AMBIENTE-VENEZUELA: Ecoturismo trae dinero y protección

Extensas haciendas de las llanuras venezolanas, que incorporaron el turismo ecológico por su rentabilidad, han logrado mejorar el cuidado de fauna, flora y reservas de agua, e incentivar el desarrollo científico y educativo.

Zorros, venados o chigüires (capibaras), bandadas de garzas o solitarios búhos, babas (pequeños cocodrilos), tortugas y, si hay suerte, un puma o un jaguar pueden ser vistos en la libertad de su ambiente natural por los amantes de la fauna que instalen su cuartel general en añejas casonas transformadas en posadas.

El Hato Piñero siempre fue una hacienda para cría de ganado de manera extensiva, ”que asumió la necesidad de conservar el ecosistema circundante, que atraviesa los pastizales, mientras buscábamos una raza de ganado resistente a las condiciones del llano venezolano”, narró a IPS su presidente Jaime Pérez Branger.

Ese establecimiento, ubicado a 300 kilómetros al sudoeste de Caracas y junto a los ríos Portuguesa y Cojedes, tributarios del río Orinoco, abarca casi 80.000 hectáreas, que equivalen al doble de la superficie de Barbados, más de 70 por ciento de ellas cubiertas de bosques y sabanas que se inundan en la temporada de lluvias (mayo-octubre).

Sus conductores hablan con orgullo del desarrollo de la raza Rojo Piñereño, un bóvido que puede entregar en dos años la cantidad y calidad de carne para la que otros bovinos en Venezuela precisan cuatro años.

Pero también se refieren con igual satisfacción a la conservación del hábitat para felinos, otros mamíferos, aves y reptiles, y al establecimiento de un herbario.

”Tenemos a disposición de investigadores un inventario con 2.000 muestras de las 1.500 especies vegetales presentes en Piñero”, comentó a IPS el biólogo Francisco De Lacio.

”Eso incluye 37 especies forrajeras y los únicos bosques no intervenidos de Cojedes”, el estado de 14.800 kilómetros cuadrados donde está enclavada la propiedad rural.

Pérez Branger reivindicó para el hato (hacienda) ”una visión integral, en la que la producción (unas 25.000 cabezas de ganado) se combina con la preservación de la flora, la fauna, la investigación, la educación -recibe a grupos de escolares de Cojedes- y el turismo de observación de la naturaleza, que es una fuente autónoma de ingresos”.

Más al este, junto a Corozopando, un poblado de 500 personas, y ya en el estado de Guárico se encuentra el establecimiento La Fe, que aprovecha para el turismo el refugio de garzas y otras especies en que se ha convertido un caño que cruza esa hacienda de 1.070 hectáreas.

”Desde este año la actividad turística genera más ingresos para nosotros que la ganadera”, indicó a IPS la gerenta de la propiedad, Sorelia Franco, al pasar revista a las instalaciones y programas que incluyen paseos a los esteros (ciénagas) de Camaguán y ambientes para terapias naturistas.

Al lado de La Fe se ubica Masaguaral, con 7.000 hectáreas, carente de posadas (aunque admite turistas guiados) y donde se ha instalado una estación biológica, con apoyo del instituto estadounidense Smithsonian y el Ministerio de Ambiente venezolano.

La estación se dedica a la cría en cautiverio del caimán del Orinoco (Caiman crocodrilus), una especie amenazada de extinción hasta que se inició el programa en los años 90.

Masaguaral ”no es un hato con vocación turística, pero aporta al entorno su condición de área que preserva bosques y aguas para el refugio de flora y fauna”, indicó a IPS el agrónomo José Gregorio Acosta.

”Aquí se practica la ganadería extensiva sobre pastos naturales, y hay veda para la deforestación y el uso de biocidas o fertilizantes artificiales”, explicó.

Más al sur, en el estado de Apure, fronterizo con Colombia, se desarrollan experiencias turísticas en extensos establecimientos agropecuarios, como El Cedral, con 53.000 hectáreas, y El Frío, con 80.000 hectáreas, éste último provisto de una estación biológica que también cría caimanes, chigüires y babas.

Toda esa veta de turismo crece en las ofertas de las firmas operadoras.

Una de ellas, Piedras Vivas, estructura un periplo de aventura suave (soft adventure) para enlazar por vía fluvial varias de esas haciendas, como La Fe y Piñero, con el empleo de los botes que son el vehículo obligado de los faeneros del llano durante la estación lluviosa.

”Los hatos son un atractivo formidable, aun cuando el turismo requerirá un mejor desarrollo de la infraestructura a lo largo del recorrido fluvial”, que puede consumir una jornada, advirtió a IPS el representante de Lost World Adventures, José Bravo.

Las llanuras aspiran captar una fracción importante del turismo que llega a Venezuela, disminuido en los últimos dos años a menos de 600.000 visitantes, después que en 1997 alcanzara un pico de 800.000.

Datos de la Organización Mundial de Turismo indican que entre 10 y 15 por ciento de los 700 millones de turistas que viajan por el mundo cada año se orienta hacia el turismo de naturaleza y aventura.

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