IRAQ: Guerra o sanciones, esa es la cuestión

Empresarios, agentes del mercado de valores y familias comunes de Iraq prefieren un ataque militar a las sanciones internacionales que asfixian la economía iraquí desde 1990.

No es que consideren que la guerra promovida por Estados Unidos será algo bueno, pero piensan que un conflicto será la única manera de librarse del embargo, y a esta altura cualquier opción les parece mejor que más de lo mismo.

El año pasado hubo cierto alivio para la economía porque muchos países vecinos habían comenzado a ignorar, al menos en parte, las sanciones impuestas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1990, tras la invasión iraquí a Kuwait.

Compañías occidentales habían comenzado a embarcar sus mercancías hacia esos países para su reenvasado antes de ser enviadas a Iraq.

Pero eso terminó desde que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el pasado noviembre la resolución 1.441, que reanudó las inspecciones de armas de destrucción masiva y amenazó a Iraq con ”graves consecuencias” si no cumple con todas las condiciones del foro mundial.
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Los últimos dos meses fueron muy duros para la economía iraquí.

Un empresario de Bagdad se manifestó partidario de la guerra para poder liberarse de las sanciones. ”Una guerra no durará más de un par de meses. Luego podemos empezar a reconstruirnos”, aventuró.

El empresario, con grandes intereses financieros en este país, no está solo con esas ideas. La mayoría de los actores del mercado de valores también apuestan a la guerra y a la recuperación económica posterior.

”Hemos tenido ganancias de cerca de cinco por ciento en todos los sectores”, celebró el corredor de bolsa Hekmat Al-Tamimi, que trabaja en la bolsa de Bagdad desde su apertura en 1992.

Estos son días buenos en el mercado de valores, pero la mayoría de las compañías que cotizan en bolsa son conglomerados públicos parcialmente privatizados, y su valor real es incierto en el mejor de los casos.

El aumento de las inversiones tiene más que ver con la mente que con el mercado, por lo tanto sería absurdo apostar a una guerra y a los supuestos beneficios que ella podría traer, opinó el economista Hummam Al-Shamaa, de la Universidad de Bagdad.

”Nadie puede predecir lo que pasará en caso de guerra, si es que la hay”, dijo. A diferencia de los inversores optimistas, Al- Shamaa no cree en una rápida recuperación económica posterior.

Al mismo tiempo, el economista advirtió que si las sanciones continúan convertirán a Iraq en una ”bomba de tiempo” que propagará la violencia por todo el mundo debido a sus crecientes y nefastas consecuencias sociales.

La tensión también es enorme en familias comunes. Essar Ibrahim, de 25 años, empleada en una empresa de importaciones y exportaciones, dijo que perdió una parte importante de su vida.

Essar quería estudiar inglés en el exterior y ser profesora. ”Pero sólo he conocido las sanciones”, se quejó.

La familia Ibrahim vive en un bloque de apartamentos cerca de edificios gubernamentales. El padre, Harith, tiene un empleo mal remunerado en el Ministerio de Comercio.

Los salarios de los funcionarios públicos eran dignos hasta 1991, y la zona era considerada de clase media-alta, pero ahora los apartamentos parecen en ruinas y los efectos de las sanciones pueden apreciarse dentro también.

La sala de estar está vacía. Harith, de 55 años, está en pijamas sentado en un sillón y habla de su vida después de la guerra del Golfo (1991).

”Tuvimos que vender el auto, las joyas, incluso algunos muebles y obras de arte, y gastamos todo lo que ganamos con esas ventas. Ahora, si hay otra guerra, no nos queda nada que nos ayude a sobrevivir”, lamentó.

Harith viajó al exterior por última vez en 1975. Para mediados de los años 80, la economía ya había comenzado a derrumbarse.

”La guerra Irán-Iraq se tragó todo desde 1980. Fueron ocho largos años con mucha sangre y destrucción”, recordó.

Sin embargo, los Ibrahim todavía pueden considerarse afortunados. En algunos barrios, las aguas servidas corren por las calles, y las escuelas no tienen ventanas, textos de estudio ni sillas.

Se suponía que el programa ”petróleo por alimentos” aprobado por la ONU en 1995 aliviaría parte de la crisis humanitaria causada por las sanciones.

El programa permitía a Iraq vender parte de su petróleo para adquirir alimentos y suministros médicos, todo en un proceso estrictamente supervisado por el foro mundial.

El plan realmente comenzó a aplicarse en marzo de 1997, pero no eliminó los efectos de las sanciones. Dos ejecutivos que administraban el programa renunciaron en protesta por las trágicas consecuencias de las sanciones sobre los civiles iraquíes.

El sistema gubernamental de distribución de alimentos es lo que mantiene viva a gran parte de la población iraquí, pero también se ha vuelto otro instrumento de control del gobierno sobre el pueblo y permite al régimen gastar más libremente el dinero que gana fuera del programa.

La nueva liquidez del año pasado había comenzado a mover los negocios, comentó el industrial Faris Al-Hadi en su modesta oficina del centro de Bagdad, mientras mostraba un pequeño paquete de maníes tostados ”Sindbad” que su empresa produce.

El régimen de Saddam Hussein disponía de más fondos para ayudar a las industrias porque tenía menos que gastar en necesidades básicas, y eso se debió en gran parte al programa petróleo por alimentos, dijo El-Hadi.

Pero podría haber otros motivos para el aumento de la liquidez. El gobierno recaudó más impuestos porque las sanciones habían comenzado a derrumbarse, opinó Ghanem Saleh, profesor de ciencia política de la Universidad de Bagdad.

”Si no fuera por esta crisis, el embargo habría seguido derrumbándose, y luego de la guerra se derrumbará de nuevo”, vaticinó Saleh.

Pero la liquidez se refleja más en el gasto público que en el privado.

El-Hadi tiene permiso para importar la marca coreana Samsung. Pero ”la gente no compra electrodomésticos, porque prefiere limitarse a lo esencial y guardar su dinero en dólares”, lamentó el industrial.

El dinar, la moneda iraquí, se devaluó nuevamente luego de ser diezmada a principios de los años 90.

”Claro que no quiero guardar mi dinero en dinares”, declaró un inversionista veterano. Los iraquíes buscan dólares o acciones, y esperan lo que la guerra les pueda deparar.

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