ECONOMIA-ARGENTINA: Una negociación clave con el FMI

Argentina comenzó a negociar un acuerdo con el FMI para reprogramar el pago de su deuda en un clima de expectativa por la estrategia del gobierno de Néstor Kirchner, que busca mejores bases para las relaciones entre ambas partes.

El ministro de Economía Roberto Lavagna anticipó que no pedirá nuevos préstamos al FMI (Fondo Monetario Internacional) para no aumentar la deuda, que ronda los 140.000 millones de dólares.

En cambio, explicó que reclamará una postergación del pago de intereses por 15.000 millones que vencen en los próximos tres años.

Pero la agenda de negociación es compleja. El FMI exige un ajuste fiscal ortodoxo, compensación para empresas y bancos afectados por la crisis financiera de 2001 y una reforma del sistema bancario. Buenos Aires intenta defender la incipiente estabilidad alcanzada por distintas vías.

”Tenemos una expectativa, aunque moderada, de una negociación diferente”, confió a IPS el economista Alejandro Vanoli, profesor de la Universidad de Buenos Aires y miembro del Grupo Fénix, que nuclea a críticos del modelo neoliberal que dominó la conducción económica argentina en los años 90.
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”En el gobierno hay una decisión de plantarse de otro modo ante el FMI respecto de lo que fue en los años 90, cuando Argentina aceptaba los condicionamientos del organismo y era su alumno dilecto”, opinó Vanoli.

No obstante, advirtió que ”habrá que ver cómo se lleva a la práctica una negociación digna”.

Del mismo modo, el economista Martín Hourest, investigador de la Central de Trabajadores Argentinos, sostuvo que la agenda que quiere discutir el nuevo gobierno es ”claramente diferente” de la posición oficial ante las instituciones financieras internacionales en la década pasada. ”Pero por el momento es sólo enunciativa”, alertó.

En diálogo con IPS, Hourest admitió que se generó un espacio de disputa en torno a la negociación con el FMI, que hace difícil pronosticar un resultado.

”La política económica de Kirchner no está definida y hay una pugna de intereses, el gobierno está buscando apoyos, y habrá que ver cómo evoluciona el escenario”, advirtió.

Por ahora, los expertos señalan condiciones que contribuyen a apuntalar una posición firme de Argentina.

En primer lugar, Vanoli indicó la decisión adoptada en 2002 por Lavagna -cuando era ministro del ex presidente Eduardo Duhalde (2002-2003)- de no cancelar adeudos con reservas, a fin de sostener una precaria estabilidad.

”Esa decisión marcó un punto de inflexión”, pues sirvió para consolidar la estabilización y avanzar en un tímido crecimiento de la actividad, tras casi cuatro años de recesión y la más grave crisis económica, social y política de la historia del país, sostuvo el economista.

Asimismo, el descrédito internacional de las políticas recomendadas por el FMI juega a favor de Argentina, opinó Vanoli.

El organismo está recibiendo ”feroces críticas” de sectores tradicionalmente críticos, e incluso de otros más conservadores que lo acusan por sus desaciertos al prescribir medidas a los países o asistirlos con fondos frescos.

”Del lado de enfrente no hay ahora un organismo incuestionado y todopoderoso”, destacó.

Al contrario, mientras hace un tiempo las crisis eran atribuidas a la irresponsabilidad de los deudores, hay ahora mayor espacio para reconocer las responsabilidades del FMI, los especuladores financieros y las empresas calificadoras de deuda ante las crisis.

Un ejemplo fue la columna publicada el 3 de agosto en el diario estadounidense The Washington Post, que responsabiliza a los actores financieros de la Bolsa de Nueva York de alentar la idea de que Argentina era un país ”exitoso” en el que podían hacerse buenos negocios con sus papeles de deuda.

”Fue así como se sembraron las semillas de uno de los colapsos económicos más espectaculares de la historia moderna, una debacle en la que Wall Street jugó un rol importante”, señaló el columnista Paul Blaustein, citando a analistas financieros ”arrepentidos” de aquellas maniobras.

A juicio de Hourest, en la negociación con Argentina debe regir el principio de ”co-responsabilidad” entre el deudor y el auditor. ”En los 90 también había déficit fiscal y no obstante el FMI prestó miles de millones de dólares para sostener un modelo que propiciaba la fuga de capitales”, criticó el experto.

Ante este panorama, los negociadores argentinos se plantean resistir algunas exigencias del FMI. Por ejemplo, la insistencia en obtener un superávit fiscal de cuatro por ciento del producto interno bruto (PIB), destinable al pago de deudas, contra los tres puntos que ofrece Buenos Aires.

El economista Miguel Angel Broda, que asesora a grandes empresas, reconoció este mes ante sus clientes que el gobierno de Kirchner, que asumió a fines de mayo y cosecha popularidad por varias medidas, no pondrá en peligro la recuperación económica comprometiéndose a obtener un alto superávit.

El Fondo también reclama compensaciones a los bancos por la crisis financiera de 2001, que obligó a las entidades bancarias a devolver depósitos en dólares a una cotización de 1,40 pesos, mientras recibían pagos de créditos en moneda argentina con una indexación favorable para los deudores.

Asimismo, el FMI defiende a las compañías prestatarias de servicios públicos privatizados (la mayoría, filiales de empresas extranjeras) que reclaman aumentos a las tarifas congeladas desde inicios de 2002.

Desde entonces la inflación fue de 43 por ciento, pero el gobierno se resiste a aceptar subas que tendrían un fuerte impacto en el bolsillo de los usuarios.

Sin embargo, el Poder Ejecutivo presentó al parlamento un proyecto de ley que lo faculta a modificar los contratos de las privatizaciones y aumentar las tarifas.

Si el gobierno pretende llevar adelante un plan de crecimiento de la economía y aumento del empleo es ”absolutamente necesario” conseguir una mora para pagar intereses a instituciones financieras internacionales, y luego una quita en el capital de la deuda con acreedores privados, en cese de pagos desde diciembre de 2001, estimó Vanoli.

”Los países con recesiones largas requieren políticas de estímulo con bajas tasas de interés, un mayor gasto y menos impuestos, pero en los países en desarrollo se reclama justo lo opuesto: ajuste fiscal, tasas altas y mayores tributos”, puntualizó el economista, que también se refirió al caso de Brasil.

A su juicio, el compromiso del izquierdista gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva a obtener un superávit fiscal de 5 por ciento del PIB ”no es bueno para Argentina”.

”Una mejor sintonía con el Mercosur (que ambas naciones integran junto con Paraguay y Uruguay) haría más simétrica la negociación de Argentina con el FMI”, agregó.

La desaceleración económica brasileña, que coincide con la estricta política de ajuste fiscal de Lula destinada a ganar la confianza de los mercados financieros, no sirve a Argentina pero podría servir como ”el modelo de lo que se debería evitar” a la hora de tratar con el FMI.

En ese marco, Argentina se prepara para dar los primeros pasos de una discusión clave con la institución financiera, cuyo resultado marcará el rumbo de la política económica en los próximos años.

”El futuro de Argentina depende mucho de esta negociación”, concluyó Vanoli.

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