MUSICA-BRASIL: Herencia bendita

Maria Rita lanzó su primer disco a los 26 años pese a que ya es reconocida como una gran estrella, a diferencia de muchos cantantes de su generación e igual carga hereditaria que editaron sus trabajos siendo aún adolescentes.

Es que, además de haber vivido ocho años en Nueva York, Maria Rita debió prepararse para un destino de enorme responsabilidad. Muchos esperan una especie de resurrección de su madre, Elis Regina, una de las mayores cantantes de la música popular brasileña desde los años 60 y que murió en 1982, a los 37 años.

El primer disco de la hija de Elis Regina llegó al mercado al cumplir 26 años, el 9 de este mes, teniendo como título sencillamente Maria Rita, como decidió ser conocida, sin apellidos, como en su momento lo hizo su madre que tenía Carvalho da Costa en su nombre pero nadie lo sabe.

El padre de Maria Rita, César Camargo Mariano, es un pianista de renombre y de gran importancia en la música popular brasileña, que tiene otros dos hijos también dedicados a la música hace mucho, uno de ellos dirigiendo una conocida empresa productora de discos, llamada Trama.

Voz, afinación, manera de cantar, mirada y gestos parecidos con los de Regina son destacados desde que Rita empezó a presentarse hace un año y medio, en espectáculos musicales de otros, pero despertando la mayor curiosidad.

Ella niega imitar el estilo de su madre, afirmando que ha escuchado más a la cantante estadounidense Ella Fitzgerald y apuntando a la canadiense Holly Cole como la influencia que la llevó a optar por un trío de piano, bajo acústico y batería para acompañarla.

De todas formas, es una bella voz, que se destaca en la multitud de cantantes femeninas surgidas últimamente en Brasil, algunas de ellas también hijas de celebridades musicales, como Preta Gil, cuyo padre es el compositor Gilberto Gil, hoy ministro de Cultura.

En una semana se vendieron más de 100.000 copias del disco de Rita, una hazaña, aunque basada en un despliegue singular de mercadeo, con la presentación en un programa de televisión de gran audiencia y notas en los suplementos culturales de los mayores diarios.

Pero no se puede afirmar que ella cumplirá un papel similar al de Ellis Regina, como líder de una generación. Los momentos son distintos, la música ya no ejerce en el país las funciones de los años 60 y 70, como instrumento de afirmación nacional o de resistencia a la dictadura militar, que duró de 1964 a 1985.

El disco de Rita está bien realizado, revela una cantante de grandes recursos de voz y técnica, pero no provoca sorpresas.

Las 13 canciones son interpretadas de forma homogénea, a veces incluso monótona, pese a los ritmos variados, que incluyen desde blues a samba y un bolero titulado ”Dos gardenias”, presente en el disco Buena Vista Social Club, del famoso grupo de músicos cubanos reunidos por el estadounidense Ry Cooder.

Es un reflejo de la escasez actual de composiciones innovadoras y de alta calidad como las que solían aparecer en décadas pasadas, señalando momentos o expresando sentimientos nacionales, como algunos de los que Elis Regina fue la gran intérprete, reforzando su carisma.

Es el caso, por ejemplo, de ”El borracho y el equilibrista” (O bébado e o equilibrista), samba de Joao Bosco y Aldir Blanc que, cantada de forma explosiva por Regina, se constituyó en 1979 en el símbolo de la amnistía política y el regreso de numerosos exiliados políticos a Brasil.

Nada indica que Maria Rita tendrá la oportunidad de cantar algo similar. Tampoco su estilo indica que podrá algún día tener la fuerza de su madre como vocera de alguna causa, musical o política.

Tal como ella, son numerosos los cantantes, compositores y músicos surgidos últimamente bajo la sombra de sus padres o madres, pero que se incorporaron al mercado musical más precozmente que Rita.

Además de Preta Gil, que lanzó un disco con una tapa donde aparece desnuda, y los otros dos hijos del pianista Camargo Mariano, son también ejemplos del talento familiar los descendientes de Caetano Veloso, Martinho da Vila, Paulinho da Viola y del gran guitarrista Baden Powell, muerto hace tres años.

La música brasileña, alimentada por diversidad cultural y la genética, carece de líderes como los que afirmaron su identidad, defendiendo raíces nacionales o innovaciones que asimilaron influencias extranjeras.

Brasil, como casi todo el mundo, tiene su mercado cinematográfico dominado por la producción estadunidense, pero es distinto en la música. Los autores y cantantes nacionales no sólo venden más discos y tienen gran audiencia en radio y televisión, como conquistaron mercados externos.

La música brasileña es hoy presencia constante en Estados Unidos, muchos países europeos e incluso en Japón, donde la bossa nova, una variación menos agitada del samba e influida por el jazz en los años 50 y 60, cuajó con el intimismo de los japoneses.

Brasil no sólo exporta música, como también sus músicos. Decenas de cantantes, guitarristas, percusionistas y otros instrumentistas brasileños trabajan en el exterior, con gran éxito, renunciando a disputar el congestionado mercado nacional.

En algunos casos son músicos ya famosos en Brasil, como Baden Powell, que vivió muchos años en Europa, y la cantante Joyce. Otros son jóvenes que iniciaron su carrera afuera, como Beatriz Krieger, la cantante Biá, que vive en París, desconocida en Brasil pero aplaudida en Europa, América del Norte y Japón.

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