– Muchos dicen en América Latina que los productos culturales no son una mercancía más, pero esa premisa se aplica poco cuando los gobiernos de la región negocian tratados comerciales.
El tema ha sido soslayado hasta ahora en las conversaciones para la creación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), pese a que muchos latinoamericanos temen que ese acuerdo, impulsado por Washington, haga aun mayor la penetración en la región de la industria cultural estadounidense.
El ALCA será fundamentalmente comercial, y los temas que pueden generar algún desacuerdo, como el de los bienes culturales, se negociarán en otros foros, como la OMC (Organización Mundial de Comercio), dijo a IPS Germán de la Reza, académico experto en integración de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Pero esa sujeción a las normas de la OMC es resistida en países pequeños del hemisferio, que no podrían competir en pie de igualdad si abren indiscriminadamente sus mercados en áreas vitales, como las industrias discográficas y cinematográficas, advirtió Antonio Romero, coordinador de área del Sistema Económico Latinoamericano, con sede en Caracas.
El cineasta chileno Miguel Littín señaló a IPS que los tratados de libre comercio amenazan por su propia naturaleza a la cultura, porque las pequeñas ayudas que actualmente dan los Estados al desarrollo de las artes correrán peligro de desaparecer, en tanto van a ser tildadas como formas de proteccionismo.
El ALCA pretende crear una vasta zona de libre comercio con 34 países del hemisferio, todos menos Cuba, y se prevé concluir su negociación en enero de 2005, para que entre en vigor a fines de ese año o inicios de 2006, una vez que sea ratificado por el Poder Legislativo de cada Estado miembro.
La asimetría de ese proceso, que busca asociar a caribeños y latinoamericanos con la primera potencia económica y militar mundial, aumenta la complejidad propia de las negociaciones relacionadas con la cultura.
Los acuerdos comerciales en la era de la globalización abarcan múltiples cuestiones culturales, desde la rebaja de aranceles para insumos de la industria discográfica o cinematográfica, hasta la aplicación a las creaciones artísticas de normas sobre propiedad intelectual.
Surgen también interrogantes acerca de la preservación en un sentido antropológico de los patrimonios artísticos y culturales de los pueblos, amenazados por la penetración en los medios de comunicación masivos de las transnacionales informativas, del espectáculo y el entretenimiento.
La cultura, y el cine en particular, no es un producto cualquiera. Está relacionada con la identidad de un pueblo, forma el imaginario nacional, dijo a IPS Assunçao Hernández, presidenta del Congreso Brasileño de Cine y del Sindicato de la Industria Cinematográfica de Sao Paulo.
Para la escritora chilena Pía Barros, el problema de la globalización es que también se globaliza la basura y ahí tenemos que preguntarnos qué es la cultura. En los tratados de libre comercio se habla de comerciar con la cultura y yo no estoy de acuerdo con eso.
Puede haber políticas gubernamentales para el desarrollo cultural del país, pero la cultura no puede ser un bien negociable que tenga un gobierno. El trato hacia la cultura debe ser preferencial, pero de parte de todos los países, para establecer una interacción cultural con los demás, dijo a IPS.
Brasil defiende en este terreno, como en toda la negociación del ALCA, un frente común regional para negociar en condiciones más equitativas con Estados Unidos.
El músico y ministro de Cultura brasileño Gilberto Gil levantó la bandera de la integración cultural cuando visitó Chile a comienzos de este mes, pero ese viejo proyecto está lejos de implementarse.
Por el momento, Brasil no está asumiendo (en negociaciones comerciales) ningún compromiso en servicios de recreaciones. No ofrece ni pide nada, por ende no está proponiendo nada en la OMC para alterar las normas vigentes, dijo a IPS una fuente de Itamaraty, la cancillería brasileña.
El Mercado Común del Sur formado en 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, ha producido más retórica que avances en materia de integración cultural, opinó Antonio Mercader, quien fue dos veces ministro de Educación uruguayo en los últimos 12 años.
Hay relevamientos útiles y planes interesantes, pero los cuatro países avanzaron más cuando unificaron su opción por una norma de transmisiones por televisión, décadas antes de crear el bloque, comentó.
La Unión Europea (UE), que firmó un tratado de comercio e integración con Chile, y negocia un acuerdo marco en la materia con el Mercosur, se comprometió a promover inversiones y transferencia de tecnologías en el sector cultural y, al mismo tiempo, asegurar la adecuada y efectiva protección de los derechos de propiedad intelectual.
Criterios más o menos similares aplicó Chile en el tratado de libre comercio que terminó de negociar en diciembre con Estados Unidos, y que el presidente George W. Bush enviará al Congreso para su ratificación en junio o julio, según la canciller chilena Soledad Alvear.
Santiago planteó una amplia reserva cultural, argumentando que esta actividad no debe ser tratada como una mercancía más, y en acuerdo con la Coalición Chilena por la Diversidad Cultural, conformada por creadores y productores del sector, señaló Osvaldo Rosales, jefe del equipo negociador del país.
Esa reserva, establecida en los capítulos de servicios e inversiones, permitirá por ejemplo que Chile celebre con quien quiera futuros acuerdos de cooperación cultural, subrayó.
El acuerdo de Chile con Estados Unidos también prevé rebaja de aranceles para insumos del sector cultural, y protección al derecho de autor en el capítulo de la propiedad intelectual, explicó Rosales.
Además, que todos los acuerdos en esta área dentro del tratado con Estados Unidos sean consistentes con las normas de la OMC, destacó.
En cambio, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, firmado por Canadá, Estados Unidos y México, no tiene un capítulo especial sobre la cultura, y sólo se señala que cada país aplicará el respectivo trato nacional en materia de derechos de autor.
El mecanismo de la reserva cultural interesa también a los cineastas en Brasil, que demandan una mayor diversidad en el ingreso de películas a su país, ya que actualmente 90 por ciento de los filmes que se exhiben en las salas y la televisión brasileñas provienen de Estados Unidos.
Littín también se manifestó partidario de excepciones para la cultura en los tratados comerciales, y abogó por una efectiva integración latinoamericana.
Hace más de 30 años que estamos luchando por lo que llamamos el 'Mercado Común del Arte Latinoamericano'. Sobre todo en lo que significan las artes industriales, el cine, la televisión, el video, señaló.
La idea es que cada película hecha en los distintos países de América Latina tenga una sola nacionalidad y pueda ir de país en país, de mercado en mercado, sin carga tributaria, añadió el cineasta.
Esta sería la única forma, conjuntamente con una plataforma latina, que incluya a países latino-europeos, de poder establecer un equilibrio más favorable ante la hegemonía que en este momento tiene la industria anglosajona sobre los medios de comunicación, concluyó Littín.
* Con aportes de Diego Cevallos (México), Humberto Márquez (Venezuela), Mario Osava (Brasil) y Marcelo Pereira (Uruguay).
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