DESARROLLO-BRASIL: El gran mercado de los pequeños préstamos

En las regiones más pobres de Brasil, de las favelas al noreste, la demanda de créditos para pequeños negocios suma miles de millones de dólares, y hasta los grandes bancos comienzan a interesarse en ese sector.

El microcrédito aún está poco desarrollado en el país, pero el nuevo gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva le asigna importancia como factor de desarrollo y reducción de la pobreza, y el Banco Central anunció que pronto impulsará la ampliación de la oferta de crédito a pequeñas y microempresas, aun informales.

País capitalista sin capital suficiente, como la mayoría en el mundo en desarrollo, Brasil tiene su economía trabada por la escasez de crédito y su alto costo. La financiación de su actividad económica no llega a 30 por ciento del producto interno bruto, contra más de 100 por ciento en varias naciones industrializadas.

En consecuencia, las tasas de interés son muy altas, y en algunos casos llegan a 300 por ciento, lo que constituye ”un asalto a mano armada” según reconoció el ministro de Planificación, Guido Mantega.

Los pequeños negocios informales representan ocupación e ingresos para millones de familias, pero es difícil que accedan a préstamos del sistema bancario.

Por eso el microcrédito apareció como ”una bendición” para Maria Auxiliadora Silva Farías, que hace siete años instaló en un garaje de Rocinha, la mayor favela (barrio marginado y hacinado) de Río de Janeiro, una pequeña tienda donde vende vestimenta, material de papelería y baratijas.

En seis años, Farías contrató nueve pequeños préstamos para adquisición de mercancías que le permitieron ampliar sus ventas, y debe ahora 4.123 reales (unos 1.400 dólares) a Viva Cred, institución creada en 1996 por la organización no gubernamental (ONG) Viva Rio para ofrecer microcrédito en barrios pobres de la ciudad.

Las numerosas exigencias de los bancos para conceder préstamos, y los altos intereses que cobran por ellos, los hacen inaccesibles para una comerciante informal como ella.

La comerciante paga cada semana 157 reales (unos 55 dólares) a Viva Cred, para amortizar sus préstamos y los intereses de 3,9 por ciento al mes. ”Está difícil, porque no hay dinero en la calle”, dijo a IPS, refiriéndose al estancamiento actual de la economía.

Además se quejó de la competencia de grandes cadenas comerciales que instalaron locales en Rocinha, y de la proliferación de nuevas tiendas y kioscos.

La favela es un gran mercado, pese a su pobreza, con una población de 56.000 habitantes según el censo oficial de 2000, pero calculada en 150.000 por líderes comunitarios. En ella operan dos bancos y dos instituciones de microcrédito.

Cerca de 2.500 empresas de comercio y servicios atienden a ese barrio, cercano a una de las más bellas playas de Río de Janeiro.

Nivaldo dos Santos, dueño de una pequeña tienda de frutos y verduras, bien ubicada en la entrada de Rocinha, no se queja de la crisis. Un préstamo varias veces renovado de Viva Cred, por 1.200 reales (415 dólares), fue importante para él al inicio, pero hoy poco significa para su negocio.

En la actualidad vende de 8.000 a 10.000 reales (de unos 2.800 a unos 3.500 dólares) mensuales.

Las ventas al contado le permiten incluso hacer préstamos informales, por los cuales cobra intereses de 10 por ciento mensual, bastante más altos que los que lo beneficiaron, confesó a IPS.

Viva Cred es una de las 121 instituciones que ofrecen microcrédito en Brasil, según datos del Banco Central. Ese sector creció en los últimos años, y atrajo incluso a dos grandes bancos privados, pero aún tiene escaso desarrollo en relación con su potencialidad en el país y con el nivel de otros países.

El Banco Central calculó que la demanda potencial de microcrédito en Brasil es unos 11.000 millones de reales, o sea unos 3.800 millones de dólares, equivalentes a uno por ciento del producto interno bruto, y a 50 veces la suma actualmente prestada por ese mecanismo.

El sector es aún diminuto en comparación con el de Bangladesh, donde surgió el sistema de microcrédito hace 27 años, con el Grameen Bank, y también con los de países vecinos como Bolivia, Colombia o Perú.

Es que esos países no tenían un sistema financiero tan desarrollado como el brasileño, y sus ONG de microcrédito incluso ”pudieron convertirse en bancos”, explicó a IPS el superintendente de Viva Cred en Rocinha, Teófilo Cavalcanti.

Además en Brasil ”el gobierno absorbe casi todo el ahorro nacional para financiar el déficit público, dejando muy poco para el sector productivo”, y eso eleva las tasas de interés, observó.

La insolvencia es otro problema, ya que ”las leyes y la justicia brasileña dificultan el rescate de las garantías ofrecidas por el deudor”, acotó. La cultura en un país de gran deuda externa condena al acreedor y tolera al deudor, lamentó Cavalcanti.

La función del microcrédito es más social que económica, y las ONG y cooperativas del sector llevan apoyo financiero a los emprendedores de las favelas, barrios pobres y ciudades lejanas, cuyos mercados no interesan a los bancos, evaluó.

Pero el estatal Banco do Nordeste se ha convertido en el segundo proveedor de microcrédito en América Latina, sólo superado por Financiera Compartamos, de México.

Crediamigo, el programa de microcrédito del Banco do Nordeste, es responsable de cerca de la mitad de los préstamos del sector en todo el país, con 111,3 millones de reales (unos 38 millones de dólares) prestados el año pasado a 133 millones de microempresarios, mediante 164 agencias en los nueve estados del Nordeste, la región mas pobre de Brasil.

La actividad de Crediamigo ha crecido 40 por ciento al año desde su inicio en 1998, dijo a IPS el presidente de ese programa, Stelio Gama.

La expansión puede ser mayor, ya que hay seis millones de usuarios potenciales del microcrédito en Brasil, contra sólo 250.000 clientes actuales del sector, sostuvo.

Crediamigo está en condiciones de prestar este año el doble que en 2002, pero la demanda dependerá de que se reanude el crecimiento económico, porque los microempresarios del comercio y servicios, que constituyen la mayoría de los prestatarios, son los primeros en sufrir los perjuicios del estancamiento, explicó Gama.

Aun así, el índice de incumplimiento de pagos en Crediamigo es bajo, 3,8 por ciento. Como garantía se emplea el ”aval solidario”, en grupos de tres a cinco personas donde todos se responsabilizan por el pago de cada uno.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe