La visita a Brasil del presidente de Argentina, Néstor Kirchner, selló la prioridad concedida por Buenos Aires a una alianza con Brasilia que fortalezca la integración y el peso internacional del Mercosur.
La unidad entre Argentina y Brasil es clave para el éxito del Mercosur (también integrado por Paraguay y Uruguay) y para extender la integración a toda América del Sur, coincidieron este miércoles Kirchner y su par y anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva.
Esto incrementa la responsabilidad de Brasil y Argentina en la recuperación de la credibilidad del bloque, en otorgar una asociación generosa con la Comunidad Andina de Naciones (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) y un acercamiento con otros países, señaló Kirchner.
Tenemos la mejor oportunidad histórica de promover una integración efectiva, dijo Lula, refiriéndose a la presencia de gobernantes con ideas coincidentes en los dos países.
Eso requiere avanzar en relaciones políticas y sociales, infraestructura física, reglas para compras gubernamentales y servicios y armonización macroeconómica, añadió.
El triunfo electoral de Kirchner el mes pasado representó un alivio para Brasil, que se libró así de lidiar con un socio con prioridades contrarias, como hubiera ocurrido si ganaba el balotaje el ex presidente argentino Carlos Menem (1989-1999), quien se retiró de la contienda para no afrontar una segura derrota.
Pero la prometedora alianza con el gobierno de Kirchner deberá pasar varias pruebas, como rivalidades históricas y las disputas comerciales que sostienen ambas naciones.
El azúcar sigue siendo un tema pendiente, pues es el único producto cuya incorporación al libre comercio en el Mercosur no está prevista.
Argentina aplica aranceles de 20 por ciento a las importaciones de azúcar brasileño, además de un derecho móvil que ahora equivale a 64 dólares por tonelada.
Así, el mercado argentino es inaccesible para la industria azucarera brasileña. El arancel fue aprobado por el parlamento por presiones de los agricultores argentinos, que acusan a Brasil de subsidiar al sector, al apoyar la producción de alcohol.
El ministro de Agricultura brasileño, Roberto Rodrigues, propuso al país vecino destinar parte de su cosecha de caña de azúcar a la producción de alcohol que se exportaría a Brasil, para paliar el frecuente desabastecimiento de ese derivado utilizado como combustible automotor desde hace tres décadas.
Brasil plantea que el apoyo tecnológico que aportaría a esa reconversión productiva sería contrapartida a una desgravación del azúcar en el comercio bilateral, poniendo fin a la excepción al producto, aunque en forma gradual.
Si bien no se trata de una alternativa nueva, su aceptación es difícil para los azucareros argentinos, temerosos de una invasión de azúcar brasileño que podría provocar un masivo freno a la industria local y el desempleo de 50.000 personas en las provincias pobres del norte del país.
El trigo es otro producto de frecuentes roces entre agricultores argentinos y molinos brasileños.
El Mercosur representó para Brasil la renuncia a la autosuficiencia en ese cereal. Casi todas las importaciones del grano, cerca de dos tercios del consumo nacional de unos diez millones de toneladas anuales, provienen de Argentina.
Los molinos se consideran rehenes de los proveedores argentinos y sus precios elevados, ya que el comercio dentro del Mercosur está libre de aranceles, mientras las importaciones de otras regiones tienen un gravamen de 10,5 por ciento, lo que resta competitividad al trigo más barato de otros países.
Aun así, una empresa brasileña importó trigo estadounidense el mes pasado, despertando acusaciones de productores argentinos que vieron allí una maniobra para forzar una reducción de sus precios.
Agricultores argentinos se quejan también de la nueva legislación brasileña que exige etiquetado informativo en los productos con más de uno por ciento de componentes transgénicos.
Eso dificultará y encarecerá el acceso de productos agrícolas al mercado brasileño, ya que Argentina, al contrario de Brasil, liberó la producción de organismos genéticamente modificados.
En el plano político, Kirchner no despejó todas las sombras en las relaciones bilaterales.
El mandatario argentino no siguió el guión de varios gobernantes sudamericanos que visitaron Brasilia este año y que prolijamente declararon su respaldo a Brasil como candidato a miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, en caso de una hipotética reforma del cuerpo.
El nuevo canciller argentino Rafael Bielsa reconoció el liderazgo regional de Brasil cuando visitó la capital de este país, el 29 de mayo, para preparar la visita presidencial.
Pero también eludió la cuestión, señalando que la representación de América Latina en el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) podía adoptar fórmulas distintas.
En una entrevista al diario O Estado de Sao Paulo, publicada este miércoles, el nuevo embajador argentino ante Brasil, Juan Pablo Lohlé, ni siquiera admitió el liderazgo brasileño. Los líderes no son necesarios, Argentina y Brasil deben ser socios, declaró. (