¿Cuál es la relación entre el desarrollo de una enfermedad, el ambiente y nuestros genes? ¿Hay personas genéticamente más vulnerables a la contaminación? ¿Podremos controlar mejor males inducidos por agentes ambientales como las enfermedades respiratorias?
Es probable que en un futuro cercano tengamos respuestas concluyentes a estas preguntas, según científicos del Proyecto del Genoma Ambiental (PGA), quienes lograron en abril decodificar 200 genes denominados de sensibilidad ambiental, de un grupo de 554 genes con los que trabajan.
Se trata de un importante paso hacia el incremento el conocimiento de la relación gen-ambiente-enfermedad, explicó a Tierramérica Kenneth Olden, director del Instituto Nacional de Ciencias Ambientales y de Salud (NIEHS por sus siglas en inglés), del Departamento de Salud de Estados Unidos, que estableció el Programa del Genoma Ambiental en 1997.
La lógica detrás del PGA es que existen genes específicos (partículas en el núcleo de la célula que condicionan la transmisión de los caracteres hereditarios) que contribuyen a virtualmente toda enfermedad humana, exceptuando algunos casos de trauma.
Estos genes confieren un incremento en la sensibilidad (resistencia) del organismo frente a agentes ambientales que pueden variar desde toxinas hasta alimentos o medicamentos.
El objetivo principal del PGA es la identificación, caracterización y registro de las variaciones de estos genes (polimorfismos).
Nuestra meta es prevenir efectos adversos en la salud debido a exposiciones ambientales y proteger a individuos más vulnerables, dijo Olden.
El PGA se alimenta de la información generada por el más amplio Proyecto del Genoma Humano (PGH), que anunció en abril el desciframiento de la secuencia completa del genoma humano que cuenta con aproximadamente 35.000 genes.
Pero la relación gen-ambiente puede ser extremadamente compleja.
De acuerdo a los expertos, cada individuo responde de manera diferente a la misma exposición.
Las características genéticas son las que determinan las variadas diferencias en la estructura y actividad de las enzimas responsables de procesar toxinas presentes en el aire, agua y alimentos.
Si dichas enzimas funcionan a niveles inadecuados pueden ocasionar enfermedades dada la exposición a toxinas.
Para la decodificación del primer grupo de genes, el PGA utilizó 90 muestras humanas que se afirma son representativas de la población de Estados Unidos.
Pero no todos aprueban el proyecto. ¿Dónde estaban hace 20 años cuando nosotros denunciábamos cánceres y problemas de salud?, se preguntó Judy Gobert, presidenta del no gubernamental Consejo de Biocolonialismo de Poblaciones Indígenas, con base en Nevada.
Contamos con registros genealógicos y médicos que son de gran interés para la investigación genética. Por eso nos buscan ahora, pero somos sujetos de investigación, no participantes, dijo Gobert a Tierramérica.
Para enfrentar estos cuestionamientos, el PGA cuenta con un programa que enfocará los asuntos éticos, legales y sociales de su labor.
Experimentación en humanos, discriminación laboral, negación de cobertura médica y equidad en el acceso a tratamientos genéticos son algunos de los temas en debate.
Pero la ciencia no se detiene. Se espera que los restantes 354 genes sean decodificados por el PGA para 2005 y, entre otras metas, se incluye la determinación de variaciones genéticas que viajan de una generación a otra.
* Publicado originalmente el 3 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (