Una de las mayores preocupaciones que tenía Estados Unidos al invadir Iraq era cómo reaccionaría la mayoría chiita contra la ocupación y si Irán colaboraría con una posible rebelión contra los invasores encabezada por los líderes de esa rama del Islam.
Ahora Washington comienza a evacuar algunos de sus temores, aunque otros permanecen.
Los chiitas, que representan 62 por ciento de los 22 millones de iraquíes, fueron marginados política y económicamente durante el régimen de Saddam Hussein. Ahora, el jefe de la administración estadounidense en Iraq, Paul Bremer, prometió darles un papel clave en el futuro de este país.
Pero el gobierno estadounidense de George W. Bush todavía teme que los chiitas aprovechen su condición de mayoría para socavar todos los planes para establecer un nuevo gobierno democrático en Iraq.
Hasta ahora los temores no se han hecho realidad. De hecho, se puede llegar a decir que los acontecimientos señalan lo opuesto. Los chiitas no se han convertido en el principal problema, al menos por ahora.
Casi todos los ataques contra las fuerzas de ocupación estadounidenses se perpetraron en zonas controladas por los musulmanes sunnitas, donde Saddam Hussein y sus seguidores tenían más influencia.
Hay señales incluso de que la resistencia iraquí a la ocupación estadounidense podría estar recibiendo asistencia financiera y material de miembros en Arabia Saudita de la radical secta musulmana del wahabismo. Pero sin ningún vínculo con los chiitas.
Varios líderes chiitas dijeron que quieren darle a las fuerzas de ocupación una oportunidad para cumplir sus promesas al pueblo iraquí, y han descartado por ahora una política de confrontación con Estados Unidos y Gran Bretaña.
Ya tomamos una posición hace tiempo y no vamos a seguir el camino de la confrontación con las fuerzas de la coalición, sino que vamos a intentar sacarlas de Iraq a través de vías pacíficas y un diálogo constructivo, dijo Abdel Aziz Hakim, hermano menor del ayatolá Mohammed Baqer Hakim, líder del Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Iraq.
El ayatolá Hakim pasó más de dos décadas exiliado en Irán antes de regresar a Iraq en abril, luego del derrocamiento de Saddam Hussein. Es visto como un gran aliado de Teherán y tiene el objetivo de establecer una república islámica en Iraq similar a Irán.
Desde que regresó a Iraq, el ayatolá Hakim ha permanecido en la ciudad de Najaf, considerado el centro mundial de la enseñanza chiita, mientras su hermano menor se encarga de los contactos con otros grupos iraquíes.
El ayatolá Hakim tenía un papel religioso en Najaf antes de que fuera obligado a dejar el país. Ahora que está de regreso, su lugar natural es Najaf y su papel será encargarse de asuntos religiosos. Las decisiones políticas serán hechas por Abdel Aziz, su hermano, señaló el asesor del Consejo Abdel Hamed Bayati.
Menos claras son las actividades de otro gran líder chiita en Iraq, al ayatolá Alí Sistani, que estuvo en arresto domiciliario durante el gobierno de Saddam Hussein. Sistani es considerado un dirigente moderado que predica la separación entre la política y la religión.
Pero a comienzos de esta semana, Sistani emitió una fatwa (edicto religioso) en el que calificó de inaceptable los planes de Bremer en Iraq.
Bremer anunció su intención de nombrar a una comisión para redactar el borrador de una constitución, que deberá contar con la aprobación de la población.
Pero el ayatolá Sistani dijo que las autoridades (de Estados Unidos) no tienen derecho a designar los miembros de una asamblea encargada de redactar una constitución, pues no hay garantías de que representen los intereses del pueblo y expresen la identidad nacional iraquí, basada en el Islam.
Bremer rechazó las acusaciones del ayatolá en una conferencia de prensa esta semana, y dijo que los iraquíes harán el borrador y podrán incluir en él lo que deseen
El ayatolá Sistani fue reprimido durante la época de Saddam Hussein. Y es por esa razón que no se oía tanto de él. Ahora que está en Iraq, donde los estadounidenses dicen que van a promover la democracia, tiene derecho a hacerse oir, afirmó un portavoz de su oficina en Najaf.
Pero Washington sabe que, aun cuando los líderes religiosos chiitas no estén dispuestos a una confrontación, sus seguidores pueden iniciar una resistencia por su propia cuenta.
Luego de que una explosión destruyó parte de una mezquita en la ciudad de Fallujah a comienzos de este mes, las fuerzas de Estados Unidos descubrieron que en el edificio se escondía un arsenal de explosivos.
Finalmente, y quizás tan importante como la influencia de Bremer, está el papel de Irán y sus posibles ambiciones en este país con el que se enfrentó una guerra sangrienta entre 1980 y 1988.
Alí Behbehani, un chiita iraquí que se trasladó a Irán con su familia en los años 80 y regresó el mes pasado, dijo que líderes religiosos en la ciudad sagrada iraní de Qom ofrecen dinero a sus estudiantes iraquíes para que vuelvan a su país para predicar el Islam.
Se trata de un programa iniciado hace un mes pasado por el Centro Internacional de Estudios Islámicos. Ofrecen entre 200 y 300 dólares a los iraquíes para que vuelvan a su ciudad de origen a predicar el Islam por un periodo de seis o nueve meses, explicó.
Behebehani dijo que Qom es ahora hogar de unos 500 estudiantes iraquíes y unos 2.000 de Afganistán, India, Pakistán y también de Europa y Estados Unidos.
Básicamente, el 'factor chiita' era una gran preocupación al principio. Pero ahora, todo depende de lo que hagamos nosotros, dijo un portavoz de Washington.