En los estrechos callejones de Budhela, un asentamiento precario de Burma Town, en las afueras de Nueva Delhi, los búfalos se disputan el espacio con niños y niñas birmanas que juegan con amigos indios.
Los niños parecen ajenos al drama que viven sus padres, desgarrados entre la opresión de la dictadura militar en su país natal y la sórdida miseria de un barrio marginal de la capital de India.
Unos 800 de los 1.500 birmanos que viven en Budhela y áreas cercanas tuvieron suerte en obtener estatuto de refugiados y beneficiarse de una asignación de subsistencia de 45 dólares que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) paga a cada jefe de familia.
Cada dependiente recibe otros 15 dólares. Pero desde junio, ACNUR comenzó a recortar los subsidios para estimular a los refugiados, en especial a los que han estado en India por más de 10 años, a ponerse de pie por sí mismos.
De repente, aun asentamientos misérrimos como Budhela comenzaron a parecer un lujo. Htin Kyaw, quien fue sorprendido por una reducción de 30 por ciento en su asignación y prevé que dejará de recibirla por completo para junio del año próximo, cree que su familia apenas podrá sobrevivir.
Una de sus dos hijas, Ohmmar Kyaw, de 10 años, obtuvo una beca en la cercana escuela secundaria Oxford Senior, un instituto privado.
La beca podría haber ayudado a mi familia a llegar a fin de mes, pero estoy preocupado por la repentina duplicación de nuestro alquiler (a 45 dólares) por esto, dijo, señalando su vivienda de una sola habitación, con dos felpudos en el piso por todo mobiliario.
Htin Kyaw, procedente de una familia que tenía un restaurante chino en Rangún, huyó de la represión militar del movimiento por la democracia de su país en 1998 y se instaló en un campamento de refugiados en el nororiental estado indio de Mizoram, justo al norte de Birmania.
Se mudó a Nueva Delhi en 1994, donde logró registrarse como refugiado en ACNUR.
Es muy difícil para mi familia vivir sin un ingreso real. La renta es muy cara, el verano es muy caluroso, el invierno muy frío, y además, mi esposa y yo tenemos dificultades para hacernos entender, dijo en un inglés titubeante.
Kyaw no cree que encuentre un trabajo adecuado en esta ciudad, dado que no lo ha encontrado en los últimos 10 años.
Una opción para él sería volver a Mizoram, donde el costo de vida es más barato y el clima similar al de Birmania, al igual que el idioma, la cultura y la población. Pero está en crecimiento la hostilidad de muchos residentes locales contra los cerca de 50.000 refugiados que viven en ese estado fronterizo.
Y persiste el problema de la educación de sus hijas, que obtuvieron facilidades en Oxford Senior porque la escuela fue fundada por C.P. Prabhakar, un educador nacido en Birmania que abandonó ese país junto con unos 200.000 indios desposeídos en 1962 por la nacionalización de sus bienes, comercios y escuelas.
Los exiliados formaron el núcleo de Burma Town, que desde entonces siguió atrayendo refugiados desde Birmania. Muchos de los primeros refugiados indo-birmanos se establecieron en los alrededores de los activos centros comerciales de Janakpuri y Vikaspuri, de los cuales Budhella es una extensión.
Prabhakar, también conocido por su nombre birmano de Mawthiri, había fundado en Birmania la organización Amigos de la Democracia para ayudar a personas que huían de la represión, el trabajo forzado y la leva forzosa.
Cuando Prabhakar murió el pasado 7 de julio, a los 70 años, muchos de los cientos de personas que concurrieron a su funeral eran refugiados de Birmania establecidos en el área de Janakpuri y Vikaspuri, algunos de ascendencia birmana y otros, de ascendencia india.
Pero aun un acontecimiento como un funeral es raro en la comunidad y define los límites de la integración de los refugiados y exiliados birmanos con la población local india.
Aun luego de haber vivido en Nueva Delhi más de una década, la mayoría de los refugiados birmanos hablan poco inglés y menos hindi, lenguajes esenciales para cualquiera que pretenda ganarse la vida en la capital de India sin depender de ACNUR.
Privados de fondos, se puede ver a los refugiados birmanos buscando restos de verduras y frutas en las ferias de Vikaspuri.
Elegimos las mejores sobras para hacer un curry, explicó Salai Mang (nombre ficticio), quien llegó a India en 1983 desde la localidad birmana de Kalemyo.
Las disputas son cada vez más comunes entre los refugiados birmanos y sus arrendadores indios, cada vez menos tolerantes ante la creciente incapacidad de pago de sus arrendatarios.
Sin embargo, siguen llegando desde Birmania activistas políticos, estudiantes, religiosos y miembros de organizaciones no gubernamentales que huyen del régimen militar.
En mayo y junio de 2002, llegaron a Nueva Delhi y pidieron refugio más de 500 birmanos, en su mayoría de las etnias chin y kachin.
El hecho de que sólo 20 de ellos hayan obtenido el codiciado estatuto de refugiados es un indicador del endurecimiento de la política de ACNUR.
No encontramos suficientes razones para reconocer a todos los que llegan desde Birmania como refugiados, explicó un funcionario.
El refugiado birmano Soe Mynt, editor del boletín de noticias por Internet Mizzima News, cree que el endurecimiento de la actitud de ACNUR no sólo responde a problemas presupuestales, sino a la creencia de que los subsidios estimulan la llegada de más refugiados.
No quieren trabajar. Prefieren jugar a las cartas, beber y charlar. Tienen un síndrome de dependencia, afirmó Wei Meng Lim, subjefa de la misión de ACNUR en India.
ACNUR intentó que los refugiados hicieran cursos de computación, electrónica y aire acondicionado para que pudieran subsistir con su propio trabajo, pero esos intentos fracasaron, explicó a IPS.
India es un país muy grande, y siempre hay pequeños trabajos para el que los busca en serio, agregó.
Pero Soe Mynt cree que ACNUR no comprende los problemas de los refugiados, muchos de los cuales padecieron experiencias atroces en prisión y perdieron su autoestima.
Sólo estamos esperando que las condiciones mejoren en nuestro país para poder regresar, dijo.