Medio Oriente y el mundo en general parecen ser hoy lugares más peligrosos pese a que Estados Unidos decidió sustituir su estrategia militar por la diplomática en esa región luego de la guerra en Iraq.
Los últimos ataques terroristas en Riyad y Casablanca confirmaron que no son gobiernos islámicos los que amenazan los intereses de Estados Unidos.
Tales gobiernos pueden ser contenidos, presionados o aplastados, como sucedió con el grupo Talibán en Afganistán, Saddam Hussein en Iraq e incluso con el líder palestino Yasser Arafat, relegado a un puesto secundario tras la designación del primer ministro Mahmoud Abbas.
En cambio, Estados Unidos enfrenta un nuevo tipo de enemigo, sin nombre y sin rostro, con la motivación y el entrenamiento necesarios para atacar con un arma que no tiene antídoto en el arsenal estadounidense: los ataques suicidas.
Son los terroristas suicidas los que tienen mayor capacidad de desestabilización, y ningún gobierno o estado de Medio Oriente puede controlarlos.
Los últimos atentados confirmaron también que la invasión a Iraq no tuvo nada que ver con la ”guerra contra el terrorismo” ni con la búsqueda de armas de destrucción masiva en ese país del Golfo.
Muchos observadores del mundo islámico creen que los motivos de la guerra fueron el petróleo, Israel y la modificación del mapa político de Medio Oriente. En tal caso, el terrorismo sigue siendo una amenaza, y esto ha quedado demostrado.
Hace poco más de una semana, el presidente de Estados Unidos George W. Bush decía triunfalmente a su pueblo que ”la espina de (la organización extremista islámica) Al Qaeda está rota” y que su gobierno había ”comenzado a ganar la guerra contra el terrorismo”.
Pero los atentados del día 12 en el corazón de un enclave extranjero en Riyad, que dejaron al menos 34 muertos y cuyas implicaciones repercutieron en todo Medio Oriente y más allá, parecen haber tomado por sorpresa tanto a Estados Unidos como a Arabia Saudita.
Luego, en la noche del viernes 16, cinco ataques suicidas con bomba estremecieron a la capital comercial de Marruecos, Casablanca, provocando la muerte a 41 personas. Las autoridades también sospechan que la organización radical islámica Al Qaeda, del saudí Osama bin Laden, estuvo detrás de esas acciones.
Los atentados se produjeron mientras Washington intentaba cambiar el énfasis de su política exterior de lo militar a lo diplomático luego de la guerra en Iraq.
Cuando se produjeron las explosiones en Riyad, el secretario de Estado (canciller) estadounidense Colin Powell estaba por llegar a esa capital en el marco de una gira por Medio Oriente tras la aparente conclusión de un debate sobre la política exterior estadounidense después de Iraq.
En esta etapa, la posición más moderada y realista del Departamento de Estado parecía prevalecer sobre la postura radical y unilateral de los ”halcones” que dominan el Pentágono (Departamento de Defensa).
En lugar de avanzar militarmente sobre Medio Oriente en base a una ”lista de objetivos”, la estrategia actual de Estados Unidos consiste en utilizar la diplomacia de la zanahoria y el garrote.
En ese sentido, Powell ha estado negociando en Siria y Líbano, mientras el general James Garner fue degradado para dar lugar al candidato civil del Departamento de Estado a gobernador interino de Iraq, Paul Bremer.
Mientras, discretas conversaciones con Irán permitieron que el ayatolá (clérigo islámico) Baqer Al Hakim regresara a Iraq, así como el desarme de la organización antiiraní Mujahideen-e-Jalq, con sede en Iraq.
Queda por ver qué ofrecerá Irán a cambio, pero probablemente tenga algo que ver con la moderación del grupo radical islámico Hizbolá en Líbano, en especial de sus acciones militares contra Israel. No es casualidad que el presidente iraní Mohammad Jatami haya visitado Líbano, donde Hizbolá tiene su sede.
Pese a la estrategia diplomática adoptada por Estados Unidos luego de la guerra en Iraq, parece que Medio Oriente y el mundo en general son lugares más inseguros ahora.
En cuanto a las armas de destrucción masiva, por ejemplo, el factor nuclear ha asumido mayor importancia luego de la guerra en Iraq.
Por ejemplo, la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense decidió levantar el día 9 una prohibición de investigar y desarrollar armas nucleares de alta tecnología para posible uso bélico.
Este mes, Bush reveló una iniciativa para la reestructuración socioeconómica y política de Medio Oriente que probablemente no sea bien recibida por las elites gobernantes de la región, que son monarquías casi absolutas o dinastías familiares republicanas.
Arabia Saudita será un objetivo clave de tal reforma, en especial porque un sector influyente de Washington cree que en ese país está el origen de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Los atentados de Riyad habilitan a Washington para ejercer más presión sobre el reino saudí, una clara ”víctima” de la guerra contra Iraq debido a su degradación en la lista de prioridades estratégicas de Estados Unidos.
Una de las primeras acciones de Washington una vez terminados los combates en Iraq fue el anuncio del retiro de su personal militar de territorio saudí luego de una permanencia de 13 años, en un acto cargado de simbolismo.
Riyad se había opuesto a la guerra contra Iraq y le impidió al Comando Central estadounidense utilizar la base aérea Príncipe Sultán, cerca de la capital saudí, para lanzar ataques contra ese país.
Mientras, Iraq y Afganistán siguen siendo volátiles, el conflicto palestino-israelí sigue tan candente como siempre, e Irán, Siria, Arabia Saudita y Egipto permanecen nerviosos por lo que perciben como planes proisraelíes de Estados Unidos en la región.
Todo esto ocurre mientras Bush se prepara para una nueva carrera presidencial el año próximo, en la que utilizará la bandera del patriotismo enarbolada sobre las banderas de Medio Oriente y la protección de Israel, para disgusto de los gobiernos y pueblos de la región. (