Los férreos controles fronterizos aplicados por Estados Unidos en su límite con México provocaron en los últimos 10 años la muerte de más de 3.000 emigrantes irregulares y la detención de otros 12 millones, además de apuntalar el negocio del tráfico de personas.
Las evidencias señalan que Washington fracasó en su política migratoria, sentenció Guillermo Alonso, investigador del Colegio de la Frontera Norte, institución mexicana que acaba de terminar un estudio sobre la emigración clandestina hacia Estados Unidos.
Antes de 1993, era posible ingresar a Estados Unidos desde México sin demasiados problemas, mediante el pago de menos de 50 dólares a un traficante de personas, en general de origen latinoamericano.
En aquel tiempo, las muertes de emigrantes irregulares eran esporádicas y en su mayoría por atropellamiento, cuando los viajeros cruzaban sin cuidado las autopistas estadounidenses.
Hoy, para ingresar a Estados Unidos de forma clandestina se debe pagar de 1.500 a 3.000 dólares a los traficantes, muchos de ellos originarios de ese país, quienes llevan a sus clientes por los lugares menos vigilados, que son al mismo tiempo los más inhóspitos y peligrosos.
En los últimos 10 años, 3.000 personas murieron cuando intentaban llegar a ciudades de Estados Unidos, extraviadas en desiertos, ahogadas al cruzar un río o abandonadas dentro de camiones o trenes sellados, según la investigación del Colegio de la Frontera Norte.
En mayo, por ejemplo, fallecieron 17 emigrantes irregulares, en su mayoría mexicanos, por asfixia y hambre, tras ser abandonados en la caja de un camión en el meridional estado estadounidense de Texas, a unos 350 kilómetros de la frontera con México.
La persecución creciente y coordinada de los gobiernos de Estados Unidos y México contra las bandas de traficantes sugiere que esos grupos son el origen del problema de las muertes de emigrantes irregulares y de su traslado por lugares peligrosos. Pero esa noción es falsa, afirmó Alonso.
Esas muertes y la creciente fuerza de las organizaciones de polleros o coyotes, como se llama en México a los traficantes de personas, se deben a la criminalización de la emigración, sostuvo.
Para Alonso, es evidente que los esfuerzos para frenar la emigración por la fuerza han fracasado.
Estados Unidos y México comparten una frontera de 3.200 kilómetros, cada vez más vigilada y a lo largo de la cual se han levantado muros e instalado sofisticados sistemas de seguridad.
Pese a esos controles, miles de mexicanos aún acuden a los polleros para que los ayuden a cruzar la frontera y sumarse a los 20 millones de personas que integran la comunidad mexicana en Estados Unidos.
No es una broma hablar de los polleros. Hablar de los polleros es hablar de las mafias que están trabajando en el intercambio de personas como si fueran objetos, afirmó el 14 de este mes el canciller mexicano, Ernesto Derbez.
Las policías de Washington y México mantienen estrechos contactos para perseguir a esos traficantes. Gracias a esa coordinación, el 9 de este mes se detuvo en México a los hermanos Ismael y Eliseo Peralta, líderes de la que habría sido la quinta organización mundial más importante de traficantes de emigrantes hacia Estados Unidos.
El portavoz de la Oficina de Seguridad del Servicio de Inmigración de Estados Unidos, Lauren Mack, reconoció a fines de julio que el tráfico de personas es un negocio creciente en el que sus compatriotas están cada vez más involucrados.
Según el estatal Instituto Nacional de Migración de México, en el país operan por lo menos 100 bandas de traficantes de indocumentados, cuyas ganancias anuales suman más de 1.500 millones de dólares.
Yo recurrí a un pollero, pues no hay otra forma de cruzar a Estados Unidos, pues si no te pierdes y no sabes ni cómo hacerle ni por dónde iniciar el viaje, dijo a IPS Heriberto, un joven mexicano que fue y regresó de Estados Unidos de forma ilegal sin problemas.
Heriberto es uno de los casi 1.000 emigrantes irregulares que ingresan cada día a Estados Unidos sanos y salvos, la mayoría de los cuales se queda en ese país.
El pollero me ayudó, de ninguna forma creo que sea un criminal, sostuvo el joven, que se desempeña como conserje en un edificio de la capital mexicana.
El presidente de México, Vicente Fox, busca desde el comienzo de su gestión, a fines de 2000, que Washington legalice la estancia en el país vecino de más de cuatro millones de emigrantes irregulares mexicanos que trabajan allí, para así poner fin a la discriminación, el maltrato y los peligros que sufren.
Además, Fox demanda a su par estadounidense George W. Bush un acuerdo para regular la emigración.
A inicios de 2001, Bush parecía animado a negociar un entendimiento sobre el tema, pero enfrió su interés luego de los atentados del 11 de septiembre de ese año en Nueva York y Washington.
Las negociaciones continúan, pero los expertos dudan de que se logren acuerdos importantes este año.
Los problemas para ingresar a Estados Unidos por la frontera con México continuarán, y con ello aumentarán el número de muertes entre los emigrantes irregulares y el poder de los traficantes de personas, vaticinó Alonso. (