ESTADOS UNIDOS: Delitos antimusulmanes aumentan 1.700 por ciento

Los delitos motivados por el odio a árabes y musulmanes en Estados Unidos aumentaron 1.700 por ciento luego de los atentados de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, informó este jueves la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW).

El fenómeno se ha agravado a pesar de los llamados del presidente George W. Bush y de otros funcionarios del gobierno a respetar los derechos de las minorías poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, atribuidos por Washington a radicales islámicos.

Entre las agresiones registradas por HRW figuran entre tres y siete asesinatos, al menos 49 otros ataques violentos y docenas de actos de vandalismo y otros tipos de daños contra propiedades, en especial contra mezquitas, la mayoría durante la semana que siguió a los atentados de septiembre de 2001.

HRW indicó en su informe de 41 páginas, titulado ”No somos el enemigo”, que muchos departamentos de policías realizaron serios esfuerzos para contener la violencia contra supuestos musulmanes y contra mezquitas.

Sin embargo, HRW exhortó a los organismos de seguridad a adoptar políticas preventivas, entre ellas forjar vínculos más estrechos con las comuniddes musulmanas y sijs, para impedir actos de violencia ante la eventualidad de futuros atentados como los del año pasado.

”Los funcionarios del gobierno no se sentaron sobre sus manos cuando musulmanes y árabes fueron atacados luego del 11 de septiembre. Pero las agencias del gobierno deberían haber estado mejor preparadas para este tipo de atrocidades”, dijo el autor del informe Amardeep Singh, investigador de HRW.

El estudio indica que la mayoría de los actos de violencia contra supuestos árabes y musulmanes ocurrieron antes de diciembre de 2001, pero que la incitación al odio hacia los musulmanes continuó, en especial por parte de organizaciones fundamentalistas cristianas.

Entre los dirigentes religiosos responsabilizados por HRW de incitar al odio religioso figuran el líder de la conservadora Coalición Cristiana, Pat Robertson, y el hijo del famoso evangelista Billy Graham, Franklin Graham.

La agresión contra árabes y musulmanes alcanzó grandes magnitudes luego de los ataques de septiembre de 2001, en que murieron 3.000 personas al estrellarse tres aviones comerciales en las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y el Pentágono, sede en Washington del Departamento (ministerio) de Defensa.

El Buró Federal de Investigaciones (FBI) calculó que los delitos motivados por el odio contra los musulmanes se multiplicaron por 17, de 28 en 2000 a 481 en 2001, la mayoría luego de los atentados.

Además, organizaciones árabes y musulmanas de todo Estados Unidos recibieron más de 2.000 informes sobre actos de hostigamiento, violencia y otras agresiones en relación con los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono.

Esta reacción era totalmente predecible, según el informe de HRW, que remonta el inicio de las agresiones contra árabes y musulmanes en Estados Unidos a 1973, cuando se registró la guerra de Iom Kippur entre Israel y el mundo árabe.

Seis años más tarde, la toma de rehenes en la embajada estadounidenses en Irán, país en que acababa de triunfar la Revolución Islámica, y la escandalosa operación en que agentes de Washington ofrecieron sobornos a políticos haciéndose pasar por millonarios árabes añadieron fuego al odio religioso.

La crisis del Golfo, desatada por la invasión de Kuwait por Iraq en agosto de 1990, y la consecuente guerra de una coalición internacional liderada por Estados Unidos contra el régimen de Saddam Hussein inflamaron la primera gran ola de crímenes motivados por el odio contra los árabes.

El Comité Estadounidense contra la Discriminación Antiárabe registró apenas cuatro delitos contra árabes en Estados Unidos entre enero y agosto de 1990, pero 40 entre agosto y el inicio de la guerra del Golfo, el 15 de enero de 1991, y 44 durante la primera semana de la conflagración.

El atentado cometido contra la representación del gobierno federal en Oklahoma en 1995, primero atribuido a radicales islámicos pero por el que se condenó luego a muerte a Timothy McVeigh, un veterano estadounidense de la guerra del Golfo, también originó numerosos incidentes de agresión antiárabe.

Cuando ocurrieron los atentados de septiembre de 2001, musulmanes de toda procedencia, árabes y sijs – – con frecuencia confundidos con musulmanes chiítas por su atuendo – – , esperaban que se reprodujera el fenómeno.

Pero, a diferencia de las olas de violencia anteriores, las agresiones posteriores a los atentados contra Nueva York y Washington se caracterizaron ”por su ferocidad y alcance”, advierte el informe de HRW.

”La dimensión real del fenómeno quizás nunca se sepa”, en parte debido al carácter voluntario de los informes presentados por las víctimas, así como por fallas de las agencias de seguridad estadounidenses, según el estudio.

El alcance de los esfuerzos del gobierno para proteger a árabes, musulmanes y sijs variaron de estado a estado, según HRW. En muchos casos, las autoridades respondieron con rapidez y vigor ante las agresiones.

El estudio destaca las exhortaciones de Bush y del fiscal general John Ashcroft, expresadas apenas un día después de los atentados, contra las represalias antiislámicas y en apoyo a los derechos de los árabes, musulmanes y sijs. El Senado y la Cámara de Representantes condenaron las agresiones cuatro días después.

Pero el informe de HRW destaca también que las autoridades tomaron medidas que ”pusieron una sombra de sospecha sobre todos los árabes y musulmanes”, incluida la detención de unas 1.200 personas sospechosas de vínculos con grupos radicales. La inmensa mayoría eran árabes, musulmanes u originarios de Asia meridional.

El FBI también pidió autorización para interrogar a más de 8.000 hombres de origen árabe y musulmán. Por otra parte, el gobierno decidió registrar las huellas digitales de los visitantes a Estados Unidos procedentes de ciertos países de Medio Oriente.

”Muchos estadounidenses probablemente se pregunten: 'Si el gobierno no confía en estas personas, ¿por qué lo haría yo?'”, sostuvo un activista árabe-estadounidense entrevistado por los autores del estudio de HRW.

Los mejores resultados de la acción policial contra las agresiones se registraron en la septentrional ciudad de Dearborn, en el estado de Michigan, gracias a los estrechos vínculos entre la policía y una gran comunidad árabe de 30.000 personas.

Allí, la policía se desplegó de inmediato luego de los atentados en las áreas donde había más posibilidad de agresiones motivadas por el odio antiárabe. Como consecuencia, se registraron solo dos incidentes.

La policía de la nororiental ciudad de Nueva York y las sudoccidentales de Los Angeles y Phoenix carecían de relaciones tan estrechas con la comunidad árabe, pero se desplegaron de inmediato en las áreas residenciales y templos islámicos y sijs, según el informe.

La posibilidad de violencia antiárabe y antiislámica persiste, según el estudio de HRW, en particular por la constante prédica contra los musulmanes de líderes religiosos de la denominada Derecha Cristiana y de dirigentes políticos asociados con ese sector.

El recién electo senador del sudoriental estado de Georgia, C. Saxby Chambliss, por ejemplo, exhortó públicamente a los alguaciles locales a ”arrestar a todo musulmán que ingrese en el estado”. Luego, se disculpó.

Pero líderes fundamentalistas cristianos como Robertson y Graham, ambos simpatizantes del presidente Bush, se han negado a pedir disculpas por sus agresiones verbales contra los musulmanes.

Graham calificó al Islam de ”perverso y violento” y dijo que no adora ”al mismo Dios” que los cristianos. Mientras, Robertson sostuvo el martes que ”Adolf Hitler era malo, pero lo que los musulmanes quieren hacerle a los judíos es peor”, sentenció.

El fin de semana pasado, otro evangelista célebre por su prédica televisiva y por haber engañado a su esposa con una prostituta en los años 80, Jimmy Swaggart, dijo que Mahoma fue ”un desviado sexual” y un ”pervertido”.

Swaggart propuso la expulsión de todos los estudiantes musulmanes extranjeros de las universidades y a vigilar a los pasajeros de vuelos comerciales que luzcan ”un pañal en la cabeza y una correa de ventilador en la cintura”.

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