La plaza Altamira de la capital venezolana, bastión opositor en el que militares proclamaron hace un año su desobediencia al presidente Hugo Chávez, testimonia hoy con su desolación la opción por las urnas para luchar por el poder.
El 22 de octubre de 2002, cuando los grupos de oposición tratada aún de absorber el fracaso del efímero golpe de estado de abril, 14 oficiales uniformados aunque sin armas ni tropas se declararon en rebeldía y llamaron a pronunciarse contra Chávez, en un acto transmitido por los canales privados de televisión.
Miles de opositores rodearon en días y noches siguientes al general Enrique Medina, líder del grupo, y montaron tiendas de campaña y tarimas para acompañar a los disidentes y a un centenar de otros oficiales, suboficiales y efectivos del ejército, armada, aviación y guardia nacional que desertaron de sus mandos.
Así, la plaza se constituyó por semanas en el epicentro de las demostraciones de la oposición. Desde allí partieron marchas, sus sótanos albergaban reuniones, en las tarimas se efectuaban misas, mítines y ruedas de prensa.
Altamira, una zona residencial de clase media-alta, pasó a quedar vedada para los partidarios de Chávez, mientras en la plaza alzaban sus brazos tomados de la mano militares rebeldes, dirigentes políticos, empresariales y sindicales, y miembros de los medios de comunicación, artistas y hasta sacerdotes.
Nunca propiciamos una salida de fuerza. El nuestro fue un llamado a la ciudadanía para que desobedeciera a un gobierno injusto, y a nuestros compañeros de armas para que evitasen un derramamiento de sangre entre venezolanos, recordó a IPS este martes el ahora ya retirado general Medina.
Se trató de un movimiento novedoso, inédito, porque protestamos como militares pero sin armas, aunque en una América Latina lacerada por el militarismo esta acción no fue bien comprendida, agregó.
Pero el diputado Nicolás Maduro, del gobernante Movimiento V República, entiende que, en Altamira, los militares fascistas trataron de activar un segundo golpe de estado y, en cambio, se demostró el fracaso del golpismo en Venezuela.
A ese fracaso siguió el del sabotaje presentado como huelga (en diciembre y enero) para forzar la renuncia del presidente, y la soledad de la plaza muestra que ese camino no tiene vida ni los alzados contaban con liderazgo en la institución armada, remarcó Maduro a IPS.
Precisamente, este martes soleado, a un año del inicio de aquella movilización, la plaza mostró sólo un paraje de abandono.
Un par de toldos da sombra ahora a unos hombres de civil que hablan de béisbol y temas triviales. Ante ellos, una estatua de la Virgen del Carmen colocada en los días de euforia y un reloj que cuenta los días, las horas y hasta los minutos transcurridos desde el inicio de la ocupación del paseo por los insubordinados.
A lo lejos se observa un policía de tránsito, un estudiante presuroso que se dirige hacia la estación del tren subterráneo y una joven madre que empuja un carrito con su hijo recién nacido.
Venimos de vez en cuando, pero militares ya no se ven por aquí. Antes, cocinábamos para ellos y esto era un hervidero de mitines, pero ahora todo el mundo está pendiente del 'firmazo' y del referendo, comentó a IPS Mary Crespo, una paseante de 44 años.
El firmazo es movilización que prepara la oposición para tratar de recoger al menos 2,4 millones de rúbricas, que es el 20 por ciento del padrón electoral requerido por la Constitución para poner a referendo revocatorio el mandato presidencial de seis años de Chávez, iniciado en 2000.
También los sectores afines al gobierno cargan sus baterías para juntar firmas con el fin de que la ciudadanía se pronuncie por la continuidad de 38 parlamentarios opositores, que conforman la Asamblea Nacional unicameral de 165 bancas dividida entre 84 miembros a favor de Chávez, 79 contrarios y dos independientes.
El Consejo Nacional Electoral dispuso del 28 de noviembre al 1 de diciembre para que la oposición lleve a cabo lo que denominan el firmazo, mientras que el oficialismo deberá recoger adhesiones del 21 al 24 de noviembre.
Cuando hace un año el grupo militar ocupó la plaza y leyó su proclama, el gobierno dijo que eran oficiales procesados por el golpe de estado de abril de 2002, mientras el vicepresidente José Vicente Rangel se apresuró a afirmar que en todas las reparticiones castrenses la situación es de absoluta calma y normalidad.
La verdad fue que el llamado de Medina y los suyos no movilizó ninguna unidad en los cuarteles, que se mantuvieron subordinados a Chávez.
El llamado a la desobediencia civil por parte de los 14 uniformados venezolanos fue condenado de inmediato por el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), César Gaviria, quien posteriormente encabezaría la mesa de negociación para acercar las partes.
Tales actitudes quebrantan la lealtad constitucional que los oficiales de las fuerzas armadas le deben al presidente de la República, Hugo Chávez, declaró Gaviria en esa oportunidad.
El levantamiento de Altamira contraviene la Carta Democrática, que los 34 gobiernos de la OEA adoptaron por unanimidad en septiembre de 2001.
Más tarde, en medio de la huelga de dos meses convocada por empresarios y sindicalistas a partir del 2 de diciembre y que dejó pérdidas por 10.000 millones de dólares, Gaviria abrió una negociación entre el gobierno y la oposición que desembocó en un acuerdo el 29 de mayo.
Ese convenio pautó dirimir la crisis política de Venezuela mediante un mecanismo electoral previsto en la Constitución, como son los referendos revocatorios de mandato de las autoridades elegidas, bajo la batuta del recién estrenado Consejo Nacional Electoral.
Ahora, la soledad de la plaza es un simple reflejo de que la atención de los ciudadanos se ha desplazado hacia otros escenarios, dijo Medina, quien indicó que, de todas formas, realizarán este miércoles un acto conmemorativo en Altamira.
Por su parte, el general retirado Alberto Muller, independiente, apuntó que la acción de Altamira fue una payasada de oficiales inconscientes, que atentaron contra las leyes y contra la ética militar.
También la plaza fue el eje de incidentes criminales, relacionados o no con la protesta. El 6 de diciembre de 2002, un taxista desquiciado vació dos veces su pistola contra visitantes de los militares, matando a tres personas e hiriendo a otras 16. Fue condenado a 29 años de cárcel.
A ello se le agrega que tres soldados desertores que frecuentaban el paseo fueron asesinados junto a una joven en un crimen de ribetes pasionales cometido en febrero en las afueras de Caracas.
Además, cinco capitanes y un subteniente del grupo disidente se asilaron a fines de abril en las embajadas de Uruguay, Perú y República Dominicana.
Según medios policiales, los asilados y otros militares de la plaza Altamira están involucrados en atentados dinamiteros que en febrero y abril destrozaron parcialmente oficinas de la embajada de España, del consulado de Colombia y de un moderno edificio que albergó las negociaciones gobierno-oposición conducidas por Gaviria.
En los últimos meses se han registrado en Caracas nuevos atentados con bombas o granadas contra vehículos militares aparcados en el aeropuerto local y en el fuerte Tiuna, y en la sede del regimiento Guardia de Honor, a pocos metros del céntrico palacio presidencial. (