La herida abierta en la Unión Europea (UE) por la decisión unilateral de Estados Unidos de invadir Iraq también afecta la discusión de la nueva Constitución del bloque en el marco del ingreso de los países ex socialistas hoy afines a Washington.
Los 10 países que se sumarán a la UE en mayo de 2004, ocho de los cuales integraron el desaparecido campo socialista europeo, pretenden que el nuevo tratado constitucional se apruebe luego de su ingreso, para así garantizar la igualdad de derechos entre nuevos, antiguos, grandes y pequeños estados miembros.
Sin embargo, la Cumbre de Salónica de la UE del 20 y 21 de junio, que cierra el semestre presidencial del bloque de Grecia e inaugura el de Italia, se propone abordar la pronta resolución del Tratado Constitucional que elabora el organismo presidido por el ex mandatario francés Valéry Giscard d'Estaing.
Por eso los presidentes de los parlamentos de 10 naciones candidatas a ampliar la UE, reunidos los días 25, 26 y 27 de este mes en Lisboa por iniciativa del Congreso portugués, acordaron por unanimidad reclamar que se postergue la aprobación del nuevo estatuto del bloque hasta después de esa fecha.
Los ex países socialistas que integran ese grupo son hoy aliados de Estados Unidos, una posición que los expertos consideran puede impedir que la UE se transforme en un polo de poder mundial, como impulsan Francia y Alemania, para oponerse a los planes de Washington de crear un nuevo orden internacional.
La disputa entre Estados Unidos y Francia en torno a Iraq interrumpió bruscamente la dinámica del proyecto de Convención europea y lanzó un clima de dudas y sospechas que ya nadie puede ignorar, explicó a IPS la analista portuguesa en asuntos de la UE, Teresa de Sousa.
Con la crisis, se perdió la dinámica europea inicial y cada uno de los protagonistas principales parece ahora más interesado en jugar sus propias cartas, señaló.
De Sousa cree que en medio de ese clima será prácticamente imposible superar de forma positiva la fase más difícil y compleja de los trabajos, aquella donde se juega el peso relativo de cada Estado miembro de la UE.
El año próximo ingresarán a la UE Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia y República Checa. A ellos se le sumarán en 2007 Bulgaria y Rumania.
Establecer el tratado constitucional antes del ingreso de los nuevos países sería una situación absurda y, de concretarse, podrá representar futuros problemas jurídicos graves, dijo a IPS la presidenta del parlamento de Hungría, Katalin Szili.
Es lamentable que nuestras naciones, después del ingreso a la UE, se viesen enfrentadas a una realidad diferente de aquella a la que pensaban adherir, en la cual, palabras como solidaridad o cohesión, habrían perdido sentido, advirtió Szili, quien aseguró que esta opinión es compartida por los restantes nueve países.
El presidente del Congreso legislativo de Portugal, JoFo Bosco da Mota Amaral, suscribe este juicio al manifestarse abiertamente contrario a la hegemonía franco-alemana en la UE, que es rechazada por los actuales socios pequeños, a los que se han unido los candidatos del ex bloque socialista europeo.
El motivo formal del encuentro en Lisboa fue trasmitir las experiencias en el proceso de integración europea, al cumplirse 29 años de la llamada Revolución de los Claveles del 25 de abril de 1974, cuando un grupo de capitanes izquierdistas del ejército derrocó la dictadura impuesta en 1926.
La Revolución de los Claveles restauró las libertades cívicas y permitió la creación de un régimen democrático en Portugal, recordó la convocatoria de la reunión de parlamentarios.
El paralelo entre la experiencia portuguesa y la de los países que estuvieron bajo la égida de la desaparecida Unión Soviética fue también establecido en los plazos.
Portugal logró tras una espera de 12 años de construcción democrática la solidez de sus reformas, para así ingresar a la UE en 1986, un lapso similar al transcurrido desde el comienzo del fin de los regímenes del llamado socialismo real en Europa central y oriental.
Pero el enfrentamiento entre Washington y el eje París-Berlín, agravado tras la invasión el 20 de marzo de Estados Unidos y Gran Bretaña a Iraq, no es el único factor que interfiere por estos días en la marcha del bloque europeo.
Los recelos de los países pequeños frente a los grandes en la UE comenzó mucho antes de la guerra contra Iraq y de los consecuentes pedidos de Estados Unidos de fidelidad trasatlántica.
En efecto, países amigos de Washington, como Gran Bretaña, España e Italia, no forman parte del grupo que hostiga las propuestas franco-alemanas, de hacer prevalecer el peso de un Estado por sobre el concepto de un país, un voto, defendido por los pequeños, aliados o no de Estados Unidos.
De esta manera, 20 de los 25 países que formarán la UE en 2004 están en contra del proyecto auspiciado por Francia y Alemania.
En el grupo se cuentan los actuales miembros Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Grecia, Holanda, Irlanda, Luxemburgo, Portugal y Suecia, todos considerados por los presidentes de los parlamentos reunidos en Lisboa importantes aliados para postergar el debate del proyecto de Giscard doEstaing.
La propuesta más polémica de la iniciativa del organismo a cargo del ex mandatario francés se refiere a la elección de un presidente permanente del Consejo Europeo, el cuerpo que reúne cuatro veces por año a los jefes de gobierno de la UE, en lugar de las presidencias rotativas semestrales de los países miembros.
En la óptica del presidente de la Convención, apoyado por Alemania, España, Francia, Gran Bretaña e Italia, el sistema de las presidencias semestrales rotativas es ineficaz y rompe la continuidad y la visibilidad de la acción política de la UE en el mundo.
Austria, Bélgica, Finlandia, Holanda, Irlanda, Luxemburgo y Portugal se oponen a esa iniciativa, al igual que los candidatos a sumarse al bloque en 2004.
Grecia se mantuvo al margen por su condición de actual presidente de la UE, mientras que los dos restantes actuales miembros del bloque, Dinamarca y Suecia, se alinearon con los grandes en favor de un presidente europeo.
Otro aspecto en discordia es la sugerencia de reducir la cantidad de integrantes de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE, para un máximo de 15, en lugar del modelo de un comisario por Estado, con lo cual los pequeños temen quedar fuera del centro de decisiones.
Por razones de competitividad, la ampliación de la UE podrá perjudicar la economía de Portugal.
No obstante, ante el inevitable hecho consumado, Lisboa se decidió por la vía pragmática y se convirtió en un aliado de los 10 países próximos a ingresar, un hecho destacado por Mota Amaral en la reunión de Lisboa.
Por su parte, el primer ministro portugués, José Manuel DurFo Barroso, envió un recado sin sutilezas a las cinco grandes naciones de la UE, al afirmar que los más pequeños no pueden aceptar que aparezca como postura de todo el bloque la de algunos de los países miembros.