Cuba ya no enamora a los creadores de América Latina, como en los albores de su revolución, y los jóvenes escritores repudian la represión a disidentes en la isla, aunque no ven en Estados Unidos el paradigma de la libertad.
Es evidente que Cuba tiene deudas con la libertad de expresión, pero de ningún modo consideraría a Estados Unidos como modelo, dijo a IPS la escritora y periodista chilena Alejandra Costamagna, de 32 años.
La libertad de expresión es un tema escabroso en Cuba, según la poeta mexicana Estrella del Valle, también de 32 años, quien señaló que en su país se practica la autocensura, como en Estados Unidos, donde se escribe sobre temas que no hacen daño al sistema.
Ninguno de los jóvenes creadores literarios de México, Venezuela, Brasil y Chile entrevistados por IPS defendió al gobierno del presidente cubano Fidel Castro como una apuesta al futuro.
Distinta era la visión de intelectuales latinoamericanos en los años 60, cuando la naciente revolución caribeña representaba para muchos de ellos el surgimiento de una sociedad en que el socialismo se conjugaría, por fin, con humanismo y libertad.
Las primeras voces de alerta en América Latina sobre un giro de La Habana hacia formas de represión de los intelectuales, similares a las de otros países socialistas, aparecieron en 1969 y 1970 ante el caso del poeta cubano Heberto Padilla, que incluyó su forzada autocrítica por actividades contrarrevolucionarias.
Eso llevó a la ruptura con Castro a destacados escritores como el peruano Mario Vargas Llosa, el chileno Jorge Edwards y el cubano Guillermo Cabrera Infante, pero el gobierno de Cuba conservó apoyo de un vasto contingente de intelectuales de la región, entre los cuales descollaban el colombiano Gabriel García Márquez y el belga-argentino Julio Cortázar (1914-1984).
En las últimas semanas, hubo nuevos distanciamientos entre Cuba y su retaguardia intelectual latinoamericana, debido a largas penas de presidio impuestas a 75 disidentes acusados de conspirar con un diplomático de Estados Unidos en La Habana, y a las ejecuciones de tres frustrados secuestradores de una lancha de pasajeros.
El pronunciamiento crítico más clamoroso fue el del escritor uruguayo Eduardo Galeano, catalogado hasta ahora como un adherente patria o muerte del gobierno cubano, que se sumó al del portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura de 1998 y punto de referencia para muchos izquierdistas de la región.
Saramago, Galeano y otros creadores europeos y latinoamericanos que criticaron la represión en Cuba fueron los destinatarios implícitos del Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos, divulgado el 19 de este mes por 27 intelectuales y artistas cubanos.
Ese mensaje afirma que Cuba está más amenazada que nunca por el gobierno de Estados Unidos, y que para defenderse, se ha visto obligada a tomar medidas enérgicas que naturalmente no deseaba, como volver a aplicar la pena de muerte.
Entre los firmantes estuvieron el cantautor Silvio Rodríguez, la cantante Omara Portuondo, la bailarina Alicia Alonso, el pianista Chucho Valdés, los cineastas Julio García Espinoza y Humberto Solas, el guionista Senel Paz (del filme Fresa y chocolate).
También el músico Leo Brouwer y los escritores Cintio Vitier, Miguel Barnet, Pablo Armando Rodríguez y Fina García Marruz.
El mensaje lamentó los pronunciamientos críticos de figuras entrañables para Cuba y los cubanos, y las consideró nacidas de la distancia, la desinformación y los traumas de experiencias socialistas fallidas.
La imagen de la pequeña isla caribeña que construye el socialismo, acosada por el enemigo imperialista cercano a sus costas aún motiva a las viejas generaciones de la izquierda latinoamericana, pero ya no parece conmover a los jóvenes intelectuales que se consideran progresistas.
Para los nuevos, el desgaste del paradigma cubano se asocia con el deterioro de la figura de Castro, que va perdiendo su carisma y que al mismo tiempo se puede reprocesar como personaje literario, en una relectura que también alcanza al mítico guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara.
En la adolescencia usaba camisetas con fotos del Che y de (el cantante jamaiquino) Bob Marley. El Che me parecía un héroe latinoamericano que quiso hacer la revolución y renunció al poder. Ahora le tengo admiración, pero me gustaría conocerlo mejor, dijo a IPS el escritor brasileño Antonio Prata.
A Fidel no lo admiro, no me parece dispuesto a abrir gradualmente el régimen, y con sus acciones favorece el discurso de (el presiente estadounidense George W.) Bush, agregó Prata, de 25 años.
Para el narrador y poeta venezolano Alberto Barrera Tyszka, de 43 años, el Che fue un gran ejemplo de mercadotecnia simbólica. Un tipo bastante intolerante que de pronto comparte el firmamento con estrellas de la talla de Jesucristo o Robin Hood.
El caso de Fidel es más patético. Para él, ya la izquierda es solo un adorno verbal, una excusa para mantenerse en el poder, opinó.
Eso me interesa (literariamente). La tragedia de un tipo que termina convertido en lo que supuestamente quiso suprimir. Así lo recordará la historia, tan semejante al tirano (Fulgencio) Batista, derrocado en 1959 por la revolución que encabezó Castro, dijo a IPS Barrera.
Son figuras de la historia. Cuando despertamos, Fidel y el Che todavía estaban ahí, dijo Costamagna, parafraseando la única sentencia de un célebre relato corto del guatemalteco Augusto Monterroso: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
El chileno Rafael Gumucio, de 33 años, confesó a IPS que Guevara le produce una reacción de amor y odio, como personaje cuestionador pero a la vez aventurero, cuyo producto político y social es bastante cuestionado.
Castro es más entretenido, porque se trata de un personaje payasesco, tragicómico, muy inteligente, con mucha capacidad de expresión y con un gran apetito de poder y eternidad, añadió.
Fidel y el Che tenían características comunes, pero tuvieron destinos distintos. Fidel en la revolución fue tan superhéroe como el Che, pero como sigue vivo, con responsabilidad de gobierno, sufre el desgaste de los errores cometidos. Su biografía está en tela de juicio, acotó Felipe Nepomuceno, cineasta y poeta brasileño de 27 años.
Es difícil hablar de libertad de creación (en Cuba), más aun comparando con otros países. ¿Qué libertad de expresión hay para quienes no saben escribir o para quien pasa hambre?, dijo el joven poeta, hijo del escritor Eric Nepomuceno, de quien heredó lazos con Cuba.
Supongo que la gran mayoría de los escritores jóvenes perciben a Cuba de modo diametralmente opuesto a como la percibieron (Alejo) Carpentier, Cortázar o Vargas Llosa, dijo a IPS el novelista mexicano Eloy Urroz, nacido en Nueva York en 1966.
Para nosotros, Cuba no significa ninguna tierra de promesas, ni de libertad, ni de esperanzas para el resto de América Latina, aseguró.
A juicio de Urroz, en la reestructuración global y económica del mundo Cuba se ha quedado un poco aislada y, ¿por qué no decirlo?, rezagada.
Ha pasado demasiada agua, y sangre, bajo el puente como para que los escritores mantengan (hacia Cuba) aquella mirada romántica, y a veces también oportunista de algunos veteranos del 'boom' latinoamericano, comentó a IPS el narrador chileno Luis López Aliaga, de 35 años.
Arrepentirse (de la adhesión a Cuba) luego del caso de Heberto Padilla parecía razonable. Arrepentirse hoy se parece bastante al sacramento de la extremaunción, concluyó.