AMBIENTE-IRAQ: Edén en la línea de fuego

Una pesadilla recurrente asalta a los ambientalistas: que el poder de fuego en la segunda guerra del Golfo arrase con lo poco que queda de los humedales de Mesopotamia, donde, según creen muchos, se asentó el Jardín del Edén bíblico.

Santuario de millones de aves exóticas, los humedales son los más importantes de Medio Oriente. Como un gran oasis de dimensión regional, brindaron por siglos tierras fértiles y agua y aire seguros a millones de habitantes.

”Espero que las imágenes de la catástrofe ambiental de la primera guerra del Golfo no se repitan en 2003”, dijo a Tierramérica el ornitólogo Mike Evans al evocar cómo atestiguó la muerte de miles de aves acuáticas, después de que Iraq prendió fuego a más de 600 pozos petroleros tras su retirada de Kuwait, en 1991.

La foto de un pequeño zampullín ennegrecido dio la vuelta al mundo y se convirtió en la imagen emblemática del peor derrame de crudo en la historia del planeta.

Puede que eso nunca ocurra. Pero aún es temprano para saberlo.
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Los humedales de Mesopotamia (Al Ahwar, en árabe), donde florecieron civilizaciones como la babilónica y la sumeria, son ahora extremadamente frágiles y están en la línea de fuego.

El ecosistema forma parte de la cuenca de los ríos Tigris y Eufrates, que dan sustento a Iraq, Turquía, Siria e Irán.

Pero el corazón de los humedales está en el sur de Iraq, en la frontera con Irán y cerca de grandes ciudades como Basora, que sufre estos días su peor crisis humanitaria, tras la omnipotente lluvia de fuego de Estados Unidos y Gran Bretaña desatada desde el 20 de marzo.

Allí también ardieron los primeros pozos petroleros, casi una decena, ahora aparentemente controlados.

Los más de 1.600 pozos que posee Iraq son una bomba de tiempo para los humedales, junto con la potencial contaminación por el uso de armas convencionales y de destrucción masiva, el paso de cientos vehículos de guerra por el desierto circundante y la movilización de refugiados.

La mayor parte del daño, sin embargo, ya está hecho. Castigados por la voraz mano del hombre durante tres décadas, a los humedales sólo les queda siete por ciento de su extensión original, de alrededor de 20.000 kilómetros cuadrados.

Cuando Hassan Partow visitó los humedales en 2002, en la frontera Irán-Iraq, quedó desolado. Donde hace poco se registraba uno de los más impresionantes espectáculos naturales -millones de exóticas aves migratorias cubriendo el cielo. encontró un escenario desértico, despoblado y fuertemente militarizado.

Partow es miembro de un equipo de especialistas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA, que, días después del inicio de la ofensiva estadounidense, lanzó una nueva alerta sobre la trágica desaparición entre 1970 y 2002 de 93 por ciento de los humedales de Mesopotamia.

”Es increíble pensar cómo un ecosistema que tomó milenios en formarse, pudo destruirse en unos pocos años”, dijo Partow a Tierramérica.

Este acelerado ritmo de destrucción tiene una causa principal: los ambiciosos y continuos proyectos hidráulicos y de drenaje de Iraq y de los vecinos que comparten la cuenca, sobre todo Turquía, que construyó treinta represas.

Pero los sucesivos conflictos armados en la zona (la guerra Irán-Iraq, 1980-1988, y la guerra del Golfo, 1991) tuvieron su parte. Minaron también los caudales de agua, el sustento de medio millón de Ma'dan, los habitantes originarios de los humedales, y los hábitat de importantes especies, sobre todo de aves, algunas ya extintas.

El PNUMA considera que si no se toman acciones urgentes, los humedales pueden desaparecer por completo en cinco años.

”La destrucción de los humedales es el problema ambiental más grave hoy en el área, tanto en términos biológicos como de acceso de la población al agua segura. El agua es más importante que el petróleo en Medio Oriente”, dijo a Tierramérica Jonathan Lash, presidente del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), con sede en Washington.

Hasta hace poco, los humedales alimentaban la multimillonaria industria del camarón de la región, y proveían 60 por ciento del mercado de pescado fresco iraquí.

De ahí también llegaban los miles de patos y gansos que repletaban los mercados locales y que fueron fuente crucial de proteínas para los iraquíes desde el inicio del embargo, tras la guerra del Golfo.

Los humedales también purificaban las aguas del Tigris y Eufrates antes de su desembocadura en el golfo Pérsico, y alimentaban a éste, cuyos caudales se renuevan con flujos del océano sólo cada tres o cinco años.

La destrucción de los humedales, creen los especialistas, puede haber afectado el clima regional, con graves efectos en el hábitat de casi 400 especies de aves.

Aunque no se ha declarado ninguna especie globalmente extinta, al menos tres, de incomparable belleza, desparecieron en Iraq: la ibis sagrada, la anhinga africana y la garza goliat.

”Nos preocupan varias especies amenazadas, sobre todo acuáticas, porque son más vulnerables a vertidos químicos o de petróleo que las terrestres”, dijo Evans, de la no gubernamental BirdLife Internacional, con sede en Gran Bretaña.

Al menos ocho por ciento del país debería ser declarado área protegida para las aves, según BirdLife Internacional.

La destrucción de los humedales impactó la tierra arable en el sur iraquí. El idílico oasis que habitaron los Ma'dan durante los últimos 5.000 años, colapsó. Sin tierras y sometidos a fuego cruzado, los herederos de los sumerios tuvieron que desplazarse. De los 95.000 refugiados entre 1991 y 1993, 40.000 fueron Ma'dan.

Hoy muchos habitan penosamente en campamentos en Irán y en otras ciudades iraquíes.

Con o sin efectos directos de la actual guerra, ”se requeriría en el corto plazo un flujo emergente de agua de reservorios de Irán e Iraq para restaurar los humedales”, dijo Partow, del PNUMA.

Sin embargo, sólo un plan de manejo integral de la cuenca, que involucre a Irán, Iraq, Turquía y Siria, podrá evitar la extinción de los humedales, añadió.

Los esfuerzos en décadas pasadas fueron vanos. Iraq no ha suscrito importantes instrumentos internacionales como la Convención sobre los Humedales (1971) o sobre la Diversidad Biológica (1992). Y ha sido renuente a permitir estudios de campo, tanto que los existentes se basan sólo en análisis satelital.

”En 1994, cuando elaboramos el primer reporte sobre los humedales, intentamos involucrar a científicos iraquíes, pero no fue posible. Hay que restablecer el diálogo para lograr un uso equitativo de parte de todos los países de la cuenca”, dijo a Tierramérica Jean-Yves Pirot, jefe de Humedales y Recursos Hidrológicos, de la Unión Mundial para la Naturaleza.

El PNUMA liderará las evaluaciones post-conflicto en Iraq. Pero nadie se atreve a afirmar que la cuestión ambiental estará en el centro del debate de post-guerra.

”Conozco gente en la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y en el Departamento de Estado de Estados Unidos que están pensando en estos temas, pero si se les dará alta prioridad, es algo que no puedo pronosticar”, dijo Lash.

* Publicado originalmente el 29 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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