Las argentinas pobres de 15 a 24 años son el grupo del país más vulnerable al sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) y otras enfermedades de transmisión sexual, según varios estudios.
En los últimos años, la epidemia se ha extendido en forma acelerada entre las mujeres. En 1988, tenía sida una mujer por cada 14,5 hombres, y en los últimos años la relación pasó a ser una mujer por cada 3,2 hombres.
Esos datos concuerdan con la tendencia mundial a la feminización de la epidemia, causada por el virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH), y las mujeres más vulnerables son las adolescentes desde los 12 años, según especialistas.
En Argentina, 65,6 por ciento de las mujeres que contrajeron la enfermedad tienen menos de 30 años, y la mayoría de ellas se contagió en su adolescencia, indicó la médica Mabel Bianco en un estudio titulado Género y sexualidad adolescente, problemas frente a la reproducción y prevención del VIH/sida.
El avance de la enfermedad entre mujeres jóvenes tiene graves consecuencias para la infancia. La incidencia del sida pediátrico en el país es siete por ciento, la mayor de América Latina, y en 97 por ciento de los casos se debe a contagio de madre a hijo.
Las investigadoras Dalia Szulik y Nina Zamberlin, del Centro de Estudios de Estado y Sociedad señalaron la necesidad de analizar, entre otros apectos del problema, la vulnerabilidad individual, la social y la institucional de las jóvenes a la epidemia.
El estudio de Szulik y Zamberlin, titulado Ser una mujer, estar en riesgo. Vulnerabilidad al VIH/sida y las enfermedades de transmisión sexual de mujeres jóvenes en Argentina, destaca la vulnerabilidad social e institucional, porque considera que la individual es subsidiaria de las otras dos.
La severa y creciente crisis económica del país en las últimas dos décadas tuvo en especial consecuencias adversas para los jóvenes, entre ellas el deterioro de su acceso a empleo, educación y ejercicio de su derecho a servicios de salud, explicó Szulik a IPS.
Las oportunidades de empleo de los jóvenes de familias de bajos ingresos son escasas, y aun más para las mujeres jóvenes, que reciben una paga más baja y enfrentan numerosos obstáculos en el acceso a los puestos de trabajo en el sector formal de la economía, señalaron las autoras del estudio.
En el terreno específico de la salud, las jóvenes de familias pobres con empleos precarios están expuestas a mayores riesgos de contraer enfermedades y tienen menos posibilidades de informarse sobre prevención y protección de su salud, indicaron.
Además de la mayor vulnerabilidad por razones económicas y sociales, las jóvenes están en general más expuestas por razones de género, es decir por normas y expectativas culturales que definen lo que gran parte de la sociedad cree apropiado para hombres o mujeres.
La transmisión de VIH en relaciones sexuales sin protección causa 45 por ciento de los contagios, pero entre adolescentes, casi 60 por ciento de las infecciones masculinas se vinculan con uso de drogas inyectables, mientras que 57 por ciento de las femeninas se deben a relaciones sexuales sin protección.
Las mujeres jóvenes son particularmente vulnerables a contraer enfermedades de transmisión sexual y VIH/sida por razones biológicas y socioculturales, estas últimas basadas en el género, según Szulic y Zamberlin.
El riesgo de contagio es mayor en las menores de 20 años, porque en ese tramo de edad las paredes de la vagina son más delgadas que en las mujeres de mayor edad.
Por otra parte, las jóvenes suelen ser menos concientes de los síntomas y menos propensas a buscar tratamiento médico. Según especialistas, la mayoría de las infectadas por VIH en ese tramo de edad se enteran de su afección cuando realizan un control de embarazo.
Los roles tradicionales de género indican que las mujeres deben ser sexualmente ignorantes y pasivas, y se valora su virginidad, mientras que en los varones se tolera la multiplicidad de compañeras sexuales, destacaron las autoras del estudio.
Esto da a los varones mayor poder de decisión sexual, niega a las mujeres la opción de protegerse y aumenta su exposición a contraer estas enfermedades, añadieron.
En otra investigación, realizada por las sociólogas Edith Pantelides y Rosa Geldstein mediante entrevistas con adolescentes que asistían a la consulta ginecológica del Hospital Argerich de Buenos Aires, la mitad de ellas dijeron que consideraban demasiado temprana la edad en que se iniciaron sexualmente.
A menudo las jóvenes son incapaces de negarse (a mantener relaciones sexuales) aun cuando no se ejerce sobre ellas fuerza física, y su vulnerabilidad radica en el miedo a perder el amor del hombre si se niegan, según el estudio de Pantelides y Geldstein titulado Yo no quería pero…, centrado en adolescentes de clases media y baja.
Una de las circunstancias en que la asimetría de género se hace evidente es la decisión sobre uso de preservativo en las relaciones sexuales, y las mujeres jóvenes no tienen poder para negarse a tenerse sexo sin condon aun cuando saben que corren riesgo, subrayaron las autoras.
Por razones culturales y de género, la mayoría de las mujeres están que tienen relaciones sexuales están más preocupadas por prevenir embarazos no deseados que por el contagio de enfermedades, mientras entre los varones es frecuente la prioridad inversa, porque consideran la prevención del embarazo como un tema de mujeres, comentaron.
En una encuesta realizada por Jorge Méndez Ribas entre estudiantes de secundaria, 33 por ciento de las consultadas dijeron que no habían usado protección en su primera relación sexual, y sólo 16 por ciento de los varones informaron sobre la misma conducta.
Szulik y Zamberlin apuntaron en su informe que las relaciones sexuales no planificadas son comunes entre adolescentes, y que dos tercios de los consultados por Méndez admitieron que no siempre llevaban consigo un condón para esa eventualidad. Pero entre las encuestadas esa precaución resultó aun menos frecuente, por temor a ser consideradas promiscuas.
Tampoco las políticas públicas prestan adecuada atención a la prevención del VIH/sida entre las jóvenes, y eso configura una vulnerabilidad institucional que aumenta los riesgos para ese sector de la población, añadieron. (FIN/IPS/mv/mp/he/02