Líderes de iglesias cristianas evangélicas de América Latina, cansados de paliar males sociales que atribuyen a las políticas económicas neoliberales, decidieron sugerir sus propuestas de cambio a gobiernos y organismos financieros internacionales.
Ese fue el propósito del encuentro ”Globalización de la vida plena”, celebrado entre el 28 de abril y el 1 de mayo en Buenos Aires con la presencia de varios centenares de delegados religiosos, convocado por el Consejo Latinoemaricano de Iglesias (CLAI) y con el auspicio del Consejo Mundial de Iglesias.
Representantes de la región y varios delegados de Estados Unidos, Africa y Asia discutieron el documento ”Las iglesias evangélicas dicen basta”, con severas críticas al modelo económico imperante en muchos países de América Latina.
Ese texto es una propuesta en transformación, pues recibirá aportes y modificaciones en los próximos meses.
Las iglesias, que dicen representar entre 15 y 20 por ciento de la población latinoamericana, sugieren la creación de ”instituciones públicas globales” para fiscalizar el rumbo de la globalización, y mejorar la regulación bancaria y el flujo de capitales.
También plantean ”reactualizar la misión de (la Organización de) las Naciones Unidas” y propiciar un cambio en los organismos multilaterales de crédito, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo, cuyas recomendaciones son determinantes en las políticas económicas de los países endeudados.
”Los organismos no cumplen con sus cometidos originales y más bien colaboran para instaurar un modelo económico injusto”, remarcaron.
A modo de ”agenda mínima para un proyecto de país”, los representantes evangélicos se atrevieron a proponer que el Estado no debería ser paternalista, burocrático, ni ”desertor”. En todo caso, un ”Estado social de derecho” en el que participen actores de la sociedad civil.
En diálogo con IPS, el pastor puertorriqueño Angel Rivera, coordinador del Programa Fe, Economía y Sociedad del CLAI, señaló que las iglesias tienen una total presencia junto a los más pobres y están permanentemente paliando la pobreza mediante comedores, hogares para niños y jubilados, o centros educativos.
Las iglesias ponen al servicio de la labor comunitaria con los sectores más pobres los saberes de profesionales laicos, como ingenieros, sociólogos, educadores o psicólogos, añadió.
”No podemos seguir siendo la mano de obra barata del sistema o poniendo vendas a un esquema que fomenta la injusticia”, remarcó Rivera. Y añadió: ”La idea en cambio es que nosotros podamos transformar el sistema, es decir, ser elementos de cambio a través de una tarea que tenga otra intencionalidad”.
En su labor junto a comunidades que viven grandes necesidades, muchas veces los religiosos caen en el asistencialismo, que no soluciona los problemas.
”Estamos discutiendo una nueva teoría acerca de qué hemos estado haciendo, cómo lo hicimos y qué errores cometimos”, admitió el pastor.
En los últimos años, estas iglesias han acompañado protestas y reclamos de movimientos sociales.
En ese contexto, la elaboración del documento persigue el propósito de convertirlo en un instrumento ”de denuncia y de diálogo” con gobiernos y organismos financieros multilaterales.
Las críticas a la globalización neoliberal comenzaron a expresarse en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, Brasil, pero, advierte el documento, los grupos que se oponen a ese proceso ”tienen que llevar propuestas bien fundadas que no repitan aquellas que correspondieron a luchas sociales en períodos anteriores”.
”Hay que dotarse de instrumentos políticos que no son exclusivamente partidarios”, recomiendan los religiosos.
Cuando concluya la elaboración colectiva de la propuesta, en la segunda mitad de este año, un grupo de delegados de las iglesias se reunirá con el primer ministro de Canadá, Jean Chrétien, con legisladores estadounidenses y con funcionarios de entidades financieras internacionales.
La versión actual del documento asevera que los religiosos admiten sentirse en ocasiones ”cómplices” del modelo económico neoliberal que genera pobreza, desigualdad y violencia, y reconocen que su tarea fundamental como iglesia debería ser la de ”ayudar al ser humano a transformar su existencia”.
”Es como dice el conocido proverbio: no demos el pescado, enseñemos a pescar”, sintetizó para IPS el premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel, tras una exposición muy crítica sobre los efectos que tendría, a su juicio, el avance del proyecto del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
El proceso de integración regional más criticado fue el ALCA, que Estados Unidos negocia con 34 países del continente, excepto Cuba, y que debería entrar en vigor en 2005.
”No estamos contra los procesos en sí, sino contra los proyectos de integración que no favorecen a las mayorías sino a las grandes transnacionales, generando acuerdos de competencia entre desiguales y mayor sometimiento”, afirma el texto.
El documento de más de 20 páginas, elaborado por un grupo de sociólogos evangélicos —religiosos y laicos—, señala además que el modelo de ajuste económico con alto endeudamiento, privatizaciones y apertura comercial y de capitales causó ”una profunda crisis humana”.
”Más de la mitad de la población latinoamericana es pobre, hay desempleo, inestabilidad laboral y las pequeñas empresas quebraron”, describe.
Las iglesias admiten que no se deben ignorar las contribuciones del liberalismo, como el apego a las libertades individuales o la oposición a un Estado burocrático e ineficiente.
Pero al mismo tiempo señalan que ”si se quiere ser fiel al Evangelio debemos denunciar este proyecto económico mundial”.
El documento asegura que en períodos de crecimiento económico la pobreza declina levemente, pero no la desigualdad, dicen. ”La teoría del derrame fracasó, debemos llamar a nuestros gobiernos a la desobediencia económica respecto de las recomendaciones de los organismos multilaterales de crédito”.
En materia de deuda externa, las iglesias evangélicas plantean un postura inflexible.
”América Latina pagó 1,4 billones de dólares en los últimos 20 años, que es cinco veces su deuda original. Pedimos la condonación de esa deuda y que los gobiernos de la región unidos tengan el coraje y la voluntad política de no pagarla”, concluye el documento.