El agua de escasas lluvias en el noreste de Brasil, recogida y almacenada en depósitos esféricos, puede salvar muchas vidas en esa región, la más pobre del país, donde frecuentes sequías agostan los riachuelos y causan éxodos masivos.
Este año se espera que gane empuje el Programa un Millón de Cisternas (P1MC), diseñado e impulsado por una red de 750 organizaciones no gubernamentales (ONG), grupos religiosos, sindicatos y otras instituciones, denominada Articulación del Semiárido (ASA) y creada en 1999.
Ya fueron construidas 12.400 de esas cisternas en 400 municipios, en una fase de transición. A partir de abril se acelerará la marcha del programa, para instalar 45.000 nuevas unidades en los 12 meses siguientes, dijo a IPS Silvia Spicchioni, asesora general de ASA.
La escasez de recursos que retardó el despegue del P1MC será superada porque el nuevo gobierno incluyó el P1MC en el programa social Hambre Cero, prioridad absoluta anunciada por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva desde que asumió el 1 de enero.
Se prevé acelerar la instalación de cisternas en forma gradual, con 138.500 en el segundo año, de mayo de 2004 a mayo de 2005, y 275.400 en el tercero, hasta llegar a un millón a fines de 2007 o comienzos de 2008.
El costo total calculado del P1MC es 424,3 millones de dólares, que deberán aportar el gobierno y otros donantes. En la fase preliminar se contó con apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
El programa beneficiará a un millón de familias, o cerca de cinco millones de personas, casi la mitad de las que viven en la zona rural del Semiárido, de donde salieron, huyendo de las sequías, los obreros que construyeron Brasilia y agrandaron Sao Paulo y muchas otras ciudades brasileñas.
Hace 50 años, uno de los migrantes desde el noreste a Sao Paulo fue Lula.
Las cisternas construidas con ladrillos y cemento son un viejo recurso para paliar los efectos de las sequías y la escasez de lluvias, pero las del P1MC son una versión mejorada.
Se trata de cisternas esféricas, cuyo costo de construcción es la mitad que el de las tradicionales de base cuadrada, señaló a IPS el agrónomo Antonio Mello, director de la ONG Programa de Aplicación de Tecnologías Apropiadas a las Comunidades y coordinador de la ASA en el nororienal estado de Paraíba.
Esas esferas ofrecen mejor resistencia al peso del agua y por eso requieren menos material, explicó. Además, su construcción no exige técnicos especializados, y se realiza mediante trabajo colectivo y solidario, casi sin costo de mano de obra.
Mis hijos ya no se enferman desde que tenemos la cisterna, dicen muchas mujeres según Mello. Disponer de agua potable y de capacitación para conservarla limpia cambia radicalmente la vida de las familias pobres del campo, destacó.
Antes era necesario caminar horas para recoger agua de los barreiros, lagunas casi secas y fangosas, disputadas por personas y animales. Ese es el origen de frecuentes diarreas infecciosas que matan a miles de niños y niñas, y de enfermedades causadas por parásitos intestinales, añadió.
Las familias que reciben la cisterna son seleccionadas por su pobreza y necesidades, y viven a por lo menos tres kilómetros de fuentes de agua. Tienen prioridad aquellas en que hay niños pequeños, ancianos y discapacitados, indicó la agrónoma Silvia Spicchioni.
Pero no se benefician familias aisladas, sino comunidades, ya que la construcción de cisternas es colectiva y no busca sólo asegurar agua limpia, sino fortalecer la organización social y desarrollar otras actividades para mejorar la calidad de vida, acotó Mello.
Algunos gobiernos estaduales y municipales intentaron distribuir cisternas similares entre familias pobres, pero eso no da resultado si no hay participación y conciencia de las comunidades, sentenció Spicchioni.
Es necesario aplicar un método como el de la ASA, que involucre a la población en la construcción de cisternas y la capacitación para usarlas, agregó.
La ASA es una red horizontal, en la cual 11 coordinadores representan a cada uno de los estados del Semiárido, y cuenta con una asesoría central.
Para que ese proceso tenga continuidad y sirva a una movilización permanente de las comunidades, con atención especial a las mujeres, una ONG de Río de Janeiro desarrolló un proyecto para capacitar agentes de ciudadanía de las aguas.
La idea es multiplicar mujeres líderes comunitarias con una visión de género, aprovechando que son las mujeres las que más sufren la escasez de agua, como responsables de buscarla y de cocinar, dijo a IPS Thais Corral, directora de la Red de Desarrollo Humano (Redeh).
El proyecto ya se aplicó en cinco municipios del nororiental estado de Pernambuco, acompañando la construcción de cisternas y fosas sanitarias por el gobierno estadual. Fueron capacitadas 178 agentes y se instaló una emisora de radio comunitaria en cada uno de esos municipios, explicó.
Eso permite a las comunidades integrarse a una Red Nacional de Mujeres en la Radio, para intercambiar experiencias y ampliar sus horizontes. Redeh se propone extender su metodología a otras áreas, y el P1MC le ofrece la oportunidad de hacerlo.