Una administración del Iraq de posguerra a cargo de Estados Unidos será un gobierno de ocupación, advirtió Siria, país al que el ala más derechista de Washington sugiere como blanco de una próxima operación militar.
El secretario de Estado (canciller) estadounidense Colin Powell anunció esta semana el envío de un equipo a Iraq con el objetivo de preparar el terreno para una autoridad nacional interina.
El presidente George W. Bush describió la autoridad interina como un cuasigobierno de transición, que actuará hasta que las condiciones sean adecuadas para que el pueblo elija su propio liderazgo.
También indicó que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tendrá un papel vital en la instalación de las nuevas autoridades iraquíes.
Siria, único país árabe que integra hoy el Consejo de Seguridad de la ONU, apoyó la resolución 1.441 del órgano, que exigía a Iraq dar cuenta de sus armas de destrucción masiva y destruirlas.
No obstante, advirtió que la imposición de un régimen militar estadounidense en Iraq tendría repercusiones peligrosas en Medio Oriente.
Hay una diferencia entre un gobierno de transición y un gobierno militar, que sería, en realidad, un gobierno de ocupación, dijo a IPS el jefe del Departamento de Prensa de la cancillería siria, Buthaina Shaaban, quien se inclinó por el establecimiento de autoridades elegidas por el pueblo iraquí.
Unos 20 tanques y vehículos militares estadounidenses se ubicaron el miércoles alrededor de la plaza Tahrir, en el centro de Bagdad, al oriente del río Tigris, mientras iraquíes vivaban, bailaban y arrojaban flores a los soldados invasores a su paso.
Quizás en ningún otro país como en Siria se sienta tanto temor sobre los próximos pasos de Estados Unidos. Este país está gobernado desde 1963 por un sector del ala del secular partido panárabe Baaz, rival de aquella a la que pertenece el presidente iraquí Saddam Hussein, cuyo paradero se desconoce hoy.
El presidente sirio Bahar Assad dijo al diario libanés Al Safir que la invasión estadounidense-británica a Iraq constituye una clara ocupación, una agresión flagrante contra un país miembro de la ONU.
El principal líder religioso de Siria, el muftí jeque Ahmad Kaftaro, llamó el mes pasado a realizar atentados suicidas contra invasores en Iraq. Luego, se registraron acciones de ese tenor, las que, según observadores, tendrán un efecto perjudicial en las relaciones sirio-estadounidenses.
Hubo un tímido acercamiento luego de la guerra del Golfo de 1991, en la que Damasco se unió a la coalición militar encabezada por Washington contra Bagdad. Pero las relaciones bilaterales se deterioraron hasta llegar ahora a su punto más bajo.
Según el Departamento de Estado, Siria patrocina el terrorismo al albergar a organizaciones radicales palestinas y al apoyar al islámico Partido de Dios (Hizbolá) de Líbano.
El secretario (ministro) de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, advirtió a fines de marzo que Siria había entregado material bélico a Iraq, y lo consideró un acto hostil.
Por su parte, Powell advirtió que Damasco puede continuar apoyando directamente a grupos terroristas o al agonizante régimen de Saddam Hussein, o puede embarcarse en un camino diferente y más esperanzador.
Las declaraciones de Rumsfeld y Powell apelaron al lenguaje más fuerte usado en años contra Damasco. Sus amenazas sugieren a muchos observadores —pero no a todos—, que Estados Unidos apuntará contra Siria una vez que termine su trabajo en Iraq.
Otros creen que, si Estados Unidos la alentara en lugar de amenazarla, Siria se convertiría en socia en la guerra que el gobierno de George W. Bush declaró al terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, que dejaron 3.000 muertos.
El primer ministro británico Tony Blair le aseguró el lunes a Assad, en una conversación telefónica, que Damasco no estaría en la mira.
Blair explicó que su país está en completo desacuerdo con quienes quieren atacar Siria, dijo una fuente oficial.
Una guerra contra Siria polarizará aun más al mundo árabe, y el gobierno de Bush lo sabe, según analistas. (