Cualquier voluntario dispuesto a aportar 1.910 dólares y los costos del viaje puede ser parte de una expedición paleontológica al parque Ischigualasto, en el noroccidente de Argentina, que podría guardar el secreto del origen de los mamíferos y los dinosaurios.
El Parque Provincial de Ischigualasto, en la provincia argentina de San Juan, es un lugar donde la Tierra se parece a la Luna: inhóspito y espectral, surcado por vientos que soplan con fuerza a través de extrañas figuras esculpidas por la erosión.
Pero Ischigualasto, también conocido como el Valle de la Luna, se caracteriza por algo muy terrestre: el afloramiento de fósiles de los antepasados de los dinosaurios, que vivieron hace 230 millones de años, en el período Triásico.
La importancia de la cuenca de Ischigualasto consiste en que allí confluyen tres grupos de animales: los que dieron origen a los dinosaurios, los antepasados de los cocodrilos y los predecesores de los mamíferos, explicó a Tierramérica el paleontólogo de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ), Oscar Alcober.
La existencia de esos tres grupos está documentada en Ischigualasto como en ninguna otra parte del mundo, agregó Alcober.
La zona es tan importante para el conocimiento del origen y la evolución de reptiles y mamíferos, que fue reconocida como Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (UNESCO).
En un paisaje dominado por el color variado de las piedras y por las barrancas, elevaciones y depresiones, guanacos, zorros, pumas y cóndores son los actuales habitantes del desierto, que hace 230 millones de años se veía como una fértil llanura cubierta de frondosa vegetación.
En 1990, Alcober y sus colegas Ricardo Martínez y Guillermo Heredia necesitaban fondos para mantener excavaciones permanentes en Ischigualasto, ya que la erosión, que deja al descubierto los fósiles, es también la que termina con ellos en 10 años, a menos que sean recolectados.
Tomaron contacto entonces, por casualidad, con el estadounidense Instituto Earthwatch (EW). Y en 1994 se puso en marcha el proyecto Parque Triásico, financiado por EW, entidad que trabaja con voluntarios dispuestos a participar en proyectos de este tipo.
Durante el desarrollo de las campañas con EW se han rescatado más de trescientos fósiles, entre ellos nuevas formas y materiales excepcionales. Gracias a estos hallazgos Argentina tiene hoy una de las colecciones del Triásico superior más importantes del mundo, destacó Alcober.
Por ejemplo, posee fósiles del pequeño depredador eoraptor (Eoraptor lunensis) uno de los primeros dinosaurios, de no más de 1,20 metros de largo, y de 35 centímetros hasta la pelvis.
O el Herrerasaurus ischigualastensis, dinosaurio depredador de unos cuatro metros de largo y 1,5 metros hasta la pelvis. O los primeros restos de jóvenes ejemplares de rincosaurios (Scaphonix sanjuanensis), reptiles pequeños y los vertebrados más abundantes en Ischigualasto.
Es emocionante y significativo desenterrar huesos de animales del Triásico para completar los registros de esos fósiles, aseguró Marjorie Siegel, una periodista retirada de Virginia, en el este de Estados Unidos, quien participó en la campaña de 2001.
Para participar en una expedición de dos semanas, los voluntarios viajan a San Juan, donde trabajan a las órdenes de Alcober y sus colaboradores.
Allí son entrenados para localizar fósiles, marcar su ubicación en el terreno, extraerlos sin dañarlos y prepararlos para que sean transportados, envolviéndolos con papel de aluminio y cubriéndolos con yeso.
Excepto el traslado por tierra dentro de la provincia y la alimentación en el campamento, todos los gastos corren por cuenta de los voluntarios, quienes además deben adaptarse a vivir en tiendas de campaña en el desierto, con calor de día y frío de noche, sin electricidad, sin agua corriente, sin baños ni refrigeradores.
En las ocho campañas realizadas, el programa atrajo a más de 120 voluntarios de distintos lugares del mundo. La novena comenzará el 31 de agosto.
Los voluntarios contribuimos a la conservación haciendo saber al mundo a través de nuestro trabajo y nuestro dinero que valoramos lo que esta zona ofrece, dijo a Tierramérica la estadounidense Mary Rowe, de la nororiental ciudad de Boston, quien ha participado en al menos 20 expediciones con EW.
El argentino Rodolfo Lomascolo, dueño de una empresa informática en Madrid, quien asistió al parque junto a su esposa en 2001 y 2002, valoró, sobre todo, como con cada hallazgo podía conectarse al pasado.
Y el californiano Van Strohm, quien se dedica al desarrollo de software en Silicon Valley, quedó impresionado por los cambios que vio desde la primera vez que asistió al parque. Lo que era un pequeño grupo se convirtió en un programa universitario que enseña y educa sobre los recursos (fósiles), comentó a Tierramérica.
El proyecto no podría sobrevivir sin los voluntarios, apuntó Alcober. El año pasado, cuando la crisis económica redujo drásticamente los presupuestos universitarios, recurrimos a ex voluntarios y fueron ellos los que aportaron dinero para que siguieran los trabajos, aseguró.
* Publicado originalmente el 19 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (