AMBIENTE-IRAQ: Uranio empobrecido deja malas vibraciones

Diversas enfermedades que aquejan a soldados estadounidenses en Iraq y el alarmante nivel de radiación en algunas zonas de Bagdad agravan la preocupación sobre la contaminación con uranio empobrecido y otras toxinas en el país árabe.

Más de 6.000 soldados estadounidenses fueron retirados de Iraq por razones médicas desde el comienzo de la guerra, informó el diario The Washington Post. Unos 1.400 resultaron heridos en combate o en accidentes. Pero los restantes contrajeron enfermedades físicas o mentales.

En julio, el ejército de Estados anunció que dos soldados habían muerto de neumonía severa y que más de cien estaban hospitalizados por la enfermedad.

Existen varias evidencias de la falta de protección de los soldados extranjeros apostados en Iraq y de la población civil a causa de los residuos tóxicos sembrados al parecer por la guerra.

Un corresponsal del diario estadounidense Christian Science Monitor recorrió con un contador Geiger algunas áreas de Bagdad sometidas del 20 de marzo al 1 de mayo a fuertes bombardeos de las fuerzas encabezadas por Washington.
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En varias zonas residenciales, el nivel de radiación era entre 1.000 y 1.900 veces mayor al normal. Una explicación posible es la presencia en el ambiente de uranio empobrecido.

Esta sustancia es utilizada para la fabricación de proyectiles, generalmente en aleación con titanio, con gran poder de penetracion en tanques y otros vehículos blindados.

Con ese fin, se emplean los remanentes del isótopo uranio 235, altamente radiactivo, luego del enriquecimiento del mineral para su utilización en armas nucleares o en centrales de energía.

La alta densidad del uranio, aun empobrecido, permite a las municiones cargadas con ese tóxico atravesar blindajes de acero muy resistentes, e incluso edificios de hormigón. La radiactividad de ese desecho, barato y accesible, es la mitad de la del uranio natural, pero conserva gran toxicidad.

Las fuerzas invasoras en Iraq dispararon esos proyectiles desde tanques estadounidenses M1A1 y M1A2 Abrams, estadounidenses, y Chalenger, británicos, así como desde vehículos de combate Bradley y desde aviones A10, conocidos como ”quiebra-tanques”.

Al estallar, las municiones dispersan las partículas de uranio en amplias áreas y pueden ser inhaladas con la respiración o ingeridas con alimentos.

El Departamento (ministerio) de Defensa estadounidense sostuvo que las municiones de uranio empobrecido eran indispensables para dar ventaja a sus soldados en el campo de batalla.

Pero algunos ven razones más cínicas para la popularidad de estas armas: Estados Unidos es el mayor generador mundial de estos desechos, con 700.000 toneladas hasta ahora almacenadas que van en aumento.

Como el suministro es controlado por el Departamento (ministerio) de Energía, se dispone de este material fácilmente y gratis. Además, el organismo gubernamental logra así desembarazarse de tan molesto desecho tóxico.

Las municiones de uranio empobrecido hicieron su debut bélico en la guerra del Golfo de 1991, y fueron luego utilizados ampliamente en Bosnia-Herzegovina y en la provincia servia de Kosovo, así como en Afganistán en 2001.

Expertos calcularon que se liberaron en el ambiente iraquí al menos 200 toneladas de uranio empobrecido en la guerra de este año, que puso fin al régimen de Saddam Hussein.

Dos médicos iraquíes aseguraron que los casos de cáncer en la meridional región de Basora se decuplicaron desde 1988. Además, el neonatólogo Janan Ghalib Hassan sostuvo que los casos de niños nacidos con defectos congénitos, como falta de miembros o de ojos, aumentaron de 37 en 1990 a 611 en 2001.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) concluyó que la invasión de este año empeoró ”sin lugar a dudas” los serios problemas ambientales acumulados en Iraq en las últimas dos décadas, incluidos los originados por la guerra con Irán en los años 80.

Algunos estudios determinan que las municiones de uranio empobrecido aumenta el riesgo de cáncer infantil, defectos congénitos y otros daños de salud de largo plazo.

El Instituto de Investigacione sobre Política Nuclear (NPRI) y otras organizaciones exigen a Washington que deje de utilizar estos proyectiles e inicie un plan de limpieza de las áreas contaminadas.

El gobierno estadounidense ha negado en reiteradas ocasiones que las municiones con uranio empobrecido dañen la salud humana. En un reciente informe titulado ”Aparato de mentiras”, el Departamento de Estado (cancillería) atribuyó esas versiones al gobierno iraquí.

Los fabricantes de armas estadounidenses y británicos también utilizan este material para reforzar el blindaje de tanques, por lo cual también podría afectar el organismo de los soldados que los operan.

Existe ”consenso científico” en que la alta exposición a este material causa enfermedades renales, desórdenes neurológicos y cáncer de pulmón y de huesos, dijo el activista Ian Willmore, de la filial en Londres de la organización ambientalista Amigos de la Tierra Internacional.

También se le atribuyó a esta sustancia el ”síndrome de la guerra del Golfo”, que afecta a los veteranos de 1991 y que se caracteriza por fatiga, pérdida de memoria y dolor en las articulaciones.

La limpieza de un área donde se diseminó uranio empobrecido es muy difícil, y puede costar hasta 5.000 millones de dólares cada 200 hectáreas, sostuvo el director de Políticas e Investigación de Amigos de la Tierra, Duncan McLaren.

También hay evidencia de que este material puede penetrar en el suelo y permanecer allí largos periodos, afirmó Willmore.

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