Estados Unidos fomenta la venta de armas a países en desarrollo en nombre de la guerra contra el terrorismo, socavando así esfuerzos internacionales a favor de la paz y el desarrollo sustentable, advierten pacifistas y observadores de la industria bélica.
Estados Unidos continúa siendo el principal abastecedor de armas del mundo. En 2001, se llevó 45,6 por ciento del mercado global de armas, estimado en 21.300 millones de dólares, según la Federación de Científicos Estadounidenses (FAS, por sus siglas en inglés), un grupo de especialistas que controla el negocio armamentista en todo el mundo.
La administración de George W. Bush aprobó exportaciones de armas y ayuda militar para 170 países en 2001, lo cual indica que Washington ha lanzado una campaña silenciosa para asegurarse de que el suministro de armas siga fluyendo, según los investigadores.
En 2001, el mundo en desarrollo, con Arabia Saudita, China y Taiwán a la cabeza, fue receptor de 67, 6 por ciento del armamento.
Estados Unidos no es muy escrupuloso sobre quién recibe estas mercancías, dijo el activista Tamar Gabelnick, de FAS, al referirse a la política estadounidense de levantar las restricciones a países considerados en el pasado no elegibles para este tipo de ventas.
En 2001, Estados Unidos despachó 12.000 millones de dólares en armas (tanto en ventas comerciales como de gobierno a gobierno) a 154 países, la mayoría agobiados por el hambre, las enfermedades y el analfabetismo.
Poco después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, la administración Bush decidió poner fin a las restricciones de asistencia militar y venta de armas a Armenia, Azerbaiyán, India, Pakistán, Tadjikistán y Yugoslavia.
Otros países en la lista para recibir ayuda militar estadounidense son Djibouti, Filipinas, Indonesia, Kirguizstán, Nepal y Yemen.
En cambio, Washington se muestra muy cuidadoso a la hora de incrementar la asistencia internacional al desarrollo, que reciben los países más pobres del mundo.
El gobierno de Bush sostuvo la semana pasada que planificaba incrementar la asistencia externa, a través de un nuevo programa que comenzaría a supervisar la forma en que Estados Unidos distribuye la ayuda a los países más pobres.
Mediante el programa conocido como el Millennium Challenge Account, Washington daría más ayuda a los países que aprueben un riguroso conjunto de criterios de desempeño.
De acuerdo al diario estadounidense The New York Times, para acceder a esa asistencia, los países tendrán que evidenciar deseo y habilidad para controlar la corrupción, defender los derechos políticos, invertir en educación y salud y promover el libre comercio, entre otros aspectos.
Se trata de crear países que puedan demostrar a Estados Unidos que son los pobres elegidos, dijo a Tierramérica la experta en seguridad mundial y ambiente Zia Mian, profesora de la Universidad de Princeton.
Pero la proliferación de armas y la asistencia militar son otra historia. Es una tendencia alarmante, dijo Rachel Stohl, analista del estadounidense Centro para la Información sobre Defensa (CDI, por sus siglas en inglés).
Estados Unidos está más deseoso que nunca de vender o ceder armas a países que han empeñado su palabra en la guerra contra el terrorismo mundial, añadió.
Los expertos de CDI sostienen que Estados Unidos ha negociado ventas de armas por miles de millones de dólares a países estratégicos, como exportación de misiles a Egipto por un valor de 400 millones de dólares, o aviones de combate y misiles por algo más de mil millones de dólares a Omán, un pequeño Estado de la región del Golfo.
Estas ventas son justamente la punta del iceberg, dijo Stohl.
Después de la guerra del Golfo (en 1991), la exportación de armas a Medio Oriente subió vertiginosamente. El despliegue reciente de fuerzas con arsenal estadounidense podría conducir a otro repunte en un futuro próximo, añadió.
Algunos observadores juzgan el crecimiento de la venta de armas y asistencia militar a más y más países, como parte de los esfuerzos de Washington por proteger su acceso al petróleo en muchas partes del mundo, una maniobra que invalida la búsqueda mundial de fuentes sustentables de energía.
Los intereses petroleros pueden explicar por qué Estados Unidos está enviando a la república de Georgia cientos de soldados y millones de dólares.
Organizaciones pacifistas alegan que para avanzar hacia el desarrollo sustentable es necesario detener el flujo de armas de los países desarrollados a las naciones en desarrollo, donde la mayoría de la población vive con menos de un dólar diario.
En la última década, los países industriales gastaron más de 200.000 millones de dólares en armas, según el CDI. Sólo el año pasado se produjeron 37 conflictos armados en el mundo.
Diversos reportes destacan que Estados Unidos gasta 2.000 millones de dólares mensuales en la industria militar, tanto en el ámbito doméstico como internacional.
Asegurar el acceso al agua potable y a una higiene adecuada para más de mil millones de personas en el mundo en desarrollo, costaría menos de dos mil millones de dólares al mes, de acuerdo con la última Conferencia Internacional sobre el Agua.
*Publicado originalmente el 8 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (