Estudios hidrométricos pronostican que la capital colombiana podría sufrir desabastecimiento de agua en 2015 y señalan como reserva estratégica al páramo de Sumapaz, bastión de las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Ese páramo, en la cordillera oriental andina, es el lugar de nacimiento de ríos que drenan hacia las cuencas del Orinoco, en el este, y hacia el Atlántico, en el norte, y una de las cinco áreas del sistema orográfico colombiano de las que salen, en forma de estrella, cursos fluviales en varias direcciones.
En la región andina se llama páramos a los ecosistemas de pastos fríos situados inmediatamente por debajo del límite las nieves perpetuas, y el de Sumapaz es el mayor de ellos.
El Parque Natural que abarca ese páramo tiene una extensión de 145 mil hectáreas y conecta a Bogotá con los departamentos de Meta y Huila, ubicados al sur.
La preocupación por arrebatar el control de Sumapaz a las izquierdistas FARC, alzadas en armas hace 39 años, viene de décadas atrás y tomó nuevo impulso en el marco de los comicios locales del 26 de octubre.
Si la guerra mata el páramo, el agua se agota y Bogotá muere de sed, afirmó José Cuesta, candidato del Polo Democrático Independiente al concejo de la capital. Como parte de su campaña, Cuesta acampó en los predios de Sumapaz el 3 de octubre, Día Panamericano del Agua.
El ex ministro de Desarrollo y candidato a alcalde Eduardo Pizano, del Movimiento Bogotá Viva, dijo que en caso de ganar cerrará la carretera construida en 2000 por las FARC como corredor de comunicación entre la cordillera y los llanos orientales sembrándolos de frailejón, una de las plantas nativas más características.
Hasta 1999, los cálculos de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) y del Departamento Administrativo del Medio Ambiente indicaban que en 2015 la ciudad demandaría 28,5 metros cúbicos por segundo, por lo que se requería tomar de las fuentes del Sumapaz unos 18 metros cúbicos por segundo.
Otros estudios, entre ellos el llamado Agenda Bogotá, de los años 90, también señalaron 2015 como el límite de la actual capacidad instalada.
Sin embargo, Edgar Ortiz, de la EAAB, maneja ahora otras cifras. Actualmente, el abastecimiento cubre 100 por ciento de la ciudad, se bombean de 13 a 15 metros cúbicos por segundo, y el suministro está asegurado hasta después de 2015, aseguró Ortiz a Tierramérica.
Bogotá tiene unos siete millones de habitantes, llegan a ella en promedio unos cien mil inmigrantes por año, los titulares del abastecimiento son 1,4 millones, y las pérdidas, por conexiones clandestinas y fugas, se redujeron de 34,8 a 33,2 por ciento en el último año, explicó.
Los funcionarios atribuyen la mejoría en el abastecimiento a un cambio en el comportamiento ciudadano.
El uso más racional del agua de parte de los bogotanos y, en parte, el aumento en las tarifas del servicio han reducido sensiblemente la demanda, dijo a Tierramérica Armando Vargas, asesor de la Dirección de Agua Potable y Saneamiento Básico del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.
Vargas es menos apocalíptico que los políticos, aunque no descartó una eventual devastación del ecosistema del páramo por la amenaza de cultivos ilícitos de coca y amapola, como fuentes militares aseveran que ya sucede en Sumapaz.
Unas 14 mil 500 hectáreas de bosques han sido destruidas a causa del cultivo de enervantes en varios parques naturales, entre ellos Sumapaz, según el Ministerio de Defensa.
En las estribaciones del páramo que llegan al Meta se localiza La Uribe, histórico refugio de la cúpula de las FARC, bombardeado en 1990 por el ejército.
Sumapaz es, según fuentes oficiales, el inicio de un corredor estratégico que se extiende a través de otros parques (La Macarena, Los Picachos y Tinigua) y que sirve a la guerrilla para traslado de secuestrados, transporte de insumos químicos y tráfico de armas y de drogas.
Para contrarrestar la influencia guerrillera, hay un batallón desplegado en los predios de Sumapaz.
Desde mediados del siglo XX, los técnicos del acueducto de Bogotá debían reunirse con el legendario guerrillero Juan de la Cruz Varela para lograr que permitiera el paso de comisiones de expertos para inspeccionar la zona, señaló Vargas.
Ya en 1933, una misión inglesa asesoró a expertos de la municipalidad en la realización de estudios en los que se contempló la necesidad de embalses en la zona de Sumapaz.
Vargas apuntó que entonces se pensó en tomar aguas de los ríos Blanco y Guayuriba, que nacen en la parte alta de Sumapaz, pero que eso implicaba construir túneles y se optó por captar las del Tunjuelo, más abajo y con un caudal suficiente hasta hoy.
De allí sale el agua para la represa de La Regadera y la planta de Vitelma, al sur de Bogotá, puestas en funcionamiento en 1938.
Cuando inauguraron esas obras, dijeron que la ciudad tendría garantizado el abastecimiento de agua hasta el 2000, pero no fue así, subrayó Vargas, para mostrar que no siempre los estudios y prospecciones coinciden con la realidad.
Por ahora se han postergado los planes de utilización fuentes distintas al Tunjuelo, pero no se descarta que en el largo plazo sea necesario poner en marcha proyectos como el de desviar aguas del río Blanco, que fluye hacia el departamento del Meta en los llanos orientales.
Eso implicaría un enorme proyecto de conducción y la intervención en zonas del parque Sumapaz, cuya riqueza de fauna y flora, a dos horas de la ciudad más poblada del país, es un verdadero tesoro ambiental.
El páramo es un ecosistema vital para la producción de agua, entre los bosques nublados y la nieve perpetua, con condiciones climáticas extremas y una biodiversidad muy peculiar.
Sumapaz sigue siendo la fuente de provisión futura, no sólo de agua para consumo humano, sino también de energía, y, de hecho, la empresa de Energía de Bogotá ya tiene planes en la materia, dijo Vargas.
* Publicado originalmente el 11 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (