Más de 95 por ciento de los océanos —es decir, dos tercios de la superficie de la Tierra— son territorio desconocido. Más de 300 científicos de 53 países se unieron para arrojar luz sobre las profundidades.
La ignorancia impide a los expertos evaluar adecuadamente el impacto del cambio climático en la vida oceánica y a las compañías pesqueras manejar adecuadamente los recursos, indica el primer informe elaborado a partir del Censo de Vida Marítima, fruto de tres años de estudio.
Este proyecto, que insumirá 1.000 millones de dólares a lo largo de 10 años, tiene entre sus objetivos el de desvelar formas de vida oceánica desconocidas y la interacción entre esos organismos.
El primer informe revela que tres tipos de pez marino se incorporan cada semana a una lista de 15.300 especies conocidas. Y se espera que al cabo del estudio, en 2010, se hayan descubierto 5.000 en total.
Participantes en el censo pronosticaron que descubrirán casi dos millones de nuevas especies de otras clases de vida animal y vegetal marina.
La dimensión de estos potenciales descubrimientos ilustran cuán poco se conoce sobre los océanos y deja en evidencia la importancia del proyecto, dijo el experto en ambiente y tecnología Jesse Ausubel, de la neoyorquina Universidad Rockefeller.
Pero la identificación de especies es apenas una pequeña parte del esfuerzo, según los participantes. La comprensión de la ecología o del funcionamiento biológico de los océanos es una materia aun más crítica que la descripción de nuevas formas de vida.
Tenemos escaso conocimiento de qué hace o hará el cambio climático en la biología de los océanos, sostuvo Ausubel, director del Censo en representación de la Fundación Alfred P. Sloan, organización que aporta 20 millones de dólares al estudio.
La misma falta de comprensión conspira contra los esfuerzos para manejar los bancos pesqueros, dijo a IPS el científico David Welsh, del gubernamental Departamento de Pesca de Canadá.
Los océanos están sufriendo cambios que afectan la temperatura y las corrientes, explicó Welsh. Por ejemplo, cuando colapsó la pesca de bacalao en la costa oriental canadiense, también se redujeron los bancos de otras varias especies, explicó.
¿Fue la sobrepesca, un cambio en la temperatura oceánica o alguna otra cosa?, se preguntó Welsh.
El censo constituye un intento de construir una base sólida de información ecológica necesaria para responder esa pregunta y ayudar a resolver problemas apremiantes que afectan a los bancos pesqueros, sostuvo.
El proyecto apela a nuevos instrumentos de alta tecnología para recoger información, entre ellas detectores de sonido desplegados en la plataforma continental de la costa occidental norteamericana.
A tales efectos, se le injertó a gran cantidad de peces minúsculos aparatos emisores de sonido. Los detectores, ubicados en el fondo del mar, derivan esos sonidos dos a una base de datos central en la costa.
Así, peces individuales —desde pequeños salmones a ballenas azules— pueden ser rastreados, por primera vez en la historia de la ciencia, de América Central al mar de Bering.
Welsh comparó los detectores de sonido con el telescopio espacial Hubble, pues nos permite ver dentro del océano de un modo antes imposible.
Este es apenas uno de muchos proyectos del censo, que también incluye una investigación sobre qué especies viven en el océano Artico, qué bacterias habitan los océanos de Chile y exploraciones de las llanuras abisales, enormes áreas a más de 3.000 metros de profundidad.
Las llanuras abisales son las formaciones de tierra más extensas del planeta, pues cubren miles de kilómetros cuadrados en el Atlántico sur y en todas partes, dijo Pedro Martínez Arbizu, del Centro Alemán de Biodiversidad Marina.
Exploraciones de esas llanuras frente a la costa de Angola revelaron que esas áreas poseen más especies por kilómetro cuadrado que ningún otro ambiente acuático de la Tierra. La mayoría de esas especies son nematodos, es decir pequeños gusanos.
Estas exploraciones son muy difíciles y caras, y pocos países pobres pueden afrontarlas. Entre las naciones en desarrollo participantes figuran China, India, México, Sudáfrica y la mayoría de las sudamericanas.
Este censo se destaca como el primer proyecto internacional cooperativo para estudiar el océano, afirmó el presidente de su Comité Científico, Frederick Grassle, director del Instituto de Ciencias Marinas y Costeras de la estadounidense Universidad Rutgers.
Se trata —dijo— del inicio del primer esfuerzo mundial sistemático por medir los signos vitales del océano y establecer una guía de lo que debe hacerse para impedir su decadencia. Es el inicio del primer viaje de descubrimientos del siglo XXI.