Miles de australianos decidieron demostrarle al visitante George W. Bush que no apoyan su política exterior, aunque Canberra se haya convertido en uno de los más firmes aliados de Estados Unidos.
El presidente estadounidense llegará a Australia en la noche de este miércoles y hablará al parlamento el jueves, en Canberra, en el marco de una gira por seis países de Asia y el Pacífico dominada por el tema comercial.
Es bueno que Bush venga, así podremos decirle que no aprobamos la forma en que trata de conducir el mundo, declaró Simon Tourner, un joven que se unió el domingo a las protestas contra Estados Unidos en Sidney.
Grupos pacifistas organizaron otra gran manifestación frente a la sede del municipio de Sidney para la noche de este miércoles. También se prevé la llegada el jueves por la mañana de autobuses cargados de manifestantes hasta la sede del parlamento en Canberra.
La policía está ocupada levantando barricadas para mantener a los manifestantes al menos a un kilómetro de distancia del presidente visitante, o, como dijo un analista, más allá de la distancia de tiro de una granada lanzada por cohete.
El gobierno de John Howard se convirtió en uno de los más firmes aliados de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo lanzada por Bush después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Además, el primer ministro australiano respaldó la invasión de Iraq y envió incluso a ese país un contingente de 2.000 soldados, contra la voluntad de gran parte de la ciudadanía, que realizó multitudinarias protestas contra la guerra.
Legisladores de la oposición anunciaron que harán alguna forma de protesta simbólica el jueves en el parlamento contra la invasión y ocupación de Iraq.
Casi todas las críticas a Bush son atribuibles también a Howard, porque bajo su presidencia hemos perdido toda influencia sobre Estados Unidos, afirmó Andrew Wilkie, ex analista de la Oficina de Estudios Nacionales, que dejó su cargo en protesta por la participación australiana en la guerra en Iraq.
Bush, que se encuentra de gira por Asia, llamó a Australia el comisario de Washington en la región.
En respuesta, unas 2.000 personas se congregaron en el parque Prince Alfred, en el centro de Sidney, para demostrar lo que pensaban de la alianza entre Canberra y Washington.
Los manifestantes realizaron una danza en la que se movían sólo hacia la derecha, y saltaban cuando el vocalista lo pedía, en alusión a la actitud del presidente Howard hacia Washington.
Asimismo, organizaron el Día del ridículo, que incluyó actos musicales, lectura de poesía, un concurso de afiches anti-Bush, un acto de títeres negros y breves discursos de sindicalistas, pacifistas y artistas.
Los manifestantes criticaron a Bush y a Howard, y afirmaron que la relación entre ambos gobiernos sirve a los intereses de las grandes empresas estadounidenses, y no al pueblo australiano.
Howard, no queremos que su amistad con Bush nos gobierne. No deje que él se meta en nuestras vidas, exhortó Sharon Burrow, presidente del Consejo Australiano de Sindicatos, que fue ovacionado el domingo por la multitud.
La calificación de comisario por Bush también generó críticas de países asiáticos.
El gobierno de Malasia declaró que ese comentario confirma su opinión de que Australia está actuando como el títere de Estados Unidos en la región.
No tenemos un comisario aquí, sino una marioneta que hace lo que Bush le ordena, afirmó Maree O'Halloran, presidenta de la Federación de Maestros de Nueva Gales del Sur.
Jagath Bandara, coordinador nacional de la Unión de Trabajadores Manufactureros de Australia, dijo en una entrevista que Bush no viene por amor al pueblo australiano, sino para velar por sus intereses.
Uno de los objetivos principales de la visita es la consolidación del Acuerdo de Libre Comercio entre ambos países, que perjudicará a los trabajadores australianos, porque nuestros productos manufacturados serán desplazados por los estadounidenses, advirtió el líder sindical.
Mientras, el monopolio comercial de los medios de comunicación respalda las políticas de Bush y excluye toda opinión alternativa, limitando el espacio de crítica y debate, señaló Rob Gowland, secretario del Partido Comunista de Australia en el distrito de Sidney.
Un jefe de Estado extranjero llega y la gente sale a protestar masivamente contra él. Esto es algo inusual, pero los medios lo están ignorando, lamentó Gowland. (