Pescadores artesanales de Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala ven incierto el futuro de su actividad ante la feroz disputa por los recursos marinos y técnicas de captura como el uso de venenos y explosivos.
Estos países centroamericanos carecen de planes de desarrollo pesquero que regulen la extracción de especies y brinden opciones económicas al sector no industrial, aseguraron fuentes consultadas por Tierramérica.
Las exportaciones pesqueras aportaron el año pasado 122 millones de dólares a Costa Rica, 171 millones de dólares a Honduras y apenas 27 millones de dólares a El Salvador. Viven de la pesca artesanal e industrial, 26.000 salvadoreños, 100.000 hondureños y 132.000 guatemaltecos.
Pero la competencia por los recursos y el afán de aumentar cantidad y variedad de las capturas menguan por igual las poblaciones de pargo de la mancha, cabrilla gris y corvina coliamarilla, entre otras.
El Salvador posee 715 especies marinas, 150 de interés comercial, y Costa Rica, con un área oceánica diez veces mayor a la terrestre, alberga cinco por ciento de los peces conocidos en el planeta.
Parte del problema en Costa Rica es que 70 por ciento de los cuatro mil pescadores artesanales de ese país se concentra en el noroccidental golfo de Nicoya, sobre el Pacífico, principal centro pesquero nacional, explicó el director técnico del Instituto de Pesca (Incopesca), Antonio Porras.
Las leyes costarricenses en la materia datan de hace 52 años y no constituyen un marco jurídico que permita sancionar prácticas ilegales, además de que no brindan opciones al pescador artesanal.
Entre los métodos nocivos para los ecosistemas se cuenta el uso de redes de malla fina, que permiten atrapar camarones jóvenes antes de haberse reproducido.
O el arrastre a pequeña escala, que consiste en hundir la red hasta el fondo del mar para levantarla extendida formando una cortina que sustrae indiscriminadamente todo tipo de especies.
La Universidad Nacional e Incopesca intentan elaborar en cinco años un plan de manejo que incluye capacitación al sector pesquero.
En El Salvador, la extracción artesanal generó 12 millones de kilogramos de pescado en 2002, por valor de 14 millones de dólares, contra sólo dos millones de kilogramos producidos por el sector industrial.
Pero éste obtuvo ingresos por 13 millones de dólares debido a que captura casi todo el camarón, la especie más cotizada del mercado.
Como extraen poco del valioso camarón, los pescadores artesanales buscan vías que les permitan mayores volúmenes de producción.
Así, aunque las leyes fijan controles de talla o tamaño para cada especie, resulta difícil mantener a los pescadores alejados de tentaciones económicas, afirmó Juan Navarrete, de la privada Agencia de Desarrollo Económico.
Es difícil crear conciencia en los pescadores para el uso racional de los recursos, pues esto disminuye sus ingresos económicos, apuntó por su parte Juan Ulloa, del Centro de Desarrollo Pesquero.
Algunos utilizan en ríos y esteros un veneno elaborado con la planta del barbasco, señaló.
En áreas con abundancia de peces, los pescadores lanzan explosivos a unos cuantos metros de la superficie, matando toda forma de vida en ese segmento.
En la bahía de Jiquilisco, en el sudoccidental departamento salvadoreño de Usulután, se colocan ramas de mangle en el fondo de los canales con la intención de crear refugios para peces y luego lanzar granadas, al amparo de la noche.
Pedimos al gobierno que nos apoye con transferencia de tecnología y capacitación sin haber recibido respuesta, aseguró Ever García, dirigente de la Federación de Pescadores Artesanales salvadoreños.
También en Honduras es habitual el uso de dinamita y de mallas muy finas en las que caen larvas y especies al borde de la extinción.
Según el técnico Miguel Suazo, de la Dirección General de Pesca (Digepesca), por cada larva de camarón silvestre que se captura, se destruyen otros 10 tipos de larvas.
El activista y pescador Jorge Varela, del Comité para la Defensa y Desarrollo de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca, lamentó la situación de marginación del sector pesquero en Honduras.
No hay políticas de conservación y los recursos marinos se agotan. Los pescadores nos sentimos abandonados, explicó Varela.
Limitaciones presupuestarias explican la inexistencia en Honduras de un plan integral de desarrollo y de un inventario de especies marinas nativas, justificó el titular de Digepesca, Pedro Castellón.
No obstante, se desarrollan nuevas políticas, como la revisión de leyes que datan de 1959.
La intención es desterrar el hábito muy extendido en la costa atlántica de pescar cerca de las barras del litoral, donde se concentran especies para su reproducción.
La actividad pesquera presenta grandes contrastes en Guatemala: es muy limitada en el litoral atlántico, mientras en el pacífico se realiza inclusive mediante instrumentos avanzados como navegadores por satélite, dijo el director de la estatal Unidad para la Pesca, Juan Segura.
La introducción de alta tecnología ha contribuido a erradicar prácticas como las detonaciones, que aún son posibles en ríos y otros cauces de aguas continentales, aunque sin ninguna o muy baja incidencia en el ambiente, opinó Segura.
Unas 1.240 embarcaciones artesanales y de pequeña escala operan en aguas interiores guatemaltecas.
* Publicado originalmente el 20 de septiembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. Con aportes de Jorge A. Grochembake (Guatemala), Thelma Mejía (Honduras), Sandra Rodríguez (El Salvador) y Katiana Murillo (Costa Rica). (