INDIA-PAKISTAN: Nuevas amenazas nucleares para un nuevo año

India y Pakistán comenzaron el nuevo año con la aceleración de sus programas de armas nucleares y un intercambio de amenazas, como para recordar el persistente riesgo de una guerra atómica en Asia meridional.

Los dos vecinos y rivales mostraron una hostilidad recíproca sin precedentes en 2002, con el colapso de sus relaciones diplomáticas y una confrontación militar que incluyó el despliegue de un millón de soldados de ambas partes en la frontera.

La situación no muestra señales de cambio en 2003. El presidente de Pakistán, general Pervez Musharraf, advirtió que ”las fuerzas indias no deben esperar una guerra convencional de Pakistán” si ”dan un solo paso a través de la Línea de Control” que divide la región de Cachemira entre ambos países.

Musharraf realizó esas declaraciones el lunes a veteranos de la fuerza aérea, reproduciendo el mensaje enviado al primer ministro indio Atal Bihari Vajpayee ”a través de todos los líderes internacionales que visitaron Pakistán”.

Aunque un portavoz militar pakistaní aclaró luego que ”no convencional” no significa necesariamente ”armas nucleares o biológicas”, esta explicación no satisfizo a India, que interpretó la declaración de Musharraf como ”peligrosa”, ”irresponsable” y ”provocadora”.

La amenaza de Musharraf se aparta de la doctrina que limita el uso de armas nucleares a circunstancias extremas, como una invasión abierta, y amplía la utilización de esas armas aun a etapas tempranas de un conflicto militar con India.

India y Pakistán ya pelearon tres guerras desde 1947, dos de ellas por Cachemira, el único estado indio de mayoría musulmana, al igual que la población pakistaní.

En 2002, ambos países estuvieron al borde de una cuarta guerra, esta vez con armas nucleares, al menos dos veces, confirmó el semanario conservador indio India Today, partidario del gobernante Bharatiya Janata Party (BJP).

Nueva Delhi desplegó unos 700.000 soldados en la frontera con Pakistán desde el atentado del 13 de diciembre de 2001 contra el parlamento indio, que atribuyó a radicales islámicos respaldados por Islamabad.

En enero y a fines de mayo del año pasado, India elaboró planes para realizar un ataque convencional a través de la frontera, pero debió abandonarlos bajo presión de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Sin embargo, la amenaza nuclear sigue latente, y Asia meridional podría convertirse, como advirtió hace tres años el entonces presidente estadounidense Bill Clinton, en ”el lugar más peligroso del mundo”.

Desde 1998, año en que India y Pakistán realizaron sus primeras pruebas abiertas de armas nucleares, ambos gobiernos se realizan mutuas amenazas de guerra convencional y nuclear en forma velada o directa.

Las declaraciones de Musharraf esta semana y una serie de medidas de India en el último mes contribuyeron a mantener este estado de intensa rivalidad.

Nueva Delhi anunció la semana pasada nuevas restricciones de visa a los ciudadanos pakistaníes, reduciéndoles de 12 a tres el número de ciudades que pueden visitar.

Más importante, el gobierno indio formalizó este mes el establecimiento de un Comando Estratégico de Fuerzas que se encargará de manejar el arsenal nuclear, y eligió a un alto oficial de la Fuerza Aérea como jefe del Comando.

Asimismo, Nueva Delhi anunció la prueba en breve de una versión de corto alcance de su misil Agni.

Se prevé que Pakistán responda con medidas similares. El pasado abril, Islamabad ya había reformado su comando nuclear.

Todo esto reduce la brecha entre la posesión de armas nucleares y su despliegue real, y tiene lugar en medio de cambios políticos domésticos hacia la derecha en ambos países.

En India, luego de las elecciones legislativas en el estado de Gujarat – – donde el hinduista BJP ganó pese a la matanza de unos 2.000 musulmanes el año pasado, que ese partido toleró e incluso alentó – – , el gobierno de Vajpayee está bajo creciente presión de los fundamentalistas hindúes para aumentar la hostilidad contra Pakistán.

Mientras, en Pakistán, el nuevo gobierno nominalmente civil enfrenta la presión de una renovada derecha islámica.

El gobierno de Vajpayee está frustrado porque no pudo detener por completo el apoyo de Islamabad a los separatistas de Cachemira pese a la costosa movilización militar del año pasado y al enérgico cabildeo de Nueva Delhi ante Estados Unidos.

Por su parte, el gobierno de Musharraf está frustrado porque no logra que India se siente a negociar sobre Cachemira ni sobre la restauración de los vínculos diplomáticos, rotos luego del atentado al parlamento indio en diciembre de 2001.

Ambos gobiernos tratan de ganarse el apoyo de Estados Unidos para que presione a la otra parte, pero Washington precisa a ambos y no se casa con ninguno.

Washington necesita el apoyo de Islamabad para su guerra contra la red terrorista islámica Al Qaeda, y a India como contrapeso estratégico de China en Asia y como un gran mercado emergente. (

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