Los fondos recibidos por Portugal desde su ingreso a la Unión Europea (UE) en 1986 posibilitaron el crecimiento de su producto, pero a la vez ayudaron a incrementar la desigualdad salarial y el desequilibrio entre regiones ricas y pobres.
En los últimos años se agravó la tendencia hacia el mayor desarrollo de las zonas sobre la costa del océano Atlántico y de grandes áreas metropolitanas, en desmedro de las regiones del interior, según un estudio de la septentrional Universidad de Minho.
En otras palabras, ”el crecimiento global de la economía portuguesa en las últimas décadas fue capaz de promover la convergencia de los índices nacionales con el promedio de la UE”, pero a la vez ”la costa se separó más aún del interior”, explicó Paulo Reis Mourao, coordinador de la investigación.
La mayor concentración de la riqueza portuguesa se encuentra en las áreas metropolitanas de Lisboa y de la noroccidental ciudad de Oporto, la segunda en importancia del país, así como en el resto de las urbes de la costa.
Mourao concluyó sin sombra de dudas que los fondos estructurales y de cohesión entregados por la Unión Europea (UE) a Portugal aumentaron ”la brecha entre regiones ricas y pobres”, como señalan alcaldes de las zonas menos desarrolladas, quienes acusan al gobierno de haber siempre otorgado ”la parte del león” a ”metropolitanos y costeros”.
Los ediles de las ciudades desfavorecidas por esta política citan con frecuencia los casos de España, Grecia e Irlanda, que en 1986 tenían grados de desarrollo relativo menores que Portugal, pero que una década y media después del ingreso a la UE los han superado, con un progreso más equitativo y planificado.
”En Portugal nos hemos gastado el dinero de la UE en sueldos astronómicos a administradores públicos, en automóviles, casas de vacaciones, discotecas, viajes a zonas turísticas paradisíacas en el exterior y otros lujos superfluos, relegando el desarrollo del país a segundo plano”, dijo a IPS el profesor y economista René Afonso.
Ya en la pasada década eran habituales los señalamientos al respecto de Miguel Sousa Tavares, cuyas columnas en el diario lisboeta Público se han distinguido por contener ácidas críticas a los gobiernos portugueses de todos los cuadrantes políticos en los últimos 15 años.
Sousa Tavares se confesó pesimista frente a las características de la clase empresarial y agraria portuguesa, a través de diversos artículos hoy recopilados en un libro editado este año.
Para la renovación de la atrasada agricultura, ”los propietarios de los grandes latifundios de la septentrional región de Alentejo consideran indigno conducir un automóvil marca Toyota y se han comprado caros vehículos Land Rover”, señaló el analista.
”En el rubro adquisición de vehículos en las industrias textiles del norte, la preferencia son los Ferraris. Y en el campo, persiste el atraso secular”, denunció.
El estudio de Minho admite que ”Portugal llegó al fin del Siglo XX más cohesionado en indicadores de educación, esperanza de vida o de comodidades de la población, tales como acceso a agua potable, alcantarillado y energía eléctrica, pero ese cuadro fue insuficiente para alterar la concentración de la riqueza”.
En el desarrollo portugués de los últimos años ”se detectan algunos síntomas (similares a los) de América Latina, en especial en la forma como se avanzó hacia un proceso de ocupación urbana e industrial”, indicó la diputada opositora Elisa Ferreira, quien fuera ministra de Ambiente del gobierno socialista (1995-2002).
”Durante los gobiernos (de 1985 a 1995 del primer ministro conservador, Aníbal) Cavaco e Silva, la cuestión del desequilibrio interno fue postergada”, sostuvo.
Por su parte, Miguel Braga da Cruz, ex ministro de Economía de Cavaco e Silva, reconoce que el proceso de integración a la UE ”afectó el perfil productivo de algunas regiones” del interior de Portugal, donde ”la calificación de la mano de obra es muy baja y la iniciativa empresarial está adormecida”.
La integración a la UE puso en marcha el modelo basado en bajos salarios y poco valor agregado, que justifica el bajo producto interno bruto de 13.500 dólares por habitante, frente a más del doble de Alemania, por ejemplo.
José Luis de Almeida e Silva, autor de una tesis en economía sobre la relación de las empresas con los trabajadores, predijo la desaparición de la mayoría de las empresas tradicionales portuguesas ”y la supervivencia de otras bajo la forma de grandes unidades automatizadas, con reducción al mínimo de mano de obra”.
La única posibilidad de supervivencia para muchas de esas empresas ”es crear una red de fábricas artesanales, especializadas en productos de alta calidad”, vaticinó Almeida e Silva.
Pero las enormes disparidades portuguesas no sólo afectan las regiones sino también los niveles de ingresos de la población.
El Tribunal de Cuentas (contraloría general del país) advirtió este mes sobre lo nocivo, en términos de progreso, que encierra la gran disparidad, con sueldos máximos en la administración estatal de 25.000 euros (unos 27.500 dólares) mensuales, frente al mínimo legal de 356 euros.
En otras palabras, Portugal tiene la mayor disparidad entre los 15 países miembros de la UE, con los salarios públicos más altos y los más bajos.
En el sector privado y de empresas mayoritariamente controladas por el Estado, la brecha aumenta aún más, con un sueldo mínimo idéntico al estatal y un ingreso máximo que llega hasta los 90.000 euros (unos 95.000 dólares) mensuales, si se consideran todos los beneficios.
Uno de esos casos extremos es la televisión estatal, donde uno de los llamados ”periodistas estrellas” de noticiero central alcanza a percibir un sueldo hasta tres veces más alto que su equivalente en la italiana RAI, pese a la enorme diferencia de riqueza y desarrollo a favor de Italia respecto de Portugal.
”¿Quiénes son los que ahora están más ricos, más 'europeos'? se pregunta el albañil Carlos Antúnes, quien lamenta que su país forme hoy parte de la UE.
”No somos nosotros, son los ejecutivos, los gerentes, porque lo que es el pueblo está peor”, se respondió frente a IPS.
Antúnes añadió que le da ”exactamente lo mismo ganar más que hace 17 años, porque antes era todo mucho más barato. Lo importante no es si estoy o no en convergencia con la UE, lo que importa es que ahora como menos pescado, carne o pollo”.
El problema de Portugal, concluyó el albañil, ”es que debemos pagar precios europeos con salarios del Tercer Mundo”.