El Partido Comunista (PC) de Chile, una de las fuerzas políticas fundamentales del país hasta el golpe de Estado de 1973, no logra remontar una crisis que dura ya dos décadas, y afronta ahora el riesgo de perder a sus principales dirigentes jóvenes.
El PC chileno, liderado y presidido por la ex diputada Gladys Marín, sufre creciente desgaste electoral pero sigue adscrito a la ortodoxia marxista-leninista, a diferencia de sus similares de Europa, América Latina y Asia reciclados en moldes socialdemócratas o disueltos tras la caída del muro de Berlín en 1989.
Unos 30 dirigentes de federaciones de estudiantes universitarios están en franca rebeldía contra la directiva que preside Marín, y su probable alejamiento mermaría profundamente la presencia del PC entre los jóvenes, uno de los pocos frentes donde conserva todavía alguna fuerza.
Ese conflicto se desprende a su vez de la ruptura con el PC de Jorge Pavez, el carismático presidente del Colegio de Profesores, expulsado en marzo por Marín, quien lo acusó de divisionismo por la creación de la llamada Fuerza Social Democrática (FSD), apoyada por los jóvenes disidentes.
Pavez era el más importante de los dirigentes gremiales comunistas, ya que el Colegio de Profesores, una de las mayores organizaciones sindicales del país, tiene como afiliados a los 120.000 educadores de las 9.000 escuelas primarias y secundarias, estatales, municipales o privadas con subvención fiscal.
Los jóvenes dirigentes comunistas que adhirieron a la FSD están encabezados por Julio Lira, presidente de la Federación de Estudiantes de la estatal Universidad de Chile (FECH), la más antigua e influyente de su tipo en el país.
La misma decisión adoptaron varios ex presidentes de la FECH, como Iván Mlynarz, Marisol Prado, Alvaro Cabrera y Rodrigo Roco, a los cuales se sumaron otros líderes estudiantiles de diversas universidades.
La directiva del PC advirtió a sus militantes que considera incompatibles la pertenencia al partido y a la FSD, pero los llamó a dialogar sin sancionarlos.
El encargado nacional universitario de las Juventudes Comunistas, Marcos Barraza, informó que en una reunión plenaria de esa agrupación, realizada el 10 de este mes, no se logró disuadir a los rebeldes, quienes se niegan a abandonar la FSD y al mismo tiempo reivindican su condición de militantes comunistas.
Pero Barraza reafirmó, en nombre de la directiva superior del PC, la incompatibilidad de pertenecer al partido y a la FSD.
En ese movimiento (la FSD) no existe la voluntad amplia de querer integrar al mundo social y al mundo político. En ese marco, nuestras juventudes (comunistas) se verían excluidas, sostuvo.
Ese planteamiento fue rebatido por Roco, uno de los más populares líderes juveniles comunistas, en una carta de adhesión al movimiento creado por Pavez.
Roco planteó que la aplicación en Chile del proyecto neoliberal es la más extensa e intensa del mundo, y que por eso deben buscarse todas las opciones para desarrollar un movimiento social de amplia base.
Penalizar, sancionar o estigmatizar a compañeros por tratar de desarrollar caminos en el difícil Chile de hoy resulta una soberana estupidez y una incongruencia gigantesca, afirmó al condenar la expulsión de Pavez.
En los últimos 15 años, el PC ha perdido a miles de compañeros que han preferido irse para la casa o canalizar sus luchas y capacidades desde otros espacios, señaló Roco.
Los comunistas fueron los inspiradores centrales de la alianza con socialistas, radicales (socialdemócratas) y cristianos de izquierda que dio vida a la Unidad Popular y ganó en 1970 la presidencia para Salvador Allende.
El PC llegó a tener cerca de 15 por ciento de los votos antes del cruento golpe de Estado de 1973 contra Allende, que desató una feroz represión contra ese partido, el Socialista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Durante el régimen del general Augusto Pinochet (1973-90), los antiguos aliados socialistas del PC se acercaron a la Democracia Cristiana y a sectores socialdemócratas para abrir paso a una transición pacífica, y eso tuvo su primer gran fruto con la derrota del dictador en un plebiscito de octubre de 1988.
Los comunistas, en cambio, optaron desde 1980 por invocar el derecho a la rebelión, lo cual los llevó a amparar la creación del insurgente Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que en 1986 intentó sin éxito matar a Pinochet.
En 1989, en vísperas de la restauración democrática, el PC buscó remontar su aislamiento cuando removió de su secretaría general al ex senador Luis Corvalán, quien ejerció ese cargo por 31 años.
Corvalán fue sustituido por el escritor y también ex senador Volodia Teitelboim, quien proclamó entonces, en una conferencia de prensa realizada en la clandestinidad, que en su partido se acababan los secretarios generales vitalicios y que el PC buscaría su reinserción en la política chilena, pese a estar proscrito.
Los comunistas y otras fuerzas de izquierda marginadas por la dictadura apoyaron en las elecciones de 1989 la candidatura presidencial del democristiano Patricio Aylwin, de la Concertación por la Democracia, quien derrotó ampliamente al delfín de Pinochet, Hernán Büchi.
En las elecciones de 1993, el PC encabezó una alianza de fuerzas menores de izquierda que llevó como candidato presidencial al sacerdote Eugenio Pizarro, quien obtuvo alrededor de seis por ciento de los votos, mientras el oficialista y democristiano Eduardo Frei arrasaba con 58 por ciento.
Esa alianza no logró representación parlamentaria debido al llamado sistema binominal, impuesto por Pinochet, que determina la elección de sólo dos candidatos a senadores o a diputados en cada una de las correspondientes circunscripciones.
Para entonces, Teitelboim había asumido una simbólica presidencia del PC, y la secretaria general ya era Marín, líder de los sectores duros del partido.
Marín fue candidata a la presidencia en 1999 y logró solo 3,19 por ciento de los votos, la mitad de lo obtenido seis años antes por Pizarro. Esas elecciones fueron ganadas en segunda vuelta en enero de 2000 por el actual presidente, el socialista Ricardo Lagos, candidato de la coalición gobernante.
En cualquier otro partido, los dirigentes máximos renuncian cuando sufren una debacle electoral. Pero en el PC chileno es al revés y la corriente que encabeza Gladys se ha fortalecido en el aparato interno, controlando el Comité Central y la Comisión Política, comentó a IPS un militante de la Juventud Comunista.
Fueron desplazados los cuadros más aperturistas del PC, como Pavez, y el propio Teitelboim optó por alejarse de la política para volver a su viejo amor por las letras, que le valió en 2002 el Premio Nacional de Literatura.
El año pasado, un Congreso Nacional del PC ratificó cambios estatutarios que quitó atribuciones a la secretaría general en beneficio de la presidencia del partido, que desde un año antes era ejercida por Marín.
En ese contexto, la rebelión de los jóvenes no es apenas un desencuentro relacionado con la FSD, sino que tiene un trasfondo de cuestionamiento a un aparato de dirección inamovible, que no abre paso a nuevos liderazgos, según analistas políticos locales.
Me da la sensación de que los comunistas no miran hacia delante. Se quedaron pegados en el pasado, dijo a IPS Paulette Dougnac, de 20 años y estudiante de periodismo de la Universidad de Chile, quien se define de izquierda pero nunca ha votado a integrantes del PC en elecciones universitarias.
Es natural que sus dirigentes más jóvenes quieran irse con Pavez, que está postulando propuestas nuevas, añadió. (