Los musulmanes de Tailandia se preparan para soportar presiones y sospechas tras el arresto del indonesio Riduan Isamuddin, más conocido como Hambali, supuesto líder de la red terrorista internacional Al Qaeda en Asia sudoriental.
Hambali, responsabilizado por Estados Unidos del atentado en la meridional isla indonesia de Bali en octubre, fue detenido el 11 de este mes a 80 kilómetros de Bangkok, y está bajo custodia de oficiales del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI), informó el periódico tailandés The Nation.
Este erudito en Islam de 38 años, considerado por Washington el Osama bin Laden de Asia oriental, había escapado de Indonesia para ocultarse en la comunidad musulmana de Ayutthaya, la ciudad tailandesa en la que fue detenido, añadió el periódico el 15 de este mes.
Hambali fue identificado antes de su arresto como jefe operativo de Jemaiah Islamiyah, organización indonesia que pretende crear un estado panislámico de toda Asia sudoriental y que, según servicios de inteligencia orientales y occidentales, ha planificado numerosos atentados terroristas en la región.
Se lo acusa de planificar el atentado con bomba en Bali el 12 de octubre de 2002, en que murieron 202 personas, 80 de ellas australianas.
Las autoridades estadounidenses también buscaban a Hambali por sus vínculos con Al Qaeda, forjados en sus años de entrenamiento en campamentos en Afganistán. El combatiente indonesio es, según estas versiones, el único no árabe integrante del comité militar de la red terrorista.
El jefe de detectives de Indonesia, general Ermin Mappaseng, también responsabilizó a Hambali del atentado del 5 de este mes contra el hotel Marriott de Yakarta, en que murieron 12 personas.
Este arresto puede facilitar otros, en particular de aquéllos que dieron protección a Ambali, afirmó el periodista Kavi Chongkittavorn, columnista y editor de The Nation. Esto es sólo la punta del iceberg. Habrá otros arrestados, pronosticó.
Esta perspectiva siembra temor entre los musulmanes de Tailandia, un millón de los 62 millones de habitantes de este país de mayoría budista.
Aumentará la presión sobre los musulmanes. Habrá más vigilancia, más sospechas. Espero que éstas se procesen de manera razonable, dijo a IPS el ex canciller Surin Pitsuwan, destacado integrante de la comunidad islámica.
De cualquier manera, resulta evidente que la situación creará un ambiente hostil hacia los musulmanes. Puede haber un desborde emocional. Ese es el riesgo, advirtió Pitsuwan.
Las organizaciones de la comunidad islámica ya manifestaron preocupación por las dificultades a las que son sometidos debido a las medidas de seguridad que tomaron las autoridades.
Una multitud de musulmanes protestaron frente a la sede del parlamento contra nuevas leyes antiterroristas, promulgadas por el Poder Ejecutivo el 11 de este mes y dirigidas especialmente contra el extremismo islámico.
En las cinco provincias del sur, de mayoría musulmana, la comunidad islámica está bajo presión tras el arresto en junio de tres tailandeses involucrados en un plan de Jemaiah Islamiyah para detonar bombas en embajadas y centros turísticos.
Hambali pidió prestado su nom de guerre a un jeque árabe del siglo VIII. Se le atribuyen atentados con explosivos contra iglesias cristianas de Indonesia y Malasia en la navidad de 2000.
Las agencias de inteligencia de Indonesia, Malasia y Estados Unidos, así como testimonios de los arrestados por el atentado de Bali, atribuyen a Hambali su autoría intelectual. También indican que él fue quien manejó los 36.000 dólares que costó la operación.
El presidente estadounidense George W. Bush lo consideró uno de los terroristas más letales del mundo, y el primer ministro australiano John Howard dijo que se trataba del principal vínculo entre Al Qaeda y Jemaiah Islamiyah.
A pesar de su actual notoriedad, Hambali fue durante mucho tiempo un desconocido, excepto para un selecto grupo de combatientes islámicos.
La madre de Hambali, Eni Mariani, lo recordó en una entrevista como un joven devoto que sufría la opresión, a pesar de que era muy tranquilo y reservado. Nació en el pueblo indonesio de Sukamanah, cuya escuela islámica había sido fundada por su abuelo.
El mayor de 12 hermanos, Hambali viajó a Malasia en 1985 huyendo del régimen de Alí Suharto, quien pretendía imponer por la fuerza una versión muy moderada de la fe musulmana. De Malasia se dirigió inmediatamente a Afganistán.
En esos años, luchó contra la ocupación soviética de ese país, contra el ejército filipino en la secesionista isla de Mindanao y contra los cristianos en las localidades indonesias de Ambon, Poso y Maluku.
Tras los atentados de Bali, se convirtió en uno de los más buscados por la policía de al menos cuatro países: Estados Unidos, Filipinas, Indonesia y Malasia.
En los años 90, se dedicó también a predicar en Malasia. Cuando Hambali hablaba sobre la 'jihad' (guerra santa), te venían ganas de tomar las armas y ayudar a los musulmanes oprimidos del mundo, dijo Mohamad Sobri, quien concurría con frecuencia a sus usrahs (pequeños grupos de discusión).
Tailandia se ha considerado un país libre de radicalismo islámico, en contraste con Filipinas, Indonesia, Malasia y Singapur, donde las autoridades han detectado y arrestado a musulmanes vinculados con Jemaiah Islamiyah o con Al Qaeda.
Bangkok ha rechazado las acusaciones aparecidas en la prensa occidental de que la actitud de apertura hacia los extranjeros ha permitido a radicales islámicos de todo el mundo instalarse en este país para escapar de la persecución en los vecinos. Hambali era uno de ellos.
Detener a Hambali es un gran avance en muchos frentes. Interrogarlo puede permitir lograr una mejor idea sobre la fuerza de Jemaiah Islamiyah en el sudeste de Asia y también la de Al Qaeda, dijo a IPS el experto en seguridad Panitan Wattanayagorn, de la Universidad Chulalongkorn.
Un alto oficial de la seguridad tailandesa afirmó en julio que Hambali estaba en este país y que contaba con la protección de nueve líderes musulmanes.
Ese reconocimiento, el arresto de Hambali y el anterior de tres personas vinculadas con Jemaiah Islamiyah a mediados de junio son los indicativos más claros de que Tailandia admite no estar a salvo y comienza a tomar medidas contra el extremismo islámico.
El gobierno tailandés puede atribuirse el crédito de dar un gran impulso a la campaña antiterrorista, dijo Panitan.
Tailandia no puede seguir siendo visto como país en la periferia de la guerra contra el terrorismo, añadió Kavi en The Nation. El arresto de Hambali significa que Tailandia aspira a unirse a los países del centro de la campaña.
(*) Con aportes de Baradan Kuppusamy, desde Kuala Lumpur.
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