IRAQ: Terroristas extranjeros, ofensa al nacionalismo

Estados Unidos asegura que la presencia de terroristas extranjeros en Iraq no le resulta novedosa, pero sí lo es para el público iraquí, que ignoraba la protección que les habría brindado el depuesto régimen de Saddam Hussein.

La idea de que algunos de los atentados que estremecieron Iraq en las últimas semanas hayan sido cometidos por ciudadanos de países vecinos deja un gusto amargo en la boca de muchos iraquíes, un pueblo árabe caracterizado por su acendrado nacionalismo.

A quienes se oponen a la actual ocupación militar estadounidense les gustaría creer que todo gesto de resistencia procede de sus propias filas y no de países con los que Bagdad ha estado enfrentado en los últimos años.

”Iraq tiene una larga historia de combate contra los extranjeros y por sus propios derechos. Las dos cosas que más importan a este país son Dios y la patria. No necesitamos ayuda de nadie”, dijo Hassan, un anciano de Bagdad, en una entrevista.

Ese sentimiento nacionalista queda reiteradamente de manifiesto en las grabaciones de vídeo enviadas a canales de televisión árabes por grupos clandestinos de combatientes iraquíes, e incluso cintas supuestamente remitidas por Saddam Hussein, cuyo paradero se desconoce desde abril.
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El mensaje invariable es que la resistencia al enemigo extranjero es iraquí.

El último terrorista extranjero residente en Iraq conocido fue el palestino Abu Nidal. Las autoridades aseguraron que se suicidó en agosto de 2002, aunque su cadáver mostraba múltiples disparos en la cabeza.

Pero después de invadir Iraq en marzo, Estados Unidos también se ha referido a Ansar al-Islam, organización islámica de unos 1.000 combatientes apostados en la frontera con Irán.

El gobierno de George W. Bush afirmó antes de ordenar el bombardeo de los campamentos de Ansar al-Islam que la organización tiene vínculos con Al Qaeda, red terrorista a la que atribuye los atentados que el 11 de septiembre de 2001 dejaron 3.000 muertos en Washington y en Nueva York.

La mitad de los integrantes del grupo supuestamente murieron en el ataque estadounidense, mientras el resto habría huido a Irán.

En los últimos meses, el jefe de la administración civil estadounidense en Iraq, Paul Bremer, alertó en reiteradas ocasiones sobre la presencia de ”terroristas extranjeros” de varias organizaciones.

Bremer apuntó hacia Ansar al-Islam, y dijo que la organización planeaba un gran regreso pleno de atentados. Además, Washington sugirió que la organización estaba detrás del atentado con coche- bomba contra la embajada de Jordania en Iraq, en que murieron una veintena de personas.

Funcionarios estadounidenses aseguraron contar con señales de que Ansar al-Islam estuvo involucrada en el atentado del martes contra la septentrional ciudad de Erbil, en el Kurdistán iraquí.

El mayor desafío que afronta la comunidad de inteligencia estadounidense es impedir los atentados terroristas, afirmó Bremer a fines de agosto, después de que una bomba destruyera las oficinas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Bagdad y matara a una veintena de personas.

”Iraq se ha convertido en un nuevo campo de batalla en la lucha mundial contra el terrorismo. Y, por lo tanto, continuaremos afinando nuestra inteligencia”, sostuvo el funcionario.

”Pero no existe el 100 por ciento de seguridad contra el terrorismo. Debemos hacerles el trabajo tan difícil como sea posible”, afirmó Bremer, quien en el pasado presidió la gubernamental Comisión Nacional sobre Terrorismo estadounidense.

La inseguridad es un caldo de cultivo ideal para el terrorismo, según afirmó el propio Bremer en el pasado, quien mencionó en tal sentido el caso de Líbano, donde durante dos decenios milicias locales y organizaciones internacionales se movían con total libertad por el país.

Con ayuda de países como Irán y Siria, sostuvo, los grupos destacados en Líbano secuestraron a numerosos ciudadanos occidentales, cometieron numerosos atentados con explosivos y se enfrascaron en sangrientas batallas.

Uno de los principales desafíos de Bremer —y, por ahora, su mayor fracaso— es restaurar la seguridad en Iraq, donde el orden público era férreamente controlado por el régimen de Saddam Hussein.

Abu Nidal, por ejemplo, no actuaba con libertad, como los milicianos residentes en Líbano, sino que debía mantenerse confinado al lugar que le asignaran las autoridades. Como consecuencia, según Washington, la presencia de los supuestos terroristas era ignorada por el público.

”Ocurrían tantas cosas en este país de las que no tenía idea… Sólo después de la caída del régimen vi grabaciones sobre bebés torturados y asesinados. Y nunca antes había sentido el nombre de Abu Nidal, que al parecer estuvo viviendo aquí por muchos años”, dijo una joven iraquí en Bagdad.

Otro motivo de incomodidad para los iraquíes es la desconfianza hacia los ciudadanos de países vecinos. Después de todo, este país estuvo oficialmente en guerra durante casi nueve de los 24 años que Saddam Hussein estuvo en el poder, enfrentado con Arabia Saudita, Irán, Kuwait y Siria, entre otros.

”El pueblo sufrió mucho bajo Saddam Hussein, y los países vecinos se aprovecharon de eso”, dijo un ex comerciante iraquí, hoy chofer de periodistas extranjeros en Bagdad. ”Iraníes, jordanos, kuwaitíes y sauditas, para no mencionar a estadounidenses y británicos, nos trataban como basura.”

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