Shanti, de 19 años, nunca había salido de su aldea de Thakarnagar, en el estado indio de Bengala Occidental. Por eso, cuando un amigo la invitó a viajar en autobús hasta una aldea vecina para visitar a unos familiares, ni lo dudó.
Pero el amigo la llevó en cambio hasta la estación ferroviaria, y allí abordaron un tren que los condujo hasta la próspera metrópolis de Mumbai (ex Bombai), unos 2.000 kilómetros hacia el oeste.
En 48 horas, Shanti fue vendida al propietario de un burdel en el barrio de luces rojas de Kamathipura.
Ocho meses después, lastimada y devastada por el abuso sexual, fue rescatada por la policía y transferida a Liluah, un centro de detención de menores del gobierno estadual de Bengala Occidental en la ciudad de Howrah. Pero para entonces, estaba embarazada de cinco meses y había contraído el virus del sida.
Nupur, de Murshidabad, fue prostituida a los 14 años. Aunque la policía la rescató en 1995, su liberación de custodia sólo se produjo este año. Hasta entonces, languideció en Liluah mientras su caso se arrastraba en los tribunales.
Shanti y Nupur son apenas dos ejemplos de lo que ocurre a miles de sobrevivientes anónimas del rentable negocio de la prostitución.
Ya sea que lleguen a esa actividad por engaño o por la fuerza, esas mujeres y niñas raramente escapan de las garras de sus proxenetas y quedan condenadas a una vida de esclavitud sexual.
Aun cuando son rescatadas y trasladadas a centros de rehabilitación, el estigma y el rechazo de sus propias familias las obliga a menudo a regresar a la prostitución.
Shanti y Nupur tuvieron suerte de que una organización no gubernamental de Kolkata (ex Calcuta) llamada Sanlaap (Diálogo) las ayudara a través de un novedoso enfoque de rehabilitación y reinserción social.
Sanlaap, que realiza una campaña contra la explotación sexual organizada, tiene un programa de rehabilitación psicológica para niños y mujeres jóvenes rescatados de la prostitución, y también les ofrece capacitación laboral.
Shanti y Nupur salieron del centro de detención de menores rumbo a Sneha, el refugio de la organización en Kolkata, donde fueron recibidas con calidez y aceptación, el primer paso hacia una verdadera rehabilitación.
Ayudémoslas a curarse es el principio guía del hogar, explicó Indrani Sinha, directora ejecutiva de Sanlaap.
En primer lugar, el grupo las ayuda a asumir lo que pasaron, reconocer que no son responsables por ello y despojarse de todo sentimiento de culpa.
Con paciencia y ternura, las consejeras y trabajadoras sociales logran conversar con las jóvenes sobre diversos asuntos de salud mental y comportamiento, incluso los vinculados con abuso de drogas y el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida).
Actualmente, 35 adolescentes y jóvenes mujeres están descubriendo en Sneha que la vida puede ofrecer tranquilidad y oportunidades.
Tratamos de estimularlas a pensar en asuntos importantes para ellas a través de una terapia de apoyo y expresión, explicó Sinha.
Para las jóvenes infectadas con VIH como Shanti, el hogar lanzó un grupo de apoyo llamado Asha. Inicialmente, funcionaba como un espacio donde las víctimas podían hablar de su salud y su tratamiento, obtener información y ayudar a nuevas integrantes a asumir su condición.
Ahora, el grupo se ha transformado en una voz poderosa que a través de sátiras promueve el derecho de las víctimas del VIH a obtener tratamiento y apoyo y a no ser discriminadas.
Las sátiras también aluden a la demanda de muchachas de cada vez menor edad en la prostitución, alentada por la creencia de que con ellas los clientes corren menor riesgo de contagiarse del VIH.
Shanti, convertida en una de las voces principales del grupo, insiste una y otra vez en que no deben realizarse pruebas forzosas de detección del VIH a las víctimas del tráfico.
La joven concibió grandes planes para su hija, que ahora tiene casi tres años. Quiero mandarla a una buena escuela. Tengo mucho que probar, quiero demostrar que aun una joven como yo puede tener una vida a pesar de todo, dijo.
La aceptación y reintegración a la familia es parte importante de la rehabilitación, explicó Roop Sen, una veterana activista de Sanlaap.
La ONG lanzó un programa de capacitación laboral en 2001 para las sobrevivientes del tráfico sexual. Aun después de la reintegración a sus hogares en las provincias, las chicas pueden confeccionar ropa, por ejemplo, e incluso tener un autoempleo, dijo Roop.
Según Sanlaap, sólo en Kolkata hay unas 100.000 mujeres y niñas en la prostitución.
En general son introducidas en la industria por sus 'esposos' o engañadas con promesas de empleo. Una vez allí, quedan bajo control de una mafia, explicó Sinha. (