”Ahora somos un grupo”, dijo en tono cómplice y saboreando su éxito el ministro de Cultura de Brasil, Gilberto Gil, a las 4.000 personas apretujadas en la noche del lunes para escuchar su concierto con María Bethania en la capital italiana. Pero no se refería a un grupo musical.
El musico aludía a su acuerdo con importantes figuras europeas de la política cultural, horas antes del espectáculo, para firmar el ”Llamado de Roma” en la alcaldía de la ciudad.
Gil suscribió ese documento con el alcalde romano Walter Veltroni, el ex ministro de Cultura francés Jacques Lang, el ex ministro de Cultura portugués Manuel Carrilho, y el catalán Jaime Pagès, presidente del Forum Cultural de Barcelona, para ”dar vida a utopías realistas”, según dijo.
La intención es dar prioridad a la cultura en las agendas gubernamentales, y hacer de ella ”el instrumento para lograr mayor justicia social y combatir cualquier tipo de apartheid entre el norte y el sur del mundo”, afirmó Veltroni al firmar el acuerdo.
”En el tiempo de la mundialización, nosotros, artistas, escritores e intelectuales debemos ocupar todos los espacios disponibles e inventar otros, para difundir discursos nuevos”, dice el Llamado, elaborado por Gil en acuerdo con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
”Debemos diseminar por doquier semillas de crítica, de rebeldía, de transformación y de sueño: en las empresas, en las salas de conferencias, en la televisión, en la radio, en Internet, en los espectáculos”, agrega.
En mayo de 2004, en Barcelona, el texto del Llamado será perfeccionado para convertirlo en un ”Manifiesto Mundial de la Cultura”, eje de cinco meses de actividades ininterrumpidas del Forum dirigido por Pagés.
Dos meses después, en julio de 2004, el documento será aprobado en forma definitiva y ratificado oficialmente en la primera reunión del Foro Mundial de la Cultura, que Gil organizará en la ciudad de Sao Paulo, al sur de Brasil, y que se prevé reeditar cada tres años.
Veltroni subrayó su voluntad de apelar a la ”fuerte e importante amistad con Brasil” para sostener ”junto con los colegas europeos el proyecto de Gil y su presidente, y trabajar para que la cultura recupere la prioridad que le corresponde”.
Se trata de que ”los intelectuales y artistas vuelvan a comprometerse en la vida pública”, y ”se difunda la certidumbre de que no todo es comercializable”, añadió.
”Cultura, saber, investigación, arte: son realidades hoy maltratadas en el mundo. Eso debe terminar”, dijo Lang, cuya gestión ministerial dio origen en Francia a manifestaciones ya célebres como la Fiesta de la Música y las Noches Blancas de París.
”Debemos reconocer su poder profundamente social y llegar a una especie de resistencia cultural internacional”, sostuvo.
”La cultura puede abatir incluso el 'apartheid' económico”, según Carrillo.
Gil reafirmó su concepción muy amplia de la cultura, que abarca ”de la arquitectura a la religión, de la danza a la literatura, del samba al teatro, del urbanismo al artesanado, del patrimonio histórico a la poesía, de la estética de las favelas a las técnicas culinarias, del fútbol al carnaval”. ”Entonces ¡al ataque! Pongamos la cultura antes y por encima de todo”, concluyó Veltroni.
El concierto de Gil y Bethania en el Auditorium romano, con el alcalde de la ciudad en primera fila, fue coherente con esas definiciones y ”muy políticamente correcto”, según una funcionaria de la embajada brasileña.
Los valores de la tolerancia, la paz y el respeto al ambiente fueron oportunamente subrayados por los artistas, que no por eso olvidaron la poesía, ni canciones de maestros como el brasileño Dorival Caymmi y el jamaiquino Bob Marley.
Gil cosechí un renovado reconocimiento a su calidad artística, y coronó con éxito político su primer gira musical desde que fue nombrado ministro. No sólo disipó cualquier duda sobre la compatibilidad de sus dos actividades, sino que también demostró que pueden complementarse con provecho y asegurar el imprescindible eco mediático.
”¡Viva Lula!”, gritó alguien del público. ”¡Baila, Roma!, respondió Gil. Poco antes de que concluyera el espectáculo, casi todos bailaban, cada uno a su modo, la música brasileña. (