Los movimientos migratorios, que afectan a una de cada 35 personas en el mundo, se están transformando en un fenómeno de interés universal, aunque siguen preocupando al dominio soberano de los estados, estimaron expertos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Si bien los gobiernos logran eficacia al reforzar los controles migratorios, esas medidas provocan, como efecto secundario, que más inmigrantes caigan en manos de los traficantes, observó Gervais Appave, jefe de política e investigación de la OIM.
La consecuencia inevitable es la explotación y la trata de los inmigrantes, así como el aumento de la inseguridad a causa de las conexiones de estos delitos con el crimen organizado y la corrupción, precisó a IPS Jean-Philippe Chauzy, portavoz de la institución.
Por otra parte, en algunos países los inmigrantes siguen siendo víctimas de tendencias xenófobas y racistas muy arraigadas, sostuvo Chauzy.
Las migraciones del siglo XXI tienen vida y dinámica propias, con manifestaciones negativas y positivas. El desafío es administrarlas, afirmó Appave en la apertura de la reunión del consejo de la OIM, el máximo organismo de la institución que sesiona esta semana en Ginebra.
El experto estimó que hay unos 174 millones de inmigrantes en el mundo, una cantidad que puede parecer alta, pero que apenas representa 2,9 por ciento de la población mundial total, de 6.270 millones de personas.
Si todos los inmigrantes reunidos ocuparan un mismo territorio, constituirían el quinto país en el mundo por número de habitantes, después de China, India, Estados Unidos e Indonesia.
En Asia hay 49,7 millones de inmigrantes, que equivalen a 1,4 por ciento de la población del continente. Africa cuenta con 16,2 millones o 2,1 por ciento. En Europa suman 56,1 millones, que suponen 7,7 por ciento de su población.
En América Latina y el Caribe hay 5,9 millones de inmigrantes, apenas 1,1 por ciento de la población. En América del Norte, en cambio, se elevan a 40,8 millones, es decir 13 por ciento del total de habitantes, mientras en Oceanía ascienden a 5,8 millones, o 19,1 por ciento de la población total.
Las migraciones presentan puntos comunes y diferencias entre regiones. En Africa los movimientos son de gran complejidad y se pueden distinguir diversas subregiones. En cambio, en Asia predomina claramente una migración laboral interna pero también existen flujos importantes hacia fuera de la región.
En Europa occidental se presenta un panorama dominado por las políticas comunitarias de la Unión Europea, en zonas libres de intercambio de personas.
América Latina y el Caribe es otra región compleja. Desde los años 70 se registran desplazamientos que dan lugar a esquemas cruzados y hacia el Norte, explicó Appave en la presentación de un anticipo del Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2003, de la OIM.
El último grupo reúne a países como Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, en los que históricamente la inmigración constituyó un elemento del desarrollo interno, y que ahora programan los flujos de inmigrantes.
Uno de los datos más significativos de los últimos tiempos, resaltó Chauzy, es la feminización de las migraciones. Se estima que las mujeres representan 47,5 por ciento de los inmigrantes.
El fenómeno de las migraciones se encuentra en expansión. De 75 millones de 1965, equivalentes a 2,3 por ciento de la población mundial de la época, pasó a 84 millones en 1975, 2,1 por ciento, y a 105 millones en 1985, 2,2 por ciento del total de habitantes del planeta.
En 2050 habrá 230 millones de inmigrantes, que representarán 2,6 por ciento de la población prevista para esa época, de 8.770 millones.
Al aumento contribuyen la creciente globalización económica, política y cultural, y el carácter trasnacional del proceso migratorio.
La globalización, a través de la liberalización del comercio, la integración económica y las comunicaciones electrónicas, creó mayor conciencia de las oportunidades de vida en otros lugares del mundo, dijo Appave.
Esa conciencia, sumada a los progresos notables del transporte internacional, acrecentaron la movilidad de las personas.
La OIM se hace eco de las quejas de los países en desarrollo cuando observan que los avances en la libre circulación de personas no siguen el mismo ritmo que la liberalización de bienes y capitales, consagrados por la Organización Mundial del Comercio.
Pero a pesar de esas restricciones, la inmigración laboral, regular o indocumentada, desempeña un papel preponderante en la economía mundial.
El carácter trasnacional del proceso migratorio se refleja en los lazos simultáneos que muchos inmigrantes mantienen tanto con su país de residencia como de origen: se desplazan con frecuencia entre ambos puntos, mantienen familias o negocios en los dos extremos, o envían remesas regularmente.
El factor de las remesas reviste importancia singular para los países en desarrollo. El flujo de dinero que envían por año los inmigrantes a sus países de origen supera los 100.000 millones de dólares, según dijo a IPS Nilim Baruah, de la OIM Ginebra.
Más de 60 por ciento de ese monto se dirige a los países en desarrollo, un monto que supera la ayuda oficial al desarrollo que otorgan los países industrializados.
La directora general adjunta de la OIM, Ndioro Ndiaye, lamentó que la conferencia de la Organización de las Naciones Unidas realizada en marzo pasado en Monterrey, México, para discutir sobre el financiamiento al desarrollo, no se ocupó de las migraciones como un medio para fomentar esos flujos.
Ndiaye opinó que esas remesas, valorizadas mediante un mecanismo que les conceda incentivos y seguridad, podrían desempeñar un estímulo formidable para el desarrollo.
El director de la OIM, Brunson McKinley, estimó que en el mundo ha comenzado a emerger un consenso sobre políticas migratorias.
En su opinión, en 2002 ya no no es polémico considerar la inmigración como un elemento esencial del cambio social y económico mundial. (FIN/IPS/pc/dcl/pr/02