TEATRO-KENIA: Un juicio al pasado

La obra de teatro ”La doncella y la muerte”, de Ariel Dorfman, víctima de la dictadura de los años 70 en Chile, sirve a los keniatas para comprender su propio pasado e intentar la reconciliación en una sociedad quebrada por años de violencia.

La obra de Dorfman ya había sido presentada en Nairobi en 1993, pero el director Keith Pearson y la organización no gubernamental Transparencia Internacional, que colaboró en la producción, consideraron que éste era un mejor momento para que los keniatas la conocieran y volvieron a ponerla en escena.

La población keniata quedó muy sensibilizada luego de que el gobierno abriera las puertas este mes del sótano de un edificio en el centro de la capital que albergó, durante dos décadas, una cámara de torturas del régimen de Daniel Arap Moi (1978-2002).

El edificio Nyayo House, donde se cree que murieron cientos de personas hoy desaparecidas, fue construido a comienzos de los años 80, cuando Moi procuraba consolidar su poder tras un frustrado golpe de Estado en su contra.

El presidente Mwai Kibaki, cuya investidura en diciembre puso fin a los 39 años en el poder de la Unión Nacional Keniata Africana, el partido de Moi, prometió crear una Comisión de Verdad y Reconciliacion para investigar las violaciones a los derechos humanos en el pasado.

Por eso, la nueva puesta en escena de la obra de Dorfman es muy oportuna. Transparencia Internacional patrocinó la producción con el objetivo de ”estimular la discusión sobre el futuro de la nación”.

”La muerte y la doncella” cuenta la historia de Paulina Lorca, una mujer violada y torturada durante una dictadura y que, 15 años más tarde, dice estar segura de haber identificado a quien la ultrajó.

Se trata de Roberto Miranda, un conocido de su esposo, Gerardo Escobar. Paulina reconoce al torturador por su voz y decide secuestrarlo, atarlo y someterlo a juicio ella misma.

Gerardo se entera de lo sucedido y se pone furioso, pues acaba de ser designado por el presidente de su país para investigar las violaciones de derechos humanos del pasado y cree que las acciones de su esposa le podrían costar el cargo.

Gerardo trata de calmar a Paulina pidiéndole que no se vuelva ”como ellos”, realizando un juicio cuyo fallo ya está decidido de antemano, y la exhorta a perdonar y a dejar todo en manos de la ley.

Pero Paulina no cree que ”los mismos jueces que nunca intervinieron para salvar una vida en 17 años de dictadura” ahora puedan hacer justicia.

”La muerte y la doncella” es un atrapante drama psicológico en que la audiencia lucha por adivinar si Robert es culpable y si Paulina va a matarlo. La obra, además, tiene un final muy ambiguo y deja que los espectadores saquen sus propias conclusiones.

”La obra no ofrece respuestas fáciles. De hecho, no te da ninguna”, señaló Pearson.

Pero desde el principio hasta el fin hace reflexionar a los espectadores sobre si están dispuestos a perdonar, a vengarse o a confiar en la justicia.

”La muerte y la doncella” fue adaptada al cine por el director franco-polaco Roman Polanski en 1995, con las actuaciones de Sigourney Weaver, como Paulina, Ben Kingsley, como Roberto, y Stuart Wilson, en el papel de Gerardo.

Dorfman escribió la obra para hablar de su propio pasado. El escritor fue obligado a exiliarse durante la dictadura de Augusto Pinochet, que derrocó al presidente socialista Salvador Allende emn 1973.

Luego de la apertura democrática en 1990, el gobierno chileno creó una comisión especial para investigar las violaciones de derechos humanos, pero sin facultades de divulgar el nombre de los perpetradores ni juzgarlos.

”En Kenia muchos fueron torturados en el pasado. Por eso es interesante ver ahora cómo reaccionan ante temas como reconciliación, perdón y retribución”, dijo Pearson.

”Estoy orgulloso de haber sido elegido para esta obra. Me siento muy afectado por lo que está sucediendo en nuestro país. Me siento muy, muy apenado por ver que las cosas van de mal en peor”, dijo el actor Raymond Ofula, que interpreta a Robert.

”Yo creo que todas aquellas personas que hicieron tanto mal deben hacerse responsables de sus actos. Como dice Paulina en la obra, '¿por qué uno debe aceptar todo?' Creo que las víctimas deben ser oídas”, concluyó. (

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