La malaria no pudo ser erradicada de América Central en la era del DDT y aún permanece enquistada en Panamá, donde dos comarcas sufren brotes epidémicos, y se extiende en Guatemala a zonas ajenas hasta hace poco a la enfermedad.
El insecticida DDT (diclorodifeniltricloroetano), compuesto órgano-clorado muy tóxico y persistente, se utilizó hasta los años 80 en el istmo como arma estratégica contra este padecimiento febril producido por un protozoo (Plasmodium falciparum) y transmitido al ser humano por la picadura de mosquitos anofeles.
Para fines de salud pública, se aplicaron en la región 85.000 toneladas de DDT, que tuvo además un uso intensivo como plaguicida agrícola, según un estudio auspiciado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En América Central se registraron 1,43 casos por cada 1.000 personas en 2000, según la OPS.
Pero la resistencia parcial del mosquito a insecticidas sustitutos, como la deltametrina, aplicada desde hace varios años en Panamá, obligó a emplear el órgano-fosforado fenitrothion, explicó a Tierramérica la jefa de Control de Vectores del Ministerio de Salud, Elsa Arenas.
Las comarcas de Ngöbe Buglé, en la (occidental) provincia de Bocas del Toro, y (la nororiental) Kuna Yala, en la frontera con Colombia, padecen una real epidemia por Plasmodium falciparum, exacerbada desde mayo, precisó.
Además de aplicar (los medicamentos) cloroquina y primaquina a las personas infectadas y eliminar los criaderos de mosquitos mediante controles biológicos, en el caso de Kuna Yala recurriremos al fenitrothion, cuyo uso está bajo estricto control en el país, añadió.
Nos mantendremos en alerta, pues el riesgo de contagio en regiones ahora controladas será increíblemente alto mientras exista un mosquito en áreas tropicales, explicó Arenas.
La epidemia puede ser manejada, pero no erradicada debido a que el hábitat es ideal para la reproducción del anofeles, señaló Arenas. Hasta la última semana de julio se registraron 2.765 enfermos de malaria en Panamá, contra 1.426 registrados en el mismo periodo de 2002.
Los flujos migratorios hacia polos de desarrollo dentro o fuera de cada país han sido considerados decisivos en la transmisión y generación de nuevos focos.
En Guatemala, históricamente el problema se concentró en el norte del país, en los departamentos de El Petén, Alta Verapaz, Izabal y El Quiché, pero en los últimos cinco años alcanzó la costa sur, afirmó a Tierramérica el jefe de Epidemiología del Ministerio de Salud, Francisco Ardón.
La malaria llegó a Escuintla, Suchitepéquez y Retalhuleu, sobre el océano Pacífico, donde se realizan los mayores esfuerzos por combatir al mosquito transmisor.
Sin embargo, hasta el 19 de julio se registraron 42.744 casos, contra 46.551 en el mismo periodo de 2002.
Ardón atribuye ese descenso a la efectividad de las campañas preventivas, cuyos resultados también se reflejan en que sólo un caso fue mortal en los últimos 18 meses.
En las fumigaciones no se utiliza DDT, prohibido en Guatemala desde 1974. Pero Edwin Garzona, consultor del Centro de Acción Legal-Ambiental y Social, aseguró a Tierramérica que ese plaguicida ingresa de contrabando.
Ardón reconoció que es posible el tráfico de DDT, pero el Ministerio de Salud carece de recursos para investigar ese contrabando, presuntamente practicado por agricultores.
Con 321 kilómetros de llanura costera a la que fluyen numerosos ríos, El Salvador también presenta condiciones propicias para la propagación de la malaria, que a principios del siglo pasado fue la mayor causa de morbilidad en ese país.
No obstante, hasta la penúltima semana de julio se registraron 21 casos, contra 70 en 2002, según estadísticas oficiales.
Muy importante para esos resultados ha sido la participación civil en áreas catalogadas como de alto riesgo. Actualmente contamos con 3.500 colaboradores, cuya labor permitió un diagnóstico temprano, aseguró a Tierramérica el médico Juan Hugo Francia, responsable del programa de prevención y control de malaria del Ministerio de Salud Pública.
El rociado domiciliario con DDT fue suspendido en El Salvador en 1968, cuando se detectó la resistencia del vector al pesticida, y no por razones de toxicidad.
La fumigación en viviendas continuó con venenos piretroides, reservados sólo a situaciones de emergencia, y con un costo cuatro veces superior al del DDT.
La malaria afecta a unos 300 millones habitantes de países en desarrollo y mata a un millón de personas por año.
Debido a que el anofeles desarrolla resistencia a nuevos insecticidas, grupos como la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) no se oponen al uso sanitario del DDT en países como Sudáfrica.
* Publicado originalmente el 16 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (