el número de estudiantes chinos aumentó de 14.519 a 58.533 el año pasado. Actualmente, los chinos son el mayor grupo de estudiantes extranjeros en Japón.
Esta política fue bienvenida por universidades con dificultades financieras, pero generó rechazo debido al aumento de la criminalidad.
Estadísticas de la Agencia Nacional de Policía revelaron que 34 por ciento de los chinos arrestados este año tenían visas estudiantiles vigentes o vencidas.
El año pasado, los chinos representaron 47,2 por ciento de los extranjeros detenidos por diversos delitos en Japón, según cifras oficiales. Los asiáticos en general representaron 72,5 por ciento de las detenciones de extranjeros.
Pero este dato aislado puede conducir a conclusiones erróneas, advierten activistas, y señalan que las cifras reflejan la falta de aceptación y oportunidades para que los extranjeros trabajen de manera legal e integrada en el país.
Yoshinari observó que aunque más extranjeros son detenidos, sólo representan 1,3 por ciento del total de detenidos.
Japón precisa una política sistemática de inmigración, señaló el profesor Hiroshi Komai, experto en inmigración de la Universidad Tsukuba y promotor del ingreso al país de trabajadores especializados.
Komai señaló que los inmigrantes padecen varios problemas en Japón: los niños tienen dificultades con el idioma en las escuelas, no hay leyes que protejan a los trabajadores extranjeros, y muchos sufren discrimación racial.
En comparación con otros grandes países, Japón no es un país amistoso para los extranjeros, concluyó. (