La decisión sobre la maternidad es una de las más desgarradoras que, sin lugar a dudas, deben enfrentar en Cuba las mujeres portadoras del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida.
Me costó mucho trabajo entender que aquello me estaba pasando a mí y adaptarme al giro que había dado mi vida. Después, me construí una muralla y negué cualquier posible relación con un hombre, narró a IPS una joven que prefiere no identificarse.
Tenía 17 años cuando fui detectada como portadora del VIH y desde entonces han pasado 10 años y también han cambiado muchas cosas. Ahora mantengo una pareja estable, pero lo que sí olvidé es el sueño de tener un hijo, añadió.
Renunciar para siempre a la maternidad, optar por el aborto en caso de un embarazo accidental o asumir el riesgo de tener un hijo son decisiones que traen aparejadas para la mujer cargas psicológicas muy fuertes, capaces incluso de dañar su salud.
Sin embargo, los médicos cubanos recomiendan la interrupción del embarazo, más allá de que el sistema sanitario del país garantiza un tratamiento de la embarazada para cuidar su salud y reducir al mínimo la posibilidad de transmisión prenatal del VIH.
Por varios años el aborto, legalizado en 1965, fue casi la única opción de las mujeres portadoras de VIH ante la noticia de un embarazo. Aunque una cantidad ínfima decidió continuar con la gestación, la mayoría cedía ante las presiones de las autoridades de la salud.
A casi todas se les persuadía para que no parieran y algunas se vieron obligadas a hacerse una intervención. En cambio, hoy te explican el riesgo, las posibilidades, pero tú decides… es tu derecho, dijo María Julia Fernández, quien vive con VIH hace más de 15 años y trabaja en campañas de prevención del sida.
En Cuba, hasta comienzos de los años 90, las personas portadoras del VIH eran internadas de forma obligatoria en un sanatorio, donde recibían tratamiento especializado, alimentación especial y se les pagaba el salario que percibían en su trabajo antes del diagnóstico.
La situación empezó a cambiar en la medida en que la ciencia amplió sus conocimientos sobre el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) y la política del gobierno de Fidel Castro se modificó, entre otros aspectos por la presión de los portadores del VIH que reclamaban su inserción en la sociedad.
Las estadísticas indican que hasta mediados del año pasado 82 mujeres portadoras del virus habían decidido tener hijos y dos de ellas incluso repitieron la experiencia.
El grupo representaba 10,7 por ciento de la mujeres portadoras del VIH y alrededor de la mitad de los embarazos se reportaron después de 1997.
La cantidad de personas a las que se les había diagnosticado VIH en el país llegaba a 4.390 antes del 12 de noviembre, 1.034 de las cuales habían fallecido para entonces y 63 de esas muertes fueron por causas ajenas al sida. Se detalla que 21,1 por ciento del total de portadores registrados eran mujeres.
Datos del departamento estadístico del Sanatorio de Santiago de Las Vegas, la institución especializada ubicada en las afueras de La Habana, señalan que más de 99 por ciento de los casos de contagio con VIH fueron por relaciones sexuales desprotegidas.
Entre 1986 y mediados del año pasado nacieron 84 niños de madres portadoras de VIH, 54 de los cuales habían sido dados de alta como no contagiados y 21 se mantenían en estudio hasta determinar su diagnóstico definitivo.
Así, el sistema de atención especializada a ese grupo había reducido la transmisión vertical del virus de madre a hijo en sólo nueve casos, tres de los cuales habían muerto.
Además, 13 de los niños nacidos en esas circunstancias habían quedado huérfanos de madre, 18 habían perdido a su padre y cinco a ambos progenitores.
En los tres años anteriores a esos datos estadísticos no se había reportado ningún caso de transmisión perinatal, resultado que las autoridades de salud atribuyen a la intervención epidemiológica temprana y un sistema permanente de vigilancia.
A todas las embarazadas se les realiza, dentro de sus exámenes de rutina, la prueba que permite detectar anticuerpos al VIH, explicó el doctor Héctor Mengana, director de Epidemiología del Hospital Julio Trigo, de La Habana.
En caso de ser positivo el resultado, se confirma el diagnóstico con una segunda prueba y luego se le brinda información a la mujer y se le da la opción de interrumpir el embarazo o continuarlo bajo un estricto tratamiento.
Ese procedimiento se sigue tanto con las mujeres portadoras captadas durante el embarazo, como con aquellas que, viviendo con VIH/sida, han optado por la maternidad. Entre 1966 y fines de 2001 se realizaron 170.000 pruebas diagnósticas a embarazadas.
La atención a las que deciden parir tiene en cuenta varias medidas para evitar el contagio del bebé, incluido el tratamiento con AZT (un inhibidor de la enzima reverso transcriptasa) a la gestante desde las 14 semanas, el nacimiento por cesárea a las 39 semanas de gestación y la eliminación de la lactancia materna.
La práctica internacional arroja que, siguiendo esos pasos, el riesgo de transmisión perinatal se reduce de 30 a ocho por ciento.
A los recién nacidos se les suministra AZT en jarabe cada seis horas, en dosis de 2 miligramos por kilogramo de peso a partir de las ocho horas de nacidos y durante las primeras seis semanas de vida.
El diagnóstico final no puede hacerse, sin embargo, hasta pasados por lo menos 18 meses, periodo en el que los menores van eliminando los anticuerpos maternos al VIH, si no están infectados, y crean los propios.
Los que no resultan infestados son dados de alta y los enfermos siguen atendiéndose en consulta, con controles cada tres, aunque las madres saben que ante cualquier síntoma deben acudir al médico, apuntó la pediatra Ida González, encargada de atender a todos los niños nacidos de madres portadoras del mal.
Cálculos del departamento de contabilidad del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí indican que el costo de la atención a un niño seropositivo asciende a 3.430 pesos, teniendo en cuenta la paridad oficial del peso y el dólar.
Ese dato se basa sólo en las consultas pediátricas desde que el niño nace hasta los 18 meses de edad, las investigaciones de laboratorio, el consumo de AZT de la madre hasta el momento de la cesárea y de un niño con tres kilogramos de peso como promedio al nacer.
El AZT se está administrando desde 1997 a las embarazadas cubanas y a partir de entonces hasta mediados de 2001 no se habían detectado casos de transmisión directa.
Fuentes de la Organización de las Naciones Unidas calculan que en el mundo nacen cada año 800.000 niños infectados con el VIH, realidad que podría evitarse en un porcentajes importante si se garantizara la atención a las madres VIH positivas. (FIN/IPS/da/dm/he/02