Es la vida cotidiana en la capital cubana del médico convertido en payaso al finalizar su trabajo, del ferroviario que toca saxofón en una iglesia, de la madre que cada día prepara el traje de su hijo travesti y la anciana vendedora de maní.
Todos son personajes reales. Como también lo es Francisquito, el niño con síndrome de Down, y su familia, el bailarín que intenta reparar su casa y el zapatero que en la noche se viste con un traje, se va a bailar y es conocido como El Elegante.
No hay riqueza, ni comodidades, ni privilegios, en estas y otras vidas que el realizador cubano Fernando Pérez siguió durante todo un día e intentó apresar en su última película ”Suite Habana”, estrenada en junio en este país.
Preferí escoger ”la gente de a pie, que trabaja y tiene una vida que, de tan común, terminamos por no verla”, contó Pérez, director de obras maestras del cine cubano como ”Clandestinos”, ”Hello Hemingway”, ”Madagascar” y ”La vida es silbar”.
Los personajes, que según Pérez ”viven sus vidas en una puesta en escena de ficción”, van por el filme sin hablar. En lugar de la palabra, está la fotografía de Raúl Pérez Ureta y la banda sonora de Edesio Alejandro.
”Esta película trata del valor de las pequeñas cosas, de personas que no necesitan una botella de vino caro para ser felices, a pesar de que son pobres, de gente que sueña en medio de dificultades y logra sobreponerse”, añadió.
”Quiéreme mucho, dulce amor mío, que amante siempre te adoraré”, canta la cubana Omara Portuondo mientras la cámara recorre los edificios carcomidos de La Habana y muestra un mar bravo, descontento, agresivo, pero pese a todo siempre bello.
Así el director rompió con una ley no escrita en la cinematografía y la televisión cubanas que intentan mostrar la realidad con una amplia variedad de matices: si hay un pobre, siempre debe haber alguien con mejores condiciones de vida.
Al contrario de los rumores sobre una posible censura al largometraje por la Cuba que muestra, las autoridades de la industria del cine decidieron extender a dos semanas su proyección y la prensa oficial le dedicó amplios espacios.
A juicio del periodista Rolando Pérez Betancourt, ”Fernando Pérez acaba de entregar uno de los filmes más importantes de la historia del cine cubano” por su sensibilidad y ”los valores formales que logra encajar en una entrega signada por los riesgos artísticos”.
Una película que ”puede ser asimilada, sufrida y gozada por el espectador más diverso y hasta por aquellos en apariencia menos preparados para recibir 'algo' diferente a lo que están acostumbrados”.
En tanto, la crítica de cine Mercedes Santos Moray estima que esta última entrega documental de Pérez lo sitúa a la altura de Titón (Tomás Gutiérrez Alea), considerado el gran maestro del cine cubano, con obras como ”Memorias del subdesarrollo” y ”Fresa y Chocolate”.
Pérez se convierte en ”el legítimo relevo del desaparecido maestro, por la identidad de una ética y una estética transgresora, crítica y profundamente desgarrante, cuajada de amor por Cuba”, afirmó.
Santos Moray es autora del libro ”El silbo de la vida”, una reflexión sobre la obra cinematográfica de Pérez que se encuentra en proceso de edición.
Por su parte, el trovador Jorge García, abordado por IPS a la salida de la Cinemateca de Cuba, confesó haber visto dos veces ”Suite Habana”.
”Y la volvería a ver. Es muy fuerte y, al mismo tiempo, no te deja con una sensación de amargura”, comentó.
”Es una película que dice muchas verdades, y lo importante no es sólo que las dice sino la manera en que lo hace”, añadió.
Entre las personas consultadas, sólo un periodista extranjero acreditado en Cuba hace más de 10 años consideró el filme como ”una obra de principiantes, que apela a recursos ya bastante usados en el cine cubano”.
Respecto de cuánto de ficción y cuánto de realidad hay en la película, el realizador confesó al diario cubano Juventud Rebelde que durante el rodaje o la edición ”no se alteró nada”. Los personajes ”están viviendo sus vidas”, dijo.
Así, es real la escena de Jorge Luis Roque en el aeropuerto, despidiéndose de su familia, subiendo la escalerilla del avión que lo llevaría rumbo al exilio en Estados Unidos y dando un último y triste vistazo a su alrededor.
”Nosotros le dijimos: vamos a poner la cámara y que ocurra lo que vaya a ocurrir. Nosotros no interferiremos en nada. Y ahí está la escena”, contó Pérez.
Todo comienza al amanecer y termina en la noche con los sueños. Iván Carbonell, el travesti, sueña con actuar en un gran escenario, el doctor Juan Carlos Roque quiere ser actor, y la anciana Amanda Sautier dice que ya no ni tiene sueños.
Sin embargo, terminada la película, Sautier se pudo comprar el refrigerador que nunca tendría vendiendo maní en la calle y el médico decidió finalmente dejar su profesión y dedicarse sólo a actuar como payaso.
El único que no alcanzó su sueño fue el abuelo de Francisquito que quería ”salud para vivir”, pero murió antes del estreno de la película. El día en que volvió a verlo en la pantalla, el nieto gritó en medio del cine: ”¡Ese es mi abuelo; miren a mi abuelo!”.
”Si algo confirmé, más que aprender, es que nuestra realidad no puede apretarse en moldes”, dijo Pérez y definió a su película como ”un momento de intimidad en la Cuba de hoy”. ****** + Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) (http://www.min.cult.cu/ministerio/instituciones/icaic.html)