Los desmontes de la noroccidental selva argentina de las Yungas amenazan a ese reducto que posee la mitad de la biodiversidad del país, es bastión arqueológico de la cultura kolla y refugio del mayor felino americano, el yaguareté.
La tala amenaza a varias especies de las Yungas, desde 2002 reserva de biosfera de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
En las noroccidentales provincias de Jujuy y Salta, la selva concentra en 2 por ciento del territorio argentino la mitad de su biodiversidad.
La reserva comprende 1,3 millones de hectáreas de la selva pedemontana, la más afectada por los desmontes de empresas que han solicitado permisos para talar en terrenos privados de 3.100 hectáreas, 1.000 de las cuales se cortaron en julio.
A esa franja baja y árida que se extiende entre 400 y 700 metros de altura, le siguen la selva montana, húmeda y exuberante, entre 700 y 1.500 metros, y el bosque montano, poblado de nogales y cedros, entre 1.500 y 3.000 mil metros de altura.
Treinta y cinco por ciento de los mamíferos de Argentina habita estas selvas, el último refugio para la supervivencia a largo plazo de algunos animales, explicó a Tierramérica el especialista Pablo Perovic, del Instituto de Biología de la Altura de la Universidad Nacional de Jujuy.
Ocultos, aunque no a salvo, los animales encuentran alimento y resguardo. Más de 300 especies de pájaros conviven con roedores, murciélagos, armadillos, osos hormigueros, tapires, monos, zorros y grandes felinos, entre ellos el yaguareté o jaguar.
En las Yungas coexisten ocho especies de félidos, algo que no ocurre en ningún otro lugar del mundo, explicó Perovic.
El yaguareté habitaba desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de la (austral) Patagonia argentina, pero su distribución se redujo en 85 por ciento y hoy se encuentra en peligro de extinción debido a la agricultura, la ganadería y la caza, sostuvo.
El último desmonte se llevó a cabo a comienzos de julio en la porción salteña de la selva por una empresa española cuya identidad permanece oculta.
Ochenta por ciento de las tierras está en manos privadas, y el resto pertenece a comunidades aborígenes o al Estado. Menos de 10 por ciento está protegido en reservas o parques nacionales, dijo a Tierramérica el ecólogo Alejandro Brown, director del Laboratorio de Investigaciones Ecológicas de las Yungas y presidente de la Fundación Pro Yungas, con sede en Tucumán.
La firma azucarera y papelera Ledesma y la agrícola Caissa presionan a las autoridades provinciales por más autorizaciones, apenas una formalidad pues las talas se efectúan en terrenos privados.
Los desmontes continúan en Salta y están suspendidos en Tucumán, y el gobierno federal guarda silencio. La Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable no contestó ninguna de las preguntas de Tierramérica.
En 1998 se autorizó el pasaje por la selva del gasoducto Norandino. Durante la construcción se produjeron dos explosiones seguidas de incendios. La última, en 2001, dejó un cráter de 70 metros.
La comunidad kolla, conformada por unas 3.000 personas y arraigada desde hace 6.000 años a la selva, había advertido sin suerte que las obras provocarían deslizamientos de tierra y roturas en el gasoducto. En las Yungas se hallaron yacimientos arqueológicos de este pueblo.
Para Brown es factible conciliar preservación y desarrollo. Su Fundación se encuentra abocada a un proyecto de reordenamiento territorial del área prioritaria de la selva, incluida la reserva de biosfera, con financiación del Fondo Francés para el Medio Ambiente Mundial.
* Publicado originalmente el 2 de agosto por la red latinoamericana de Tierramérica. (