DESARME: Presencia de sociedad civil marca diferencias

El desarme multilateral puede tocar notas disonantes en un mismo día como ocurrió este martes, cuando presentaron balances contradictorios de sus actividades anuales dos cuerpos de ONU, uno especializado en armamentos nucleares y otro en minas terrestres.

El desacorde sobreviene porque los viejos mecanismos del desarme ignoran los vientos que soplan, en particular con la irrupción de la sociedad civil, interpretó Patricia Lewis, directora del Instituto de las Naciones Unidas de Investigación del Desarme, conocido por sus siglas en inglés Unidir.

Por un lado, la campaña internacional por la eliminación de las minas terrestres antipersonal demostró, en su informe presentado este martes, que en el último año disminuyó en el mundo de manera impresionante el uso de esos artefactos, mientras las tareas de desminado aumentaban 30 por ciento.

Raras veces un mensaje de la comunidad internacional ha sido tan claro y consistente en materia de desarme, al expresar que no tolerará más esas armas viles y asesinas, resumió el belga Jean Lint, quien presidió este año los mecanismos del denominado Tratado para la Prohibición de las Minas (TPM).

En contraste, la Conferencia de Desarme (CD), el máximo foro multilateral dedicado hoy a impedir la carrera armamentista, finalizó en igual fecha sus sesiones anuales en el mismo estado de estancamiento que la domina hace casi siete años.
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La presidenta de turno de la CD, la japonesa Kuniko Inoguchi, admitió resignada que las dinámicas actuales en el planeta no favorecen necesariamente a la paz universal.

Por séptimo año consecutivo la CD no ha podido acordar un programa de trabajo, a pesar de que el mundo afronta las amenazas de la proliferación nuclear, el terrorismo internacional y el empleo de armas biológicas y químicas, reprochó Mohamed Salem Dembri, representante de Argelia.

La CD se ocupa de armas nucleares y pretende negociar sobre asuntos como los materiales fisibles utilizados para fabricar cabezas nucleares, del desarme nuclear en general y de la disputa por el dominio del espacio.

Todas esas cuestiones son consideradas cuestiones de ”muy alta política”, observó Lewis.

En cambio, el uso de las minas terrestres es un asunto militar en razón de los lugares donde se las emplea. Gran parte de las fuerzas armadas ya han comprendido que esos artefactos no son útiles desde el punto de vista militar, explicó esta experta de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).

La firma del TPM en 1997 en Ottawa, después de una movilización internacional impulsada por organizaciones no gubernamentales, ha sido considerada como la única negociación multilateral exitosa concretada en los últimos años en el campo del desarme.

Ese tratado, también conocido como Convención de Ottawa, entró en vigor en septiembre de 1998 y ha sido firmada por más de 140 naciones.

Tampoco las armas nucleares son muy útiles ni tienen uso militar, ironizó Lewis. Sin embargo, se las valora como armas políticas valiosas, sea como de disuasión, de presión o como instrumento de alta política.

Otra razón de la parálisis de la CD es la exclusión de las organizaciones no gubernamentales. La voz de la sociedad civil no se tiene en cuenta en las deliberaciones y, por ese motivo, la realidad de la vida no aparece con frecuencia ante los negociadores, refirió la directora de Unidir.

Por el contrario, durante las negociaciones del TPM y en todas las reuniones posteriores sobre minas antipersonal la gente real y sus preocupaciones estuvieron presentes. De esa manera los negociadores no pueden soslayar la realidad.

Nada de eso ocurre en armas nucleares y en todos los foros que se ocupan del tema, lo cual tiene un gran significado, dedujo la experta británica.

Por otra parte, la CD y parte de sus 66 miembros actúan como si la guerra fría todavía continuase, comentó un diplomático que pidió el anonimato.

En ese ámbito perduran las viejas posiciones y de alguna manera permanecen inmóviles y anquilosados, confirmó Lewis a IPS.

Un ejemplo de ello es que en la Conferencia de Desarme todavía existen diferenciados los Grupos Occidental, Oriental y No Alineados, pese a que muchos países ya se han desligado de esos encasillamientos.

La Convención de Ottawa con las minas terrestres tuvo otra característica fundamental, como fue el empleo del voto para zanjar diferendos. Ante la amenaza de una votación, los negociadores de la convención arribaban de inmediato al consenso, recordó Lewis.

En cambio, en la CD se abusa de la regla del consenso, que en la práctica se convierte en un verdadero veto. De ese modo, las preocupaciones de un país invalidan por completo a una mayoría de opinión existente.

Ahora eso no se considera un proceso democrático, reflexionó la experta británica.

En consecuencia, en su documento final entregado este martes, la CD reconoció que ”una vez más este año no ha convenido un programa de trabajo y no ha restablecido ni constituido mecanismo alguno” para ocuparse de los temas de su orden del día.

Lewis, a modo de balance, refirió que, en términos de la realidad de las personas comunes de la calle, 2003 ha sido para la CD ”otro año desperdiciado”.

Otra actitud mostraron los militantes de la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas (ICBL), la organización reconocida en 1997 con el premio Nobel de la Paz.

Susan B. Walker, de la ICBL, dijo que 69 países han destruido más de 52 millones de minas antipersonal almacenadas, cuatro millones de las cuales fueron inutilizadas el año pasado.

El número de países fabricantes de minas descendió de más de 50 a sólo 15 y desde 1990 no han verificado más exportaciones significativas de esos artefactos.

Pero en el período posterior, a mayo de 2002, todavía emplearon minas antipersonas seis países, que son India, Iraq, Myanmar, Nepal, Pakistán y Rusia, confió Walker.

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