Las muertes casi diarias de soldados estadounidenses en Iraq y las dificultades para mantener el orden tras la invasión parecen indicar que la ocupación será mucho más larga y costosa de lo que siquiera imaginó el gobierno de Estados Unidos.
De hecho, el jefe de la administración estadounidense en Iraq, Paul Bremer, anunció este martes que la ocupación durará más de lo previsto inicialmente, debido a los incesantes ataques contra sus tropas por parte de la resistencia iraquí.
”La duración de la presencia de la coalición está ahora en manos del pueblo de Iraq”, dijo Bremer a periodistas, luego de destacar la formación del Consejo de Gobierno iraquí, integrado por líderes de las diferentes etnias y grupos religiosos, y que estará ahora a cargo de la administración, aunque supervisado por Estados Unidos y Gran Bretaña.
El Departamento de Defensa había informado a los familiares de los soldados en Iraq que estos podrían volver a Estados Unidos en junio, pero los planes se frustraron. Mientras, los ataques de la resistencia iraquí contra la coalición continúan.
El último incidente se produjo el lunes, cuando un soldado estadounidense murió y otros seis resultaron heridos al ser atacados con granadas, lo que aumentó a 32 el número de soldados muertos desde que Bush declaró terminada la guerra el 1 de mayo.
Washington sospecha que la resistencia es dirigida por miembros de la rama radical islámica del wahabismo, quizás vinculados con grupos extremistas de Arabia Saudita.
Más de 50 por ciento de los ciudadanos estadounidenses consultados la semana pasada por el periódico The Washington Post afirmaron que el número de muertos en Iraq ha alcanzado un nivel ”inaceptable”.
Cada vez más generales retirados se quejan de que los 148.000 soldados estadounidenses y los 12.000 de otras naciones enviados a Iraq no alcanzan para garantizar el orden.
De hecho, el propio secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, tuvo que admitirlo públicamente hace tres días, luego de informar que la ocupación en Iraq costará en total casi 4.000 millones de dólares, dos veces lo calculado antes de la invasión.
”Es importante no perdamos todo el panorama, que muestra el enorme fracaso que será la operación en Iraq”, dijo el senador John Edwards, del opositor Partido Demócrata, al periódico The New York Times.
Edwards, que en un principio apoyó la guerra para derrocar a Saddam Hussein, subrayó la drástica pérdida de credibilidad de Bush tras haber incluido datos de inteligencia erróneos en un discurso ante el Congreso legislativo en enero y por no haber encontrado las supuestas armas de destrucción masiva en Iraq.
Bush citó, en su discurso anual sobre el estado de la Unión, datos de un informe de los servicios de inteligencia británicos sobre el supuesto intento del régimen de Saddam Hussein de adquirir uranio en Africa para fabricar armas nucleares.
La Casa Blanca admitió días atrás que los datos eran erróneos, lo que provocó una polémica en la opinión pública estadounidense.
Se trata sin duda un momento crítico para la política exterior articulada por los llamados halcones (el ala más conservadora del gobierno de Bush, encabezados por el vicepresidente Cheney y por Rumsfeld) desde de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Sus sueños de supremacía mundial basados en el uso unilateral de la fuerza ahora se hunden en Iraq al estrellarse contra sus propias limitaciones militares y contra los intereses de otros países.
Cada vez más analistas coinciden en que la única forma en que Washington puede salir de la actual situación con su poder, sus finanzas y su credibilidad bastante bien paradas es entregar ya el control de Iraq en manos de un foro multilateral.
Tanto la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) podrían obtener el suficiente apoyo de la comunidad internacional para desplegar fuerzas de paz, iniciar planes de ayuda humanitaria e inversiones y lanzar proyectos de reconstrucción, señalan.
”El gobierno de Bush afronta una clásica disyuntiva entre mantener el control y alejarse. Esta administración no quiere perder control, pero tendrá que considerarlo”, sostuvo James Dobbins, un ex diplomático estadounidense que colaboró con las operaciones de paz en Afganistán, Haití y Kosovo.
Incluso los legisladores del gobernante Partido Republicano comienzan a ver la necesidad de un cambio de postura. El viernes, un día después de que Rumsfeld admitiera que la ocupación tendrá un costo mucho mayor al esperado, el Senado aprobó una resolución no obligatoria que insta a la Casa Blanca a pedir ayuda de la ONU o de la OTAN.
”No quiero que todo joven que muere en un punto de vigilancia sea un soldado estadounidense. Este es un problema del mundo, no solamente nuestro. Quiero darle a los franceses la oportunidad y el privilegio de hacer lo mismo que nuestros jóvenes”, ironizó el senador demócrata Joseph Biden.
Pero entregar el control de Iraq a la ONU o a la OTAN sería algo inaceptable para los halcones, partidarios a ultranza del unilateralismo.
El vicepresidente Cheney había calculado antes de la guerra que se necesitarían sólo entre 50.000 y 75.000 soldados para el mantenimiento del orden en Iraq luego de la invasión, pero ahora reconoce que se precisarán al menos cinco veces más esa cifra.
Rumsfeld dijo la semana pasada que Washington solicitó la ayuda de varios países para conformar una policía que controle la situación en Iraq, pero legisladores demócratas se burlaron de la iniciativa y señalaron que muy pocas naciones estarán dispuestas a colaborar luego del unilateralismo mostrado por Estados Unidos.
Esto se vio claramente el lunes, cuando India anunció que no colaborará en los esfuerzos por mantener el orden en Iraq a menos que haya ”un mandato expreso de la ONU”.
Parece haber un consenso entre los expertos militares de Estados Unidos de que Washington tendrá que enviar más tropas tarde o temprano. Dobbins calcula que el Departamento de Defensa deberá enviar otros 160.000 efectivos.
La mayoría de los expertos militares creen que el envío de estos soldados supondrá una carga económica que el Congreso no aceptará, y legisladores podrían pedir la renuncia de Rumsfeld por su mal manejo de la situación luego de la guerra.
De hecho, el periódico The Boston Globe solicitó el sábado la dimisión del secretario de Defensa por su ”fatal incompetencia” y señaló que ”el daño hecho es incalculable, no sólo en términos materiales, sino también políticos, cuyos efectos serán mucho más duraderos”. (