El régimen de Arabia Saudita se muestra dispuesto a luchar decididamente contra el terrorismo, mientras su política en la materia es cada vez más criticada en Estados Unidos.
El reino saudita es la cuna de una de las facciones más radicales del Islam, la wahabí, y también de Osama bin Laden, líder de la red terrorista Al Qaeda, y de 15 de los 19 perpetradores de los atentados que el 11 de septiembre de 2001 dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington.
El hombre fuerte del régimen saudita, el príncipe heredero y primer ministro Abdulá bin Abdul Aziz Al Saud, dijo el lunes en una declaración televisada que el gobierno lanzará un diálogo nacional sobre terrorismo y extremismo, y que instalará en Riyad un centro para diseñar medidas contra el fenómeno.
El principe Abdulá es vinculado con las facciones más moderadas de la familia real, pero en su declaración habló también en representación del rey Fahd, a quien se percibe cercano a los sectores más radicales.
”Hablo en nombre del rey Fahd. Nuestra intención al establecer este centro es alcanzar la meta histórica de crear un canal para las ideas responsables sobre el combate contra el extremismo y contra el terrorismo”, dijo el príncipe heredero.
El edificio del centro ya comenzó a construirse, dijo Abdulá, quien, sin embargo, no adelantó cuándo comenzaría a funcionar la institución, ni los procedimientos ni mecanismos para el diálogo nacional.
Los radicales sauditas no solo son encarnizados enemigos de Estados Unidos y de Occidente, sino de los gobiernos árabes prooccidentales, entre ellos Riyad, y hace mucho tiempo alientan su derrocamiento.
Las organizaciones que reúnen a los radicales han realizado numerosos atentados desde la guerra del Golfo de 1991 contra Iraq contra blancos occidentales en Arabia Saudita, incluidas bases militares que albergan a soldados estadounidenses.
En marzo, atacaron un complejo residencial en Riyad donde viven occidentales y poderosas familias sauditas.
El príncipe heredero saudita realizó su anuncio pocos días después del fracasado pedido del canciller Saud Al-Faisal al Congreso legislativo estadounidense de desclasificar totalmente un informe reservado del gobierno de George W. Bush sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Veintiocho de las 850 páginas del informe fueron tachadas por Washington para proteger a las fuentes de inteligencia y salvaguardar los mecanismos de recolección de información.
Según fuentes legislativas estadounidenses, esas páginas atribuyen a organismos y funcionarios del gobierno saudita vínculos con los autores de los atentados en Nueva York y en Washington. Riyad siempre ha negado tener conocimiento de la actividad de esos terroristas.
El príncipe Saud Al Faisal aseguró en Washington, luego de entrevistarse con Bush, que ”Arabia Saudita no tiene nada que ocultar”. Pero ”no podemos contestar a páginas tachadas”, dijio.
De todos modos, el canciller saudita dijo, al regresar a su país, que comprendía por qué Estados Unidos no podía compartir esa información. Bush ”está preocupado por las vidas que estarían en peligro” y ”le creemos”, afirmó.
Una figura clave en los últimos encontronazos entre Riyad y Washington es Omar al-Bayyoumi, saudita que vivió en el sudoccidental estado de California y que, según el gobierno de Bush, conoció a dos de los secuestradores de los aviones comerciales con que se cometieron los ataques del 11 de septiembre.
Al-Bayyoumi, que ahora vive en Arabia Saudita, fue interrogado por funcionarios de seguridad estadounidenses y británicos luego de los atentados, pero fue liberado. También respondió a las preguntas de investigadores sauditas.
Pero Washington quiere que Riyad entregue a Al-Bayyoumi. La respuesta ha sido negativa. ”Nunca hemos entregado a un saudita a un estado extranjero y nunca lo haremos”, dijo el ministro del Interior, príncipe Nayef.
De todos modos, el gobierno de Arabia Saudita permitirá a investigadores estadounidenses interrogar a Al-Bayyoumi dentro del país.
Al-Bayyoumi dijo al canal de televisión satelital Al Jazeera, de Qatar, estar dispuesto a responder las preguntas de agentes estadounidenses y sauditas.
Funcionarios estadounidenses critican a la familia real saudita por no haber tomado medidas más severas contra los radicales islámicos luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Muchos de los dirigentes acusados por Washington son wahabíes. El wahabismo es la rama del Islam sunita oficial en el reino saudita. Algunas fuentes de inteligencia estadounidenses aseguran que círculos de Riyad puedan estar brindando apoyo indirecto a grupos de ese movimiento.
El wahabismo, corriente religiosa seguida por 100 de los 1.000 millones de musulmanes del mundo fundada por Muhammad Ibn Abd Al Wahab (1703- 1792), predica un férreo puritanismo que incluye la interpretación literal del Corán y la instalación en la península Arábiga de un Estado conforme a sus principios.
Esta corriente recibió en 1745 la adhesión de Mohammed Ibn Saud, fundador de la dinastía Al Saud, que hoy detenta la corona de Arabia Saudita. Mientras, en un acuerdo con la familia real, los descendientes de Wahab, la familia Al Sheikh, controla aún hoy las instituciones religiosas.
La tradición se consolidó en la esfera social, política y económica tras la unificación del reino en 1932, con el fallecido rey Abdul Aziz Al Saud a la cabeza, luego de una prolongada guerra territorial en que el monarca contó con la ayuda de combatientes wahabíes. (